La plaza de los Teobaldos es el punto de partida que escogimos para comenzar la visita. Allí se encuentra el Parador de Turismo Príncipe de Viana ocupando parte de un palacio del siglo XV. A la derecha según miras a la portada del parador está la iglesia de Santa María La Real, construida en el siglo XIII, que tiene uno de los conjuntos escultóricos más destacados del arte religioso navarro. Detrás y pegado a ésta se encuentra el Castillo-Palacio de los Reyes de Navarra, construcción grandiosa del siglo XIV promovida por el rey Carlos III en estilo gótico francés, bastante asimétrica en su planta y trazado pero monumental, con dos magnificas torres, la del Homenaje y la de las Tres Coronas, y con los espacios interiores muy bien definidos.
Un poco más allá, siguiendo la ruta medieval y después de pasar por varias calles en las que los puestos de venta de productos artesanales se alternaban con halconeros mostrando aves rapaces, juglares contando historias para niños, tahúres y magos haciendo juegos con naipes y dados, llegamos a una plaza ajardinada, pequeña, donde se encuentra la iglesia de San Pedro, con una bellísima portada románica del siglo XII. En esa plaza me llamaron la atención dos atracciones que hacían las delicias de los niños. Una de ellas la constituía un alfarero moldeando vasijas de barro en un rústico torno accionado a pedal. Antes de culminar la forma de la vasija, dejaba que alguno de los niños introdujera sus manos en el torno para darle la forma final. La cara de los niños observando la labor del alfarero y las sonrisas que desplegaban cuando se marchaban ufanos con la vasija que les había ofrecido el artesano eran la verdadera atracción que te hacía permanecer allí un largo rato. La otra atracción era un tiovivo artesanal, pequeño, en el que podían montarse no más de cinco niños a la vez y que era accionado a pedales por una señora vestida de buhonera.
Comimos en el Parador de Turismo. Nos ofrecieron un menú medieval pero era demasiado opulento, asados y cosas así, y nos decidimos por algo más sencillo. Pedimos unos cardos con bechamel y unos pimientos rellenos de rape que estaban riquísimos. Después de comer, visitamos el Museo de la Viña y del Vino de Navarra. Era visita obligada ya que Olite es la capital del vino de Navarra. Está en la misma plaza de los Teobaldos, justo al lado de la Oficina de Turismo. Es un museo moderno e interactivo. Tiene varias plantas, cada una de ellas dedicada a un motivo diferente. Una planta está dedicada a las viñas, explicando los tipos de tareas que requieren, en qué consiste la vendimia, los tipos de uva que se producen en Navarra… En otra planta se explica la elaboración del vino, la bodega tradicional, la bodega moderna, la crianza, el embotellado y en general todo lo relacionado con los pasos necesarios que hay que dar para convertir la uva en una botella de buen vino que vas a descorchar para beber acompañando una buena comida o simplemente en compañía de unos buenos amigos. La tercera planta, que fue la que más me gustó, está dedicada a “el vino y los sentidos“. El olfato, el gusto y la vista están presentes a la hora de valorar un buen vino por su aroma, su sabor y su color.
Al salir del museo y antes de efectuar el regreso a Pamplona quise comprar alguna botella de vino de la tierra. Para mi sorpresa y después de buscar mucho y preguntar a las gentes del lugar tan sólo encontré una tienda, que parecía de ultramarinos, en la que vendían vino junto con otras muchas cosas, y en la que además la mayoría de vino que tenían era de Rioja o de la Ribera del Duero. Compré dos botellas de Bodegas Ochoa, denominación de origen Navarra, una, un crianza que nos bebimos esa misma noche y estaba riquísimo y la otra, un reserva que todavía conservo para beberla en una ocasión especial.
Nosotros también disfrutamos de una jornada durante la semana medieval de Olite hace unos años, cuando regresábamos de Inglaterra en coche a finales de agosto y hicimos descanso una noche en un hotelito rural al lado de la plaza. Nos sorprendió el ambiente y el enfoque tan didáctico de la feria medieval. Y nos encontramos al actor Alfredo Landa también disfrutando del evento. Cuando les dijimos a los niños que era un actor famoso, le pidieron su autógrafo aunque no tenían idea quién era claro, y se hicieron una foto con el 🙂