En las reuniones de empresa o de empresas hay momentos en los que es mejor guardar un prudente y sabio silencio. Son ocasiones en las que no decir nada en absoluto adquiere mucho valor. Se adjudica a Aristóteles aquello de que «somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios«.
La sabiduría popular recomienda mantener la boca cerrada si no tienes nada bueno que decir y es que un simple desliz puede destruir todo lo que más deseamos y más hemos trabajado. En estos 10 momentos el silencio puede ser el mejor aliado profesional:
1. Cuando la otra parte de una negociación comienza debatiendo contra sí misma
A veces la gente entra en una espiral de malas tácticas de negociación. Terminan burlándose de sí mismos, tal vez hacen una oferta y luego rechazan su propia oferta porque piensan que no la aceptarán. Imagine un cliente que abra una conversación diciendo que entiende que no se puede reducir el precio de su producto antes de pedir alguna concesión más pequeña, y luego tal vez hasta convencerse de que incluso eso es demasiado pedir. Un ejemplo de este tipo de diálogos lo proporciona esta escena de la película La princesa prometida:
2. Cuando hayamos hecho una pregunta
Es horrible cuando preguntamos por algún consejo y lo que realmente queríamos decir era: «Vamos, avance rápido que quiero llegar a la parte en la que digo yo lo que pienso, en su lugar». Todos conocemos ese tipo de gente que hacen preguntas y sin acabar ya empiezan a auto-responderlas ellos mismos, o tratan de darte prisa junto con indicaciones verbales, «uh-huh, uh-huh, ya, ya, ya …»
3. Cuando la otra parte malinterpreta algo evidente o comete un error
No ponga de relieve meteduras de pata, errores, etc de la otra parte. No siempre se tiene la obligación de corregir los errores de otras personas. Guardar silencio no es una mala solución. Hay que dar tiempo a que estas personas reaccionen por ellas mismas y subsanen su error. No suele ser estratégico ir de listo, corrector de todo y persona que pone en evidencia a terceros a través de los errores que comenten.
4. Cuando no tenemos ni idea de lo que se está hablando
Hay que sentirse dueño y cómodo de nuestros silencios, especialmente cuando nuestras palabras sólo nos crean servidumbres. Si no tiene nada útil o de valor que decir mejor guardar un prudente y e inteligente silencio. Sonría enigmáticamente (como la Gioconda)El silencio es incómodo. Como resultado, la gente a menudo se apresura a hablar sin saber lo que habla o lo que dice.. Lo único que haremos es: o cometer errores o, poner más en evidencia nuestra ignorancia.
5. Cuando nos conviene que terceros hagan suyas nuestras ideas
Cuando se negocia, lo mejor es que la solución que a usted le conviene la proponga la otra parte o al menos un tercero. El presidente Harry S. Truman, sostenía que «una persona puede lograr casi cualquier cosa si no le importa quién se lleva el crédito«. Salirnos con la nuestra y que nuestras ideas las hagan suyas terceras personas suele ser muy sabio y muy rentable… Y para eso hay que saber guardar silencios en los momentos clave. Especialmente si nuestros interlocutores están en el camino de alcanzar la conclusión o resultado que nosotros tenemos en la cabeza. A veces, eso significa permanecer tranquilo, justo el tiempo suficiente para que alguien más piense en la solución que tenemos en la cabeza y que la proponga como suya.
6. Cuando nos jactamos, en lugar de compartir
7. Cuando un comentario u observación tiene que ver más con nuestro ego que con lo que realmente le interesa a la otra persona
A veces más por orgullo o celos hacemos comentarios que tienen a chafar las ideas o los planes de terceras personas. Está claro que no lo hacemos para ayudar. Aunque lo «vistamos» con esa apariencia (la de ayudar) es mejor guardar silencio.
Aportemos ideas y seamos amables si hay un sincero sentimiento de ayudar. de lo contrario mejor cerrar la boca. Nuestro ego, super-ego, nos puede jugar malas pasadas. Recordar la fórmula de Einstein entre ego y sabiduría (o conocimiento) de nuestra imagen de más arriba
8. Cuando se inicia una discusión pasional y escasamente racional
Muchas veces en las discusiones sociales sobre religión, política, sexo nadie escucha, todos piensan en reafirmar sus propias opiniones y creencias. Nadie gana estas discusiones, más bien todo lo contrario. Los cuerpos se tensan, el cerebro no piensa parecemos leones en lucha más que personas,,, Si se inicia cualquier tipo de discusión y predominan los elementos pasionales o meramente personales sobre la razón, mejor parar la discusión; una retirada «diplomática» que evite la escalada será inteligente, disciplinarse en el silencio y guardar para nuestro ámbito más privado nuestras creencias, sentimientos, ideologías… Por supuesto si la discusión la llevan a cabo terceras personas, mejor no inmiscuirse.
9. Cuando estamos aburriendo claramente a la gente
En esos casos mejor abstenerse de contar historias por muy simpáticas y divertidas que parezcan. Ante el más mínimo bostezo, mirada al reloj o a la puerta conviene darnos por aludidos interrumpió su desarrollo, envolver las cosas, y dejar de hablar.Suele suceder a menudo a los que se creen que tienen»el don de la labia». Hablan de todo, de su vida, de su infancia, de su mujer, de sus hijos, de su equipo de fútbol.. A veces no toca, no es el momento. Al ese tipo de gente bien no le interesa, están cansados, quieren irse…
10. El valor del silencio: desde cuando comenzamos una exposición hasta cuando no nos conviene hablar
Sí ha leído bien. Es una forma de tomar conciencia del valor de los silencios, para conectar, incluso en un momento específico en el que todo el mundo fija la atención en usted. Pruebe antes de empezar a hablar en un discurso o presentación practicar una larga e incómoda pausa. Es un truco que funciona y por lo general genera resultados inesperados… Suele suceder que la audiencia se quede expectante y conecte 100% con usted. Seguro que se preocuparán sobre si usted ha perdido sus notas, está a punto de desplomarse de un ataque de pánico, tiene un vacío mental, ha perdido la voz etc. Es el valor del silencio en un momento clave. Compruebe que, al empezar a hablar, habrá acaparado la atención mucho mejor y tendrá por lo menos a parte del auditorio de su lado, feliz de que al menos no se han sido testigos de un colapso vergonzoso…
El valor de los silencios es elevadísimo en multitud de ocasiones. Hay momentos contrapuestos en los que no tenemos que dar ningún discurso. Pero terceros se empeñan en que hablemos. No toca. Dejemos que sean terceros los que se pongan nerviosos con nuestros silencios. Sonriamos, pongámonos reflexivos, pensantes, pero no soltemos palabra… Guardar silencio en momentos concretos genera mucho valor. No los desaproveche. Hay mucha maestría en el arte de saber guardar silencio. Conozco a personas muy inteligentes que hablan poco, y cuando lo hablan lo hacen con contundencia y autoridad. Con sabiduría, sintetizando e integrando opiniones, pacificando, motivando, reconociendo… Y llegan a ello a través de grandes silencios… Algunas veces el silencio es la mejor respuesta.