Tu salud: tu estilo de vida

Nuestro estilo de vida nos define, para bien o para mal. Nos hace más fuertes o más débiles. Nos hace más sanos o más enfermos. Nos hace más sostenibles o más tóxicos con nuestro entorno. Nos genera más energía o nos la resta. Nos permite conseguir grandes metas, o nos lo impide. El estilo de vida no es, ni más ni menos, que todas aquellas decisiones (desde las más pequeñas a las importantes) que tomamos en nuestro día a día.  Y entre ellas, de forma crítica, están las decisiones que afectan de forma directa o indirecta a nuestra salud, y que pueden ser muchas, más de las que se podría pensar a priori.

Marc Lalonde es un afamado científico que estudió sobre todos aquellos factores que son determinantes para la salud. Entre ellos están las condiciones ambientales, la genética, la salud pública del entorno en el que vivimos… Pero los que más condicionan nuestra salud, y sobre los que más influencia podemos tener, está nuestro estilo de vida, salvo excepciones o situaciones raras, poco cotidianas. 

Podemos y tenemos el gran poder de ejercer un importante grado de control sobre nuestra salud a partir de lo que hacemos en nuestro día a día. Como muchos sabemos, estamos plagados de enfermedades que están detrás de un estilo de vida poco saludable. Si eso es así, ¿por qué no nos tomamos más en serio nuestra salud, o por qué no nos tomamos más en serio la parte que podemos controlar y que depende de nosotros?

Hay algo positivo al respecto porque cada vez somos más conscientes del poder de nuestras decisiones para estar más sanos. Una mayor parte de la población mide mucho lo que  consume, el deporte que realiza y, sobre todo, se preocupa de conectar su propia salud y su consumo con el impacto en el entorno (dada la creciente preocupación por la sostenibilidad ambiental).

¿Por qué está conectado el medio ambiente con nuestra salud?

No tenemos el control sobre el medio ambiente, pero no por ello, no tenemos que hacer nada. La suma de miles de millones de decisiones sí que generan efectos de alto impacto. Por eso tenemos que pensar en que la contaminación, el ruido, los desechos, lo que comemos (y cómo se produce) tienen grandes consecuencias para nuestra salud. Por eso, ¡cuidar la sostenibilidad es cuidar nuestra salud y nuestro futuro! Aunque sea sólo por eso, ya tenemos motivos suficientes para ser más sostenibles.

Hay distintas formas de ganar en sostenibilidad en nuestras vidas. Una de ellas es elegir los productos más naturales, bio, orgánicos, frescos y menos procesados posibles. Tienen propiedades más positivas, nutricionalmente, pero también en términos de sostenibilidad, que los precocinados, la bollería industrial u otros. 

Por eso, siempre recomiendo consumir productos que respeten nuestro ecosistema, que vengan directamente del campo a nuestras cocinas; me gusta la ganadería sostenible y natural, no sólo por la calidad de vida de los animales —muy importante para mí— sino que también es una fuente para tomar “más y mejores nutrientes, y una mejor alimentación”.

Hay quien piensa que los productos ecológicos son una moda, y nada más lejos de la realidad. Tú escoges y eliges lo que consumes para mejorar tu estilo de vida y al mismo tiempo cuidar el entorno natural, utilizando materiales reciclables, biodegradables, u otros productos cuyo ciclo de vida sea más largo, y así disminuir los residuos generados. La última decisión la tenemos cada uno de nosotros (recuerda, la suma de muchos logra grandes cambios), según nuestros objetivos o nuestra preocupación por el medio ambiente, … determinarás un estilo de vida u otro en cada decisión que tomamos cada día. Por eso, lograrlo es más difícil de lo que parece, requiere un tridente muy importante: “motivación, personalidad y actitud”.

Sin embargo, controlar nuestra genética, salud mental o física es algo más complejo y difícil. Eso sí, nuestro estilo de vida puede condicionar a acelerar dichos procesos.

