Otra moda es posible: la moda sostenible. Adiós al usar y tirar

La moda genera más de 1.900 billones de dólares de negocio en el mundo.Según Kantar, crece y seguirá creciendo con fuerza: casi un 4% anual hasta 2025. El acto de vestirnos y protegernos de las inclemencias meteorológicas ha generado una poderosa industria: atrae a los creativos de mayor talento, desarrolló toda una cadena de fabricación y distribución global: proveedores, empresas, empleo y riqueza.

La moda se ha convertido en una pasión, en una convulsión social, en una diferenciación como personas, en una poderosa actividad económica global que parece imbatible. Y, sin embargo, lo es. No hay sector, empresa, ni actividad que se mantenga eternamente joven, ni invencible. 

Y la moda se encuentra, como industria, ante un momento crucial: en tecnología, en el uso de materiales y, sobre todo, en su sostenibilidad ambiental, social y económica. Como un misil, el sector se encuentra ante la necesidad urgente de colocar los valores, y ciertas pautas, en el centro de sus decisiones. 

Esta idea la ratifica McKinsey, en suState of Fashion 2020: “La industria global de la moda es extremadamente intensiva en consumo energético, en contaminación y en generación de residuos… el sector aún no ha asumido su rol en la sostenibilidad ambiental… y se enfrenta a una profunda transformación liderada por una exigencia de los consumidores”. 

De hecho, la preocupación estratégica número uno de la industria, tanto para las empresas como de los consumidores, según los datos de McKinsey es, precisamente, la sostenibilidad.

La moda será sostenible, o no será. La ‘tarta’ de la industria va a crecer en más de 64.000 millones de euros hasta 2025. ¿Crees que esa tarta va a ser posible ‘comérsela’ sin empresas más digitales, más sostenibles o sin atender a los cambios y las pautas de consumo que nos trajo la pandemia global? No habrá empresa de la industria de la moda, en sentido amplio, que pueda mantener su crecimiento si no tiene unos valores sólidos, sobre todo si no trabaja de forma incansable en minimizar su impacto ambientaly, además, enmaximizar su contribución a la creación de una sociedad mejor.

El consumo puede cambiar el mundo. No hay decisión más poderosa que la que haces cada día con tus decisiones de compra. Tu ejemplo, lo que haces y transmites a los demás es un multiplicador social. Así que, si quieres cambiar el mundo, primero cambia tu mundo, a través de tus decisiones. Y para tomar decisiones se necesita información, conocer con más detalle qué consumes, cómo se obtiene, dónde y qué impacto tiene esa decisión. Y para logarlo hay un triángulo muy poderoso: transparencia, sostenibilidad y ética.

Si algo nos define, como si fuera un DNI, es nuestro estilo de vida. Qué comes, con quién te relacionas, qué lees, qué vistes, qué haces con tu ocio, qué te mueve en tu profesión. Somos lo que somos porque forjamos un estilo de vida propio, diferencial. Y, queramos o no, acabamos tomando decisiones, conscientes o no, motivados por algo más profundo: nuestros valores. Y cada vez con más fuerza nos mueve -casi como una necesidad de supervivencia y de conciencia social- el respeto al medio ambiente. Que nuestras decisiones no destruyan, aún más, el planeta, y todas las consecuencias que de ello se derivan (algunas devastadoras, como el cambio climático). La sostenibilidad se está colocando en ‘la casilla por defecto’ de muchas de nuestras decisiones.

De aquí surge toda una corriente social, arraigada con mucha fuerza, a la que se le conoce como la slow fashion, frente a la fast fashion. El movimiento slow promueve la conciencia, conocer las consecuencias de nuestras decisiones. Le otorga importancia a los materiales dónde se obtienen, por quién, bajo qué condiciones laborales, con qué impacto ambiental; le da importancia al proceso (masificado versus artesanal), la intensidad energética (y qué tipo de energía), tecnología, logística…; y le da importancia al momento de después, cuando ya no lo usas, cuando te deshaces del producto, si se recicla o no, si se valoriza o destruye nuestro ambiente. 

Frente al modelo slow, está lo fast, el usar y tirar, la fabricación masiva, al menor coste posible y donde el fin último es la rotación en tiendas. En el modelo fast el fin, muchas veces, justifica los medios: da igual dónde se fabrique si cumplen con los criterios de eficiencia técnica. La eficiencia implica, en la mayoría de los casos, buscar los lugares donde menores salarios se pagan; las condiciones ambientales más laxas; la intensidad en el uso energético si es barato (sin criterio en el uso de energías limpias) y, en este contexto, el impacto social de los procesos se diluyen

En lo fast la clave no está en reciclar o re-introducir el residuo sino en crear nuevos diseños, nuevas tendencias, nuevas formas de vender y siempre facilitar el hacerlo al menor coste y precio posible.

