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Salamanca. Torres, cúpulas, claustros y pinchos
Durante mi estancia en Salamanca visité otros claustros, como el de La Clerecía. Un claustro barroco, grandioso, con gigantescas columnas, que siendo fiel a su nombre, Claustro de los Estudios, es hoy como el patio principal de las dependencias de la Universidad Pontificia que actualmente y desde su fundación en 1940 ocupa el edificio. El claustro de los Reyes, en el convento de San Esteban de los padres dominicos, es un claustro plateresco como el de Las Dueñas pero con estilizados capiteles. Una majestuosa escalera comunica con la galería alta en la que se exponen diversos motivos alusivos a la misión evangelizadora que esta orden religiosa protagonizó entre los indígenas del Nuevo Mundo. A la entrada de este convento, que por cierto tiene una fachada plateresca espectacular, también hay presencia universitaria. Una placa recuerda a Fray Diego de Deza, amigo y defensor de Cristóbal Colón, como “gloria de la Orden de Santo Domingo y de la Universidad de Salamanca”.
También visité otros claustros o más bien patios como el del Palacio Fonseca o el de la Casa de las Conchas, pero el patio más impresionante que tiene Salamanca es su Plaza Mayor. Es el centro neurálgico y casi geográfico de la ciudad. Bajo sus arcadas no se encuentran capillas o accesos a dependencias religiosas sino los mejores bares de pinchos del centro de la ciudad: “El reloj de la plaza”, “El Real”, “Cervantes”, “Plaza 23” y un poquito retirado “Bambú”. Bares muy frecuentados por los salmantinos y el último especialmente por estudiantes en los que con tres o cuatro pinchos a un precio muy razonable puedes considerarte sobradamente cenado. Después de tomar unas deliciosas tostas, una costillita y un estupendo revuelto, entré para terminar la noche en el Café Novelty, situado también bajo los soportales justo al lado del Ayuntamiento. El Café estuvo frecuentado en su día por intelectuales y literatos como Miguel de Unamuno o Gonzalo Torrente Ballester al que le han guardado su rincón preferido con una escultura que lo representa sentado en el sitio. Desafortunadamente ese día Torrente Ballester no estaba en su sitio y me quedé con las ganas de verle. Un camarero me dijo que el Instituto Cervantes se lo había llevado en préstamo a una exposición en Alemania. Otra vez será.