Bebé prematuro y arrancando el covid: marzo 2020
Cada post parto es un mundo y en cada momento un sentimiento, hoy quiero compartir con todas el post parto de mi segundo hijo.
Con Carmen en brazos tras dormirla y a oscuras en la cama mientras mi marido duerme a Mateo (el Mayor de 3 años) y con los ojos empañados os cuento como fue mi post parto en marzo de 2020, cuando Carmen decidía adelantarse y nacer en la semana 34.
Tras un parto rápido, donde ni la medicación para parar el parto, no la epidural hicieron su efecto… al nacer, no llegamos tampoco al paritorio, a Carmen me la pusieron 2 segundos encima y rápido se la llevaron, mi marido con la bebe intentando ver todo lo que le hacían, le pasaba y nos contaban.
Todo rápido, silencios que se hacían eternos. Y mientras, a mí, temblándome las piernas como nunca antes, empezaba la epidural a hacer efecto. Me limpiaban, extraían placenta y yo veía “a lo lejos” la máquina donde estaban pesando a Carmen, esperando a que tomase una frecuencia buena y confirmado que la bebe estaba perfecta y no necesitaba respiración ni nada. Se iba a la incubadora por protocolo, Antes de la semana 35 no dan el alta a ningún bebé. Por peso, estábamos bien, nació con 2,300kg.
Las miradas con mi marido eran conversaciones de media noche, profundas y solo nuestras. Yo lloraba, no me lo creía, no la veía, no la tenía conmigo… solo quería que me dijesen muchas veces que estaba bien, que todo estaba bien.
Carmen aún no tenía ni nombre, entonces cuando todo estaba bien… vino mi marido, me cogió de la mano y juntos decidimos que no podía ser otro que Carmen, como las matronas que nos habían atendido, como la Bis (que nos dejaría un par de meses más tarde) pero sobretodo, Carmen, luchadora.
4 horas eternas. Me decían que me estimulase los pezones. ¿Cómo si no tengo a mi bebé? No me dejaban subir a las incubadoras, yo solo quería estar con ella. Pero decían que tenía que esperar a echar la anestesia. Fueron muy largas, las horas más largas de mi vida (pensé en ese momento, que no sabía lo que venía días más tarde)
Sacaleches en mano, escaleras para arriba pude estar con Carmen. La incubadora era como un muro de hormigón, yo solo quería cogerla, era pequeña pequeña pero quería tenerla conmigo. Solo lloraba y me echaba la culpa de haber parido antes de tiempo.
Entonces llegó la primera noche, con covid en marcha (esto fue 9 de marzo) y otro bebé en casa, mi hermana se queda conmigo y mi marido se viene con Mateo. Subía cada 3 horas a estar 1 hora con Carmen, no me ponían límite, me molestaba que la ginecóloga quisiese revisarme, o que las enfermeras me hiciesen bajar.
Intente fingir que estaba mal, no quería que me diesen el alta. Carmen se quedaba allí y yo me iba. ¿Iba a abandonar a mi bebé? Sí, eso sentía. Pero también sentía que mi otro bebé, al que había hecho mayor, le teníamos que mimar y preparar mucho y muy bien para lo que venía. Dormimos los dos con él en la cama, no le contamos que Carmen había nacido, montamos la cuna con él, le hicimos partícipe de todo aún más que meses atrás porque sabíamos que en 3-5 días estábamos los 4 en casa.
Entonces llego, me dieron el alta. Salí del hospital hacia la guardería, llorando como nunca. Nerviosa por ver a Mateo y abrazarle fuerte fuerte. No sé de dónde saque las fuerzas esas semanas, pero se sacan.
Mi marido se volvió al hospital, yo en casa con Mateo. Y ahora sí, las horas de esa noche no pasaban, los minutos eran horas. Yo solo quería que sonase el despertador para irme al hospital y estar todo el día con ella.
Los primeros 15 días fueron eternos, el covid no hacía más que subir. Nosotros traíamos a una bebe prematura a casa, ambulatorios bajo mínimos, todo saturado… blindamos la casa, no salíamos a comprar, nada. Necesitábamos que pasasen 15 días y saber que no estábamos contagiados, que casa era estar seguros.
Un post parto de miedo absoluto, de crear un búnker, de no pasear, no salir, no presentar… pero, un post parto increíble… los 4 juntos, sin visitas, uno con cada hijo, nada de regalos para uno y nada para otro, nada de 10000000 veces preguntarle a Mateo que siente por ser hermano mayor, nada de todo eso.
Un post parto donde la lactancia no ha sido nada fácil, donde la bebe se dormía, no tenía fuerza, la cogida de peso era muy muy lenta… llegue a obsesionarme con el peso de bebé, cada rato la pesaba.
Teníamos miedo. Mucho miedo. Era volver a ser primerizos. Creía que se me rompía y solo pensar en que no cogiese peso o se constipase y nos la ingresasen… hacía que rompiese a llorar.
Comía como si no hubiese mañana, los kilos me daban igual, no veía más que cachorros hiper delicados que necesitaban mimos y mimos de sus padres. Todos!
Y así pasamos, un post parto que empieza a asomar ahora, 7 meses después. Cuando tras sesiones de psicólogo, muchos ratos y charlas con la gente que te quiere y sobretodo muchos abrazos de mi marido y mis hijos… me doy cuenta que no estoy loca, que simplemente he sido madre en tiempos de Covid de un bebé prematuro y que todas las que sois madres, lo habéis sido en estas fechas o lo vais a ser pronto, seguro sabéis lo que estoy escribiendo.
Y, con lágrimas en los ojos y abrazando fuerte a Carmen sobre el pecho solo puedo mandar ánimo, todo. Porque este post parto en pandemia ha sido todo un mundo, los sentimientos cruzados, las culpas y los miedos han pesado muchísimo y el sentimiento de leones nos ha hecho cuidar a nuestra manada y saber que ahora y siempre estarán por encima de todo y, si alguien los toca, como madre leona… seguiré actuando.
María P.
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