Podemos tener una propensión genética hacia el cáncer, pero un mal estilo de vida lo puede acelerar.

Cada vez son más los estudios que constatan que buenos sistemas de salud pública, y una población preocupada por la misma, son claves determinantes para prevenir y, con ello, sufrir, menos afecciones y enfermedades. Por lo tanto, está claro que la salud pública requiere de instituciones fuertes, y de una cultura férrea. Las políticas públicas de sanidad son vitales para ayudar a luchar contra la obesidad y toda la gran cantidad de problemas colaterales que supone

Tenemos que ser conscientes que la salud, en términos de la definición de la OMS, es algo integral: «la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».

Esa salud integral de la que habla la OMS requiere de estilos de vida saludables. Un estilo requiere de un día a día y una constancia. Hábitos que nos lleven a la mejor versión de nosotros mismos. Decisiones sin excusas (como… ‘mañana’ o ‘por esto no pasa nada…’). 

Una vida saludable requiere disciplina y sacrificio, porque tener una vida sedentaria y comer mal es mucho más sencillo (lo bueno siempre hay que ganarlo). Lo peor de los nuevos hábitos es acostumbrarse. Pero al superar las primeras barreras, pronto veremos resultados, nos sentiremos mucho mejor de forma integral.

Hay dos pilares básicos en lo que deberíamos centrarnos para llevar un estilo de vida saludable:

1.- Nuestra dieta: mediterránea, equilibrada y sana. Rica en verduras y frutas, evitando bollería industrial.

2.- Evitar una vida sedentaria, realizando ejercicio al menos entre 3 y 4 veces por semana.

Los malos hábitos como el consumo de tabaco, exceso de consumo de sal o alcohol, añadidos a una vida sedentaria y una dieta muy poco equilibrada, fomentan problemas relacionados con enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad y colesterol, entre otras.

“Mens sana in corpore sano”: Mente sana en un cuerpo sano

La ciencia y la historia les han dado toda la razón a los griegos con su famoso dicho: “Mens sana in corpore sano” 

Además de hacer ejercicio, como decía antes, es importante tener una dieta equilibrada, dormir bien, evitar excitantes y tóxicos como el alcohol, drogas y tabaco. Mantenerse hidratados en todo momento: bebe cantidades de agua suficientes (2000-2500ml). 

Evita procesados, bollería industrial, azúcares, no excedas en carnes rojas, 5 raciones de fruta y verdura al día, nada de artificiales ni pesticidas e introduce en la dieta los alimentos integrales.

Añadir a lo anterior, que además no deberíamos saltarnos las revisiones periódicas recomendadas, es otra forma de tener un control sobre nuestra salud y cuidarla.

Pero en mi opinión, uno de los aspectos a los que doy más importancia es dedicar todos los días tiempo a uno mismo. Siempre debería haber tiempo para ello o simplemente sacarlo unos minutos al día. Haz lo que más te guste o apetezca, ya sea leer un libro, yoga —para controlar y reducir el estrés— o realizar una afición que te permita estar a gusto contigo, y con los demás. No te prives de un buen descanso porque juega un papel importante. La vida social también. La soledad (buscada) siempre viene bien, pero en exceso puede agravar ciertos problemas.

Para concluir resalto algo que me digo con frecuencia: 

Cuida tu mejor inversión…en ti. Sólo podrás ganar, ¡piénsalo!: malos hábitos no conducen a una buena calidad ni bienestar integral. Quizás durante una época de nuestra vida no somos conscientes de la importancia de tener un estilo de vida saludable, sobre todo cuando somos jóvenes. Pero al final las malas decisiones conducen a malos resultados. Por ello necesitamos tomar conciencia del poder que tenemos, en cada decisión, sobre nuestra salud, e incluso, sobre nuestras predisposiciones genéticas.

Autora: Teresa García 
Bio: tessastreetlife.es/bio/
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