domingo, octubre 15, 2006

Envejecimiento y responsabilidad

Estos artículos han pretendido ayudar a sobrellevar el proceso de envejecimiento, en ocasiones reconociendo lo que nos está pasando y adaptándonos a una situación para la que es duro prepararse, y que puede llegar sin avisar. Por fuerza, las publicaciones han tratado sobre nosotros. Demasiado, quizás. Como si el mundo estuviera lleno de ancianos y resto de la familia tuvieran menos importancia y pudiesen cuidarse solos. Pero la edad trae consigo responsabilidad.

Esta semana apareció una carta en el Daily Telegraph firmada por 110 psicólogos distinguidos, autores para niños, educadores y médicos de salud mental, que expresaban su preocupación ante ‘la creciente incidencia de depresión infantil y de enfermedades de desarrollo y comportamiento en los niños’. Lo que creen ‘se debe en gran medida a una falta de entendimiento por parte de los políticos y del público en general, acerca de las realidades y sutilezas del desarrollo infantil’.

Continúan diciendo que ‘puesto que los cerebros de los niños están todavía en desarrollo, no se pueden adaptar como hacen los adultos a los efectos de los cambios culturales y tecnológicos, cada vez más rápidos. Todavía necesitan lo que los seres humanos en desarrollo han necesitado siempre, lo que incluye comida de verdad (en lugar de esa "basura" procesada), juegos de verdad (en lugar de entretenimientos sedentarios frente a un apantalla), experiencias de primera mano del mundo en el que viven y una interacción regular con la vida real y los adultos importantes en sus vidas’. La carta continúa: ‘nuestra sociedad correctamente se esfuerza por proteger a los niños del daño físico, pero parece haber olvidado sus necesidades sociales y emocionales’. Los firmantes concluyen diciendo que 'ahora está claro que la salud mental de un número inaceptable de niños está siendo comprometida innecesariamente'.

Tras admitir que se trata de un problema sociocultural complejo para el que no hay una solución sencilla, continúan defendiendo que ‘un primer paso razonable sería animar a padres y legisladores a que empiecen a hablar sobre cómo mejorar el bienestar de los niños y proponer el inicio urgente de un debate público acerca de cómo criar a los niños en el siglo XXI. Este debería ser uno de los temas centrales para la creación de políticas públicas en las décadas venideras’.

La carta ya ha originado el debate deseado y ha tenido una gran respuesta mediática. Pero las historias de los jóvenes tienen una vida muy corta. Los ancianos, sin embargo, tenemos una larga memoria y podemos empatizar con el argumento de que muchos niños, hoy en día, a pesar de estar dotados de inmensas riquezas (en comparación con nuestra niñez), pueden al mismo tiempo, ser pobres mental y emocionalmente. Creo que nuestra madurez nos hace preocuparnos por eso. Y participar en el debate.

viernes, octubre 13, 2006

Hablar sobre el envejecimiento

Oí el otro día que a alguien le dijeron que hablaba mucho de su edad. Tiene 73. Ella defendió firmemente su derecho a compartir con otras personas la clase de experiencias que hemos procurado identificar en estas publicaciones. ‘Para mí esto es importante’, afirmó ella, ‘por eso quiero hablar sobre ello’. Y claro que debería. Yo estoy de acuerdo con ella, aunque soy consciente de los peligros. Si la confesión es buena para el alma, la expresión puede ser beneficiosa para la mente. Hablar solo con el espejo no tiene gracia. Hay tantas cosas que son nuevas en estos últimos años de vida. Guardarlas todas dentro puede convertir lo que de otro modo es curioso o raro, en algo que parece inquietantemente malo. No podemos exigirlo, pero realmente a veces necesitamos un público.

Supongo que hay que esperar por la persona adecuada en el momento adecuado. La paciencia de los jóvenes es limitada con los ancianos. Ellos los pueden ver como personas que esperan en la parada del bus, intentan entablar amistad con niños pequeños, no encuentran oportunidad de pagar en la caja y empiezan frases que no terminan. La velocidad lo es todo hoy en día. ¡Los ancianos son lentos!

Los de mediana edad se esfuerzan tanto por no envejecer que no quieren que nadie les recuerde el panorama que les espera. Cuando yo todavía era uno de ellos, solía oír a mi madre decir una y otra vez que desearía estar muerta. Nosotros todos le asegurábamos que la queríamos viva, olvidando que en realidad necesitaba decirnos esas cosas. Esta fue su historia. Débil y viuda, se le acabaron las ganas de vivir. Deberíamos haberle dejado decírnoslo.

De hecho, aquellos de nosotros que continuamos envejeciendo somos portadores de una experiencia que podría ser valiosa para cualquiera si más gente nos dejara compartirla. Somos los guardianes de una dimensión de la vida en la que la mayoría de la gente entrará algún día. Tenemos frustraciones y temores y tendemos a quejarnos mucho, pero también hay una resistencia y un valor en nosotros, incluso una serenidad, que también nos gustaría expresar. Ha sido duro llegar hasta aquí y estos conocimientos que hemos tenido que aprender no deberíamos guardárnoslos para nosotros.

