A Sigüenza en tren medieval

Sigüenza, en la provincia de Guadalajara, es una ciudad que todavía conserva cierto aire medieval a pesar de que sus edificios más emblemáticos, como la catedral y el castillo, fueron parcialmente destruidos durante la guerra civil española. Una esmerada reconstrucción y un apoyo por parte de las distintas administraciones han conseguido mantener a la ciudad como destino turístico. Prueba de ello es el “tren medieval” que Renfe pone en funcionamiento todos los sábados de primavera y otoño desde la estación de Chamartín de Madrid con salida a las 10h y regreso a las 18h.
En el tren, el ambiente medieval lo provocan un grupo de actores que vestidos “ad hoc” amenizan el viaje cantando y tocando flautas y tamboriles, así como contando relatos que hacen referencia a la historia de Sigüenza. Con su actuación y un poco de imaginación por parte del viajero, te introducen a lo que va a ser la visita guiada por la ciudad.
La catedral de Santa María de Sigüenza empezó a construirse en el siglo XII y prácticamente no terminó hasta el siglo XVI; en el XVIII se completaron algunos detalles ornamentales, por lo que en la catedral se pueden contemplar elementos del románico, del gótico y neoclásicos. Lo que más me impresionó fueron sus dos grandes torres de planta cuadrada y de unos cuarenta metros de altura, situadas a ambos lados de la fachada principal, que le dan un imponente aspecto de castillo fortaleza. La puerta del Mercado, que da a una bonita plaza porticada mandada construir por el cardenal Mendoza, donde está el Ayuntamiento y en la que se establecen los puestos de venta de productos artesanales, es la que más integra a la catedral con la ciudad. El sábado que estuvimos había en la plaza un ambiente muy festivo provocado por los artesanos y por una concentración de coches antiguos. Pero lo más valioso que posee la catedral es el sepulcro de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza. Está situado en la capilla de los Arce, noble familia seguntina. El Doncel murió muy joven, en el año 1486, batallando en la guerra de Granada al servicio de los Reyes Católicos y la escultura que lo representa en su sepulcro de alabastro, medio tumbado y leyendo un libro, ha llegado a convertirse en el símbolo de la ciudad de Sigüenza. Su contemplación me hizo recordar que esa imagen, la del soldado lector, fue utilizada para ilustrar los libros de texto de la asignatura del bachillerato Formación del Espíritu Nacional en la época del franquismo.
La casa del Doncel, llamada así porque fue habitada por los Vázquez de Arce, está a media cuesta en la subida al castillo. Pertenece a la Universidad de Alcalá, lo que pone de manifiesto la influencia cultural que siempre ha tenido esta Universidad en Sigüenza a pesar de que administrativamente pertenezca a Castilla-La Mancha. Actualmente la casa alberga un pequeño museo estando algunas dependencias habilitadas como aulas para la impartición de cursos de verano. Casi enfrente de la casa del Doncel está la iglesia de San Vicente Mártir, en la que merece la pena pararse un rato para contemplar su fachada románica, totalmente asimétrica, encarada a una calleja que en otros tiempos conducía al barrio judío situado varias calles más abajo.
El castillo, en lo alto de la ciudad, está totalmente reconstruido y alberga actualmente un Parador Nacional de Turismo. Allí almorzamos, no demasiado bien pues el restaurante estaba muy concurrido y se notaba demasiado que los platos estaban previamente preparados y recalentados un momento antes de ponerlos en la mesa.
Antes de coger el tren de regreso a Madrid pasamos un momento por el Convento de Las Clarisas que está situado en La Alameda, un bonito paseo en la ribera del rio Henares, para comprar unas típicas pastas seguntinas elaboradas por las monjas que, aunque se adquieren a través de un discreto torno, están envasadas y presentadas como si de una moderna pastelería industrial se tratara.

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