El gran debate sobre la innovación disruptiva (Christensen-Lepore)

Hay un debate apasionante y muy importante en el mundo sobre si las estructuras de las grandes organizaciones empresariales son idóneas para generar o desarrollar con éxito innovaciones disruptivas. El profesor Clayton Christensen, uno de los pensadores más influyentes del mundo en materia de innovación ha estado en el centro del debate estas dos últimas semanas. Sus aclaraciones (al final de este artículo) son del mayor interés.

 

 

El propio Clayton Christensen (Clayton Christensen en wikipedia), padre de la teoría disruptiva podría estar admitiendo que estaba equivocado sobre su concepción sobre la innovación, o al menos sus soluciones. Además del ataque realizado a su teoría de la innovación disruptiva en The New Yorker, en su último artículo publicado en Harvard Business Review reconoció que su «Solución de los innovadores» también podría estar equivocada.

La relevancia de las aportaciones sobre la Innovación de Clayton Christensen

Cada pocos años se publica un libro que cambia profundamente el modo en el que las empresas piensan acerca del trabajo que realizan. En los últimos años, en el mundo de las nuevas empresas tecnológicas ha triunfado The Lean Startup. Sin embargo, entre las personas encargadas de entender cómo influyen las iniciativas de innovación en sus empresas, uno de los libros más impactantes es El dilema de los innovadores (1997), del Profesor Clayton Christensen de la Escuela de Negocios de Harvard.

El dilema de los innovadores disponible online

 

Este libro describe la teoría de Christensen acerca de por qué las grandes empresas consolidadas  acaban por ser superadas por otras más pequeñas; e introdujo el concepto de innovación disruptiva.

En pocas palabras, teoriza que las pequeñas empresas pueden perturbar el mercado de las grandes empresas sacando una nueva versión de un producto que apela más a un subconjunto de la clientela.

En muchos casos, la pequeña compañía lanza una nueva tecnología que es inferior en calidad o rendimiento a la de la gran empresa, pero lo compensa de algún modo, con un precio más bajo u otra ventaja.

Sin embargo, el aspecto importante de la teoría que la mayoría de los debates ignoran es que, mientras está sucediendo, la gerencia cree que está tomando la decisión adecuada al permitir a las nuevas empresas hacerse con la gama baja del mercado. El motivo es que el extremo inferior del mercado suele ser el menos rentable y, eliminándolo de su base de clientes, las grandes empresas se vuelven en realidad cada vez más rentables (aunque no necesariamente obtienen más beneficios).

Dado que a los líderes empresariales se les enseña habitualmente que aumentar la rentabilidad es el santo grial de la gestión, tiene sentido que permitan que un tercero se haga con el mercado de baja gama.

La crítica de Jill Lepore en The New Yorker

La teoría de Christensen pilló al mundo por sorpresa, al explicar aparentemente la evolución de las empresas y proporcionar pruebas a los defensores de la innovación de que todas las empresas deben renovarse o morir, o finalmente serán expulsadas del mercado por una joven empresa recién llegada. También se consideró bastante indiscutible en las últimas décadas, lo que pareció enfurecer a Jill Lepore, de The New Yorker, que escribió un artículo mordaz en el que declara que la teoría descrita en El dilema de los innovadores no tenía una base sólida y está fundamentada en pruebas más bien inciertas.

Sus principales argumentos parecen ser dos:

  • 1. Los casos de estudio utilizados por Christensen en su libro en realidad no muestran ninguna alteración originada por los recién llegados. En algunos casos, las empresas que seenumeran como nuevos actores del mercado son vástagos de empresas ya existentes. Y en la mayoría de los casos, las grandes empresas que figuran en el listado como si hubieran sido expulsadas del mercado todavía existen hoy en día, siendo aún, en algunos casos, las más grandes del mercado.
  • 2. Para que un modelo funcione, debe tener capacidad de predicción, algo que la teoría de la innovación disruptiva no tiene. Lepore señala cómo Christensen predijo que el iPhonefracasaría y cómo un fondo de inversión seleccionado entre las tecnologías disruptivas cayó mucho más que el NASDAQ en menos de un año desde su presentación.

Sobre todo, aunque muy bien escrito y contrastado, el artículo parece un ataque personal contra el profesor Christensen y la idea de que la innovación equivale a progreso. No llega a llamarle mentiroso, pero parece que la publicación del artículo lo ofendió profundamente.

La respuesta de Christensen

En una entrevista telefónica para Businessweek, el profesor Christensen devuelve el golpe a algunas de las interpretaciones que hace Lepore acerca de los estudios de caso del libro, destacando que si bien algunas de las empresas mencionadas todavía son actores principales en sus respectivos mercados, su base de negocio y clientela han cambiado, mientras que otras compañías se han visto obligadas a abandonar el mercado.

No obstante, el argumento principal de Christensen es que el libro analizado por Lepore se escribió en 1997 y que todos los puntos mencionados por Lepore ya han sido resueltos y actualizados en libros y artículos publicados posteriormente en los últimos 17 años.

La teoría continúa evolucionando y cambiando a medida que se investigan nuevos métodos causales y pruebas. De hecho, como adelanto de su último artículo para Harvard Business Review (junio de 2014), Christensen y sus coautores hicieron una revelación sorprendente: que se habían equivocado en su libro La solución de los innovadores al sugerir una solución para el dilema del innovador.

En este libro de 2003, Christensen y sus colaboradores sugirieron que el modo en el que las grandes empresas podían luchar para no ser expulsadas del mercado era tener unidades de negocio independientes que pudieran desarrollar innovaciones sin ser aniquiladas por la mentalidad de gestión actual.

En cambio, en la última actualización que Christensen ha realizado a su teoría dice que la innovación sólo puede florecer en una organización grande si la gestión y el liderazgo están basando sus decisiones en las métricas correctas.

En el clima actual, la mayoría de las decisiones de gestión están destinadas, en última instancia, a mantener contentos a los accionistas, quienes por lo general tienen un interés a corto plazo (menos de 1 año). Las métricas que mantienen a estas personas felices son los beneficios, una gran rentabilidad económica (R.E.) y una elevada tasa interna de retorno (TIR). El problema es que una de las maneras más fáciles de mejorar esas métricas es eliminar los costes y los activos de la organización. Eso es fantástico para obtener una rentabilidad a corto plazo, pero inhibe considerablemente la inversión en innovaciones inciertas o potencialmente arriesgadas (que incrementarían los activos) y, por lo tanto, limita el crecimiento futuro de la empresa.

El nuevo consejo de Christensen es sorprendentemente simple: Educar a los administradores para que tengan en cuenta el impacto de sus decisiones sobre el cliente y no sobre los accionistas. El impacto no financiero de sus programas, tanto de la reducción de costes como del desarrollo de la innovación, debería desempeñar un papel clave en la asignación de recursos. En definitiva, ¿qué podemos aprender de todo esto? Debemos tratar la innovación disruptiva como lo que es: una teoría sobre cómo la innovación influye en las empresas y los mercados, y no como una metodología para el éxito. La gran mayoría de las empresas que tratan de innovar perturbando activamente un mercado, en realidad, están llevando a cabo una innovación equivocada y probablemente fracasarán. Los clientes eligen qué innovaciones valoran, por lo que hay que centrarse en el cliente en lugar de en la competencia para tener mayores posibilidades de éxito.

Fuente del artículo original:
http://www.innovationexcellence.com/blog/2014/07/02/did-clayton-christensen-really-just-
admit-he-was-wrong-about-innovation/


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