…así que, por favor, ¿podemos contarlo? Podría ser beneficioso para otras personas, ¡además de para nosotros!

miércoles, octubre 11, 2006

Reconocer un infarto cerebral

Cómo reconocer una apoplejía o derrame cerebral

Las apoplejías o infartos cerebrales le pueden dar a cualquiera, no sólo a la gente mayor, pero es una de las posibilidades que puede afectar a los ancianos y puede que en los momentos bajos pensemos en ello o nos preocupe. Una apoplejía es un tipo de enfermedad cardiovascular. Afecta a las arterias que conducen al cerebro y las que se comunican en su interior. La apoplejía se produce cuando un vaso sanguíneo que lleva oxígeno y nutrientes al cerebro se bloquea debido a un coágulo o un reventón. Cuando esto sucede, parte del cerebro se empieza a morir al no recibir la sangre (y el oxígeno) que necesita, y por ello es incapaz de funcionar adecuadamente, pudiendo dar lugar a una parálisis o a la muerte.

Hace tiempo, un amigo me envió la siguiente información acerca de cómo reconocer un infarto cerebral y acabo de redescubrirla. Un neurólogo ha afirmado que si le llega una persona que ha sufrido una apoplejía dentro de las primeras 3 horas, se pueden revertir totalmente los efectos de la misma. Pero el problema está en llegar a tiempo. Según él, lo difícil es reconocer y diagnosticar el infarto y que el paciente llegue al médico dentro del tiempo crítico.

Por lo visto hay tres pasos para reconocer una apoplejía. “¡Léelas y apréndetelas!”, decía mi amigo. Los síntomas de un infarto son difíciles de identificar y, por desgracia, el no darse cuenta puede conducir al desastre. La víctima de una apoplejía puede sufrir daños cerebrales cuando la gente a su alrededor no se da cuenta de lo que está pasando. Según los médicos, cualquier transeúnte puede reconocer una apoplejía pidiéndole a la persona tres cosas sencillas:

1. Pedir al individuo que SONRÍA.
2. Pedirle que LEVANTE LOS DOS BRAZOS.
3. Pedirle que REPITA UNA FRASE SENCILLA CON COHERENCIA (p. ej. “Hoy hace sol”).

Si la persona tiene problemas para realizar cualquiera de estas tres cosas, se debe llamar al servicio de emergencias inmediatamente y describir los síntomas por teléfono.

Tras descubrir que un grupo de voluntarios no médicos pudo identificar la debilidad facial, la debilidad en los brazos y los problemas del habla, los investigadores instaron al público en general a aprender estas tres pruebas. Estos investigadores presentaron sus conclusiones en el encuentro anual de la British Stroke Association, celebrado en febrero de 2005. Un uso generalizado de este test podría conducir a un rápido diagnóstico y tratamiento de la apoplejía y evitar daños cerebrales.

Relacionado con infarto cerebral:
Infartos
Reanimación cardio pulmonar

martes, octubre 10, 2006

La vejez y pérdidas

Perder cosas forma parte del proceso de envejecimiento y de la vejez en sí. Siempre hay alguien amable a nuestro alrededor que nos anima diciendo que ellos también las han perdido durante toda su vida. "No tiene nada que ver con la edad", afirman. Pero sí que tiene que ver y los que nos estamos haciendo viejos, lo sabemos.

Está relacionado con la pérdida de memoria, por supuesto, intentar recordar dónde pusimos las cosas y lo que habíamos planeado hacer después, pero tiene que ver también con un fallo de concentración. Los que son amables conmigo, me dicen cuando me ven despistado "¿me estás escuchando?". La verdad es que por lo general sí estoy escuchando, pero ahora no me resulta tan fácil como antes permanecer atento a lo que dicen.

Lo noté por primera vez cuando empecé a tener problemas con los nombres; todos creen que no sabes quiénes son si no puedes recordar sus nombres. En ocasiones, cuando todavía trabajaba, podía recordar parte de un nombre –el nombre o un apellido, o incluso un apodo–, pero nunca el nombre completo. E intentar presentar a dos amigos entre sí cuando ambos se han vuelto anónimos puede ser realmente embarazoso. Olvidarse de los nombres y no encontrar las cosas. Es horrible.

Un día estuve buscando algo hasta que me di cuenta de que lo tenía en la mano y mi nieto de seis años me dijo con dulzura: "No pasa nada, eres muy muy mayor y estas cosas pasan cuando uno es viejo". Por desgracia es la verdad.

Hace poco me he dado cuenta de que ¡lo último que he perdido es mi cintura! La he perdido para no recuperarla nunca, me temo. Nunca he sido como una sílfide, pero hace unas semanas me di cuenta de que estaba tirando de mis pantalones hacia arriba ¡como si fuera a la nueva moda de los jóvenes de llevar los calzoncillos a la vista con los pantalones colgando! (algo bastante inapropiado para alguien de mi edad). Pensé que quizá estuviese perdiendo peso (una agradable perspectiva) . Desde luego no peso tanto como antes, pero entonces se hizo patente que el peso estaba bien; el problema está en la forma en la que se distribuye. El endurecimiento de las arterias es un castigo de la edad, pero parece que el engrosamiento del talle también lo es.

Sin embargo, existo y soy feliz: habitando en un cuerpo que a menudo me resulta extraño, pero la verdad para todos nosotros es que ¡mi cuerpo es el único que tengo! ……Esta es la primera de una serie de publicaciones ocasionales que constituyen una especie de posdatas de las series originales de los blogs y que serán, por lo general, observaciones no demasiado serias acerca de cómo es ser lo que algunos de nosotros ya somos: ¡viejos!