Yo te lo cuento: este fue mi post parto

Una de las primeras cosas que pensé cuando llegue a casa fue… que me pasa? Porque nadie me había dicho que iba a estar así?

Llegábamos a casa tras 3 días de infinitas visitas al hospital, de no descansar absolutamente nada, de todo el que venía (desde su buena intención siempre) te daba una opinión, hacia un juicio o te había alguna pregunta que dejaba de ser incómoda de tanto que la contestabas.

Mi cuñada, ella sabía supongo por lo que iba o íbamos a pasar, se encargo de preparar una puerta Preciosa con globos y dibujos de Olivia para dar la bienvenida al primo.

Al salir del ascensor, rompí a llorar.

Foto: www.freepik.com

La casa estaba como la habíamos dejado pero limpia jajaja (habíamos pedido a la chica que viniese) pero, en cruzar la puerta, es como si se hubiese convertido en un hogar diferente, una familia ahora distinta pero el amor rebotaba de pared a pared y yo no hacía más que llorar.

– ¿Qué pasa mi vida? Estas bien? – pregunta mi marido cada rato que yo me derrumbaba. Si sí, supongo que sí, pero solo lloro.

No me entendía ni yo. Se me ocurrió pesarme, no me reconocía. Se me ocurrió coger un espejo a los 2-3 días para ver todos esos puntos… no me lo podía creer. Tenía que sentarme cobre cojines del dolor que suponía sentarme. Y lloraba, y lloraba. ¿Por qué? Aún no lo sé.

Entonces llegaron los timbres, la gente al principio avisaba, luego ya ni eso, aparecían. Llego un momento que no podía ni ducharme sola porque me mareaba de la anemia que tenía pero me sentía en la obligación de preparar un bizcocho de manzana porque vendrían a tomar café. Quería tener cerveza en la nevera, bolsas y bolsas de frutos secos, bizcocho o algo para el café… pero ¿y yo?

Más de 1 mes duro esta situación. Además, los puntos se abriendo, la anemia tuvo que ser medicada y el agotamiento era cada vez mayor. Pero, las visitas no cesaban. Intentaba pensar que tenía que estar feliz de toda la gente que quería compartir este momento con nosotros; pero hoy, tras otro post parto totalmente opuesto, confinados y sin poder ni asomarnos a la puerta o ventana, porque nadie estaría al otro lado, he de decir que se puede estar de mil maneras, ayudar de otras cien mil formas y apoyar y ayudar a la familia recién parida de otra manera que no sentándose en el sofá a traer un detalle (que agradecía siempre muchísimo) y esperar que pase 1-2 horas contando la batalla del parto/enganche al pecho / noches eternas…

Pasaba el mes, yo sin estar recuperada y mi marido tenía que volver. Me quedaba “sola” ante el peligro. Volvían los miedos y con ellos, los llantos.

Gracias mi vida por haberme entendido así, abrazado con esa fuerza y guiado siempre con tanta paciencia. Mi post parto sin esta comprensión y cariño hubiese sido un infierno.

Ahora, 3 casi 4 años después. Con varias amigas y familiares embarazados por primera vez y leyendo uno de los libros que tantas ganas tenia, quiero compartir que ser madre es lo más maravilloso que he vivido pero, quizá… el post parto es lo más duro que he vivido también. Más que el parto, más que los puntos, más que las mastitis, más que… no se me ocurre, pero sí, lo peor de la maternidad, desde mi punto de vista, es el post parto. Y, si tuviese otro hijo, que no lo sé, no sé si me prepararía para el parto, pero lo que se seguro es que me prepararía mucho mucho mucho para el post parto.

María P.

Lecturas relacionadas:

Añadir Comentario