La competitividad de la economía española

El excelente servicio de estudios de La Caixa de Cataluña recoge en su informe de septiembre de 2006 un artículo sobre los pobres resultados en competitividad de la economía española. Por más que los economistas se lamenten de la carencia de un factor de política económica como eran las devaluaciones, lo cierto es que un país debe despertar su inteligencia para fomentar la competitividad de las empresas, sí de las empresas. Esa es la clave.

Efectivamente, desde el año 2000 la economía española pierde competitividad a galope. El gráfico de la izquierda, recogido en el citado informe de La Caixa, pone en evidencia que algo estamos haciendo mal, o tal vez hacemos muchas cosas mal.

Sin ánimo de ser exhaustivo me vienen a la mente algunas cosas. No pretendo ser riguroso, ni preciso, tómenlo como una modesta reflexión enumerativa de factores potencialmente influyentes.

1. La economía española vive actualmente condicionada por el éxito del sector inmobiliario -fiebre inmobiliaria, como diría Emilio Ontiveros-. Ni la tecnología, ni la innovación, ni la productividad son factores que hayan contribuido al éxito del sector de la construcción. Más bien lo contrario, la especulación inmobiliaria, el fácil ahorro de costes laborales asociado a la inmigración, las recalificaciones urbanísticas, la entidad de la demanda pese a los elevados precios… han diseñado un camino fácil de ganar dinero. No parece que la cultura de la productividad o competitividad haya estado detrás de la expansión inmobiliaria.

2. La cultura del éxito inmobiliario estaría afectado a otros sectores negativamente. Hay pequeños negocios familiares e industrias y servicios tradicionales que han visto la canalización de sus inversiones hacia el sector inmobiliario como una fórmula de paliar o incluso solucionar su falta de competitividad y diversificar sus riesgos. Invertir en promociones y viviendas, desviando fondos de sus propios negocios escasamente rentables ha sido la respuesta de muchos sectores productivos y de pequeñas y medianas empresas.

3. La escasa capacidad de asimilar la innovación tecnológica por parte de España. Gobiernos central y autonómicos -especialmente algunos de ellos- han fomentado una inversión pública muy ajena a sectores capaces de contribuir positivamente a través de la tecnología y la innovación a avances en la productividad y competitividad empresarial. Hay un espectro de grandes proyectos -algunos de ellos ruinosos- que van desde los parques temáticos hasta las grandes infraestructuras, etc. pero con escasas inversiones a favor de entornos que propicien el desarrollo tecnológico y la innovación en sus ámbitos territoriales.

4. En la misma línea en los últimos diez años se ha retrocedido en términos relativos en inversiones educación y en inversiones en I+D+I. Los efectos de este tipo de políticas se dejan sentir actualmente de forma muy negativa…. No falta mencionar los altos costes derivados de los retrasos en diseñar un modelo educativo y de investigación que sea fuertemente competitivo en términos internacionales.

5. La escasa entidad de las inversiones, políticas y apuestas en general por la sociedad de la información en España. Estar a la cola de la sociedad de la información en Europa tiene que conllevar costes importantes para la competitividad. La cultura de las empresas es pobre. Los casos de éxito escasísimos, mientras que los fracasos del pasado reciente han sido estrepitosos (Terra y compañía) y de una entidad capaz de desmoralizar a nuevos inversores y empresas en este sector.

6. Mientras, los países emergentes no sólo se aprovechan de la competitividad derivada de sus ventajas salariales, apuestan por sectores de tecnologías emergentes capaces de protagonizar olas tecnológicas de entidad en los próximos años. La biotecnología, la nanotecnología, entre otros es fomentada en países como China, Corea, Australia, Israel, la India… Mientras en España continuamos autocomplaciéndonos de que, pese a la elevación de los tipos de interés, continue firme la demanda de viviendas y de hipotecas.

Sí, hay que despertar la inteligencia para crear políticas encaminadas al desarrollo de la cultura de la productividad y competitividad. Es urgente. Y también hay que fomentar la comprensión y las oportunidades asociadas a la innovación tecnológica. Y no dejar para otro año la construcción del mejor de los sistemas educativos y de investigación de Europa. Esos son los retos. Una lástima que en España apenas se hable de ellos.

Mediáticamente secuestrados por un debate político pobre, y por una economía deslumbrada por el pelotazo de las constructoras y el nacionalismo de las eléctricas, nadie percibe que corremos el riesgo de morir de éxito. Amén.

Algunos temas citados relacionados con la competitividad de la economía española:


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