Pero ese modelo fast tiene fecha de caducidad. La conciencia y el cuidado de nuestro entorno social y ambiental ya es una realidad. Hay una oleada imparable y que está en nosotros:

¿Comprar una marca que contamina más que otra? ¿Comprar un tejido que requiere sustancias químicas frente a otro que no? ¿Vestir una prenda con materiales reciclables frente a otra que no los usa? Cada vez más estas poderosas preguntas están permitiendo que el movimiento slow inunde al fast.  

Otra moda, es posible. Algunos mitos:

1.- ¿Qué mejor manera de reducir las producciones de tejidos -y su impacto ambiental- que poner foco en aquellas prendas diseñadas para no usar y tirar, y si para reutilizar? Cada vez más firmas de moda usan los materiales reciclables y biodegradables en sus prendas. 

2.- El diseño no está reñido con lo sostenible. Cada vez más diseñadores punteros han introducido en su ADN la sostenibilidad. Sus creaciones son fascinantes, y nada que envidiar a los modelos ‘tradicionales’. 

El diseño, de hecho, como la moda, será sostenible o no será útil en un futuro no muy lejano.

3.- La industria textil es la segunda más contaminante del planeta. ¿Somos conscientes del impacto en nuestras vidas y la de próximas generaciones cada vez que compramos una prenda y no pensamos en ello?

4.- Sostenible también es tecnológico. Hay un falso mito que asume que lo artesano, lo diferente, lo que usa materiales sostenibles, no es tecnológico, o es arcaico. Y en cambio, la revolución de la Industria 4.0, la fabricación aditiva, la 3D y toda la revolución de las fábricas del futuro están pensadas para lograr procesos más sostenibles.

La tecnología nos permite expandir los límites de las posibilidades de nuestra sostenibilidad. 

5.- Conciencia social. Ser fast y ciego supone pasar por alto bajas condiciones laborales, legislaciones de todo tipo y un deterioro de nuestras sociedades, en pro de un precio menor de una prenda. Esto tiene los días contados, porque como consumidores en la sociedad de la información real y al instante no lo toleramos.

Las marcas humanas con conciencia social y ambiental liderarán las próximas décadas. Y, como he dicho, esto no está reñido ni con la tecnología, ni con la innovación o la creación de valor y riqueza. 

La variable crítica ya NO será sólo el precio. Tienen que confluir muchas más variables para lograr que una decisión de compra sea efectiva. Y la sostenibilidad es una de ellas.

¿Qué implica la moda sostenible?

Ser sostenible es buscar el equilibrio. Se pueden diseñar y fabricar ropas y al mismo tiempo vestir de forma responsable. 

La economía circular (optimizar los residuos de todo lo que se fabrica y limitar el impacto ambiental) prima ante la eficiencia técnica.

Existe una gran transparencia durante todo el ciclo de vida del producto: se garantizan los derechos laborales, la calidad y seguridad del trabajo, la no explotación infantil…

El diseño de prendas sostenibles busca que no pasen de moda: duran mucho más. Utilizan tejidos orgánicos (fibras naturales como el algodón, bambú, cáñamo), reutilizables, biodegradables y compostables. Se usan tintes cada más naturales, con estampados libres de tóxicos.

La importancia del packaging. Si una prensa es sostenible, ¡su packaging también! Detrás de ese packaging tiene que haber productos reciclables, una historia, una correlación, un sentido. 

No hay contraindicación que valga, esto es clave en la vida y más en la sostenibilidad. Por eso, las marcas sostenibles tienen que ser auténticas: transparentes, aportar información, tener valores sólidos, respetarlos y hacer lo posible por crear una riqueza inteligente, sana y de largo plazo. Sin atajos.

La economía está cada vez más interconectada. Las reglas del comercio también tienen que acompañar estos procesos.  “Desde la semilla, hasta que la prenda está en tu mano”, todo importa, se debe conocer, y no se pueden violar nuestros valores en el camino.

La moda sostenible es también más limitada, no masiva. Busca la diferenciación de cada uno de nosotros. Por eso este es un nicho en el que conviven artesanos con fabricantes; diseñadores con agricultores; el pequeño con el grande; el pobre con el rico; la tecnología con el futuro. 

La moda sostenible ha llegado para quedarse. Tomemos conciencia de ello. El poder de transformar el sistema es de cada uno de nosotros. Cuidar de nuestras prendas es una oportunidad: qué compramos, cada cuánto, qué materiales, y qué hacemos después con esas prendas, es una conquista slow que romperá las cadenas de la moda fast. 

¿Ya estás en este movimiento slow? ¿Te unes a cuidar de tu medio y de las personas? No te olvides de que tu consumo es una decisión vital y social.

Autora: Teresa García 
Bio: tessastreetlife.es/bio/
Instagram: @tessa_streetlife_for_authentic

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