Cerca de las 10h llegamos a Matallana y enseguida el autobús nos trasladó a la cueva de Valporquero. La cueva se encuentra en la provincia de León, a 1300m de altitud, situada debajo del pueblo que lleva su mismo nombre. Hicimos por su interior un recorrido de más de 2,4Km subiendo y bajando escalones por una vereda bien marcada y bien iluminada. La temperatura era de 7ºC y la humedad relativa del 99%. Tiene varias salas o espacios amplios a los que les han puesto nombres muy sugerentes como sala de las Maravillas, situada al fondo de un largo y alto pasadizo al que denominan Gran Vía. Durante todo el recorrido se pueden apreciar las enormes estalactitas y estalagmitas, que a veces toman formas muy curiosas y que realmente son el reclamo turístico de la cueva.
Después de la visita y de descansar un rato, pues alguno de los viajeros terminamos algo extenuados (subimos y bajamos 486 escalones), nos llevaron a comer al Restaurante El Molino de la Ropería, situado en Vegacervera a orillas de un rio. El menú estaba compuesto por platos típicos de la zona. Primero ensalada de cecina de chivo, después patatas con ciervo y de postre dulce de leche. No estuvo nada mal, sobre todo las patatas guisadas con carne de ciervo.
Al terminar de comer volvimos a coger el tren en Matallana y viaje a León a donde llegamos a las 5,30h de la tarde. La visita a León fue muy breve. Vimos por fuera la basílica de San Isidoro, sin poder bajar a ver el Panteón Real y sus famosas pinturas románicas, y después la catedral de Santa María con sus luminosas vidrieras, ya restauradas y limpias en su mayor parte. Nos dieron un poco de tiempo libre que aprovechamos para dar un paseo por el centro comercial de la ciudad y acercarnos a la Casa Botines, en cuyo entorno se había formado un campamento de indignados del movimiento 15M. Había mucha gente y muy buen ambiente.
Para cenar nos llevaron a Valdemimbre, un pueblo situado a 25Km de León, cuna del vino Prieto Picudo, denominación de origen Tierra de León. Hay un montón de cuevas en el pueblo que estuvieron en tiempos dedicadas a la elaboración y conservación del vino y que hoy se han reconvertido en restaurantes típicos. Fuimos a la Cueva del Túnel donde nos dieron, además del vino que estaba exquisito, unos platos típicos, también de la zona, a base de morcilla negra, chorizos y tortilla guisada. Para mí lo mejor fue el postre, unos hojaldres con crema muy buenos a los que el vino acompañaba de maravilla. Después, a dormir al tren, en León. Durante el trayecto de vuelta en el autobús, hubo apuestas entre los viajeros a ver quien dormía mejor esa noche. Muchos pensamos que el Prieto Picudo iba a ayudar lo suyo.