Los beneficios de ayudar a nuestros hijos

La importancia de la inteligencia emocional en el aprendizaje y la crianza

La investigación confirma los beneficios de ayudar a nuestros hijos en edades muy jóvenes. De acuerdo con varios estudios, los niños preescolares que participan en programas de habilidades socio-emocionales presentan menos agresividad y ansiedad y solucionan los problemas más fácilmente.

Si bien estos resultados pueden crear un mejor entorno en el aula, los beneficios de ayudar a nuestros hijos no se quedan ahí: la conducta prosocial (actos realizados para beneficiar a otros) en la primera infancia está fuertemente vinculada con el rendimiento académico futuro y la salud mental.

En otras palabras, cuando los niños aprenden a calmarse, usar el lenguaje para expresar sus emociones y tratar a los demás con amabilidad, están sentando las bases para su éxito y bienestar futuro.

Lo que los padres y profesores pueden hacer:

1. Nombrar las emociones

Los terapeutas escuchan a los pacientes y luego vuelven a reflejar por escrito lo que escuchan como una manera de fortalecer la auto-comprensión de los pacientes.
Los niños tienen habilidades de lenguaje expresivo muy limitadas, pero los padres y profesores pueden «escuchar» su comportamiento -ya sea gritar, empujar o llorar- refléjarlo de vuelta (como los terapeutas) y ayúdarles a poner un nombre a lo que están sintiendo.

Por ejemplo: 
«Estás triste. La abuela se ha ido a su casa y tú no querías que se marchara. Estás tan, tan triste».
«Eres feliz. Tienes un gran globo y estás saltando sin parar porque estás feliz».
«Estás agresivo. Tu hermano pequeño te rompió el juguete y estás muy agresivo».

Los niños maduran, y puedes introducir pequeños matices poco a poco que irán construyendo su vocabulario emocional. «Pareces frustrado. Has trabajado tanto en construir esa torre para que ahora se caiga. Es decepcionante.»
«Te has sorprendido. Ese trueno ha sonado muy fuerte y te ha impresionado».

2. Normalizar las emociones

Las emociones no deben clasificarse como buenas o malas.
Aún así, algunas emociones fuertes pueden asustar a los niños por lo que normalizar su respuesta -ayudarles a ver que todo el mundo puede sentirse enfadado, triste, asustado, etc- puede consolarlos y construir sus habilidades para tomar perspectiva.

Después de que el niño se haya calmado, repasar la situación y resumirla brevemente, incluyendo la forma en la que ha respondido. Recordarles entonces que todo el mundo -incluído tú- se siente así a veces.

Por ejemplo:
«Cuando la abuela se fue esta mañana te pusiste muy triste. Pataleaste y lloraste. Querías que la abuela se quedara para jugar contigo. Todo el mundo se siente triste a veces. Yo también me sentí triste cuando la abuela se fue. Me gusta hablar con ella y mirarla mientras lee cuentos para ti. Es triste cuando la gente dice adiós. ¿Quieres llamarla mañana para saludarla o hacerle un dibujo?».

3. Desarrollar estrategias

El algún momento todo el mundo nos damos cuenta que una rabieta en medio de (donde sea) no es una buena elección, pero eso no significa que no nos sintamos frustrados y atrapados muchas veces. No siempre podemos controlar lo que sentimos, pero sí la manera en la que expresamos nuestras emociones.

Acerca de cómo los niños pueden responder al estrés emocional todo consejo sirve. Desde «Cuando te sientes tan enfadado que solo quieres gritar, respira hondo y cuenta hasta 10» hasta «Pedir perdón es el primer paso, ¿qué puedes hacer para que no te vuelva a pasar?» o hasta «Date una vuelta y en un rato volvemos a tratar el tema».

Si un niño está luchando con un comportamiento agresivo en particular ayúdale a verbalizar lo que puede y no puede hacer.

Por ejemplo: 
«Cuando me enfado no puedo golpear a mi hermano pero puedo pisar mis pies o apretar una bola». También puedes moldear la conexión entre estado de ánimo y vida saludable: «A veces cuando estoy frustrado me como un par de manzanas o me tomo una siesta que me ayude a sentirme mejor».

4. Leer imágenes

Las investigaciones indican que leer promueve la empatía. Para los más pequeños, los libros de imágenes ofrecen una herramienta adicional para la enseñanza de la alfabetización emocional: las ilustraciones les sirven como claves del contexto visual.

Cuando un acontecimiento feliz, frustrante o triste se produce en una historia, haz una pausa y mirar la imagen juntos. «Míralo, ¿Cómo crees que se siente ahora?». Examinad las expresiones faciales de los personajes, cómo están de pie, y lo que están haciendo. Emplea esta misma técnica cuando veis la tele o películas juntos.

Algunos autores que son especialmente hábiles en explorar y expresar emociones en el papel son Kevin Henkes, Patricia Polacco y Mo Willems.

5. Practicar el Mindfulness

Un principio clave de esta práctica es relajar tu cuerpo y mente y prestar atención a tu alrededor -sonidos, olores y figuras. Practica sentado tranquilamente con tus hijos o con tus alumnos durante 1 minuto -y luego compartir cada uno lo que vio y oyó. Tomar «paseos de escucha» por el parque o por el barrio. Y antes de ir a la cama -o al final de la jornada escolar- compartid los pequeños momentos que os hicieron felices.

Comparte tus pensamientos y reflexiones dejando un comentario. Yo, como siempre, te espero en la próxima. Un gran saludo y un abrazo, Andrea.

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2 Respuestas

  1. Assumpta Ricart 9 años ago
    • andreamendez 9 años ago

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