Ray Gosling ha muerto a los 74 años. Periodista, autor y locutor inglés, polémico y defensor de los derechos de los homosexuales, produjo más de 100 programas de TV y era un locutor habitual.
En su página web, esta mañana, The Independent dice que los grandes atributos de Ray Gosling eran su «valentía y curiosidad, así como una capacidad intuitiva para conectar con los entrevistados de cualquier clase u origen étnico».
Desde que tenía 60 años, Gosling había estado viviendo en una residencia. «Había pasado esos años terribles; y la edad me había pasado factura. Estaba perdiendo la coherencia, con dolor, desconcierto y rabia algunos días”.
Al anunciar su muerte en el programa Today de la BBC esta mañana, emitieron un vídeo de una entrevista suya de hace un tiempo. «Tenía algo que decir cuando era joven», dijo, «y sigo teniendo algo que decir ahora que soy viejo».
¡La frase de hoy! Si se ha sido un comunicador la mayor parte de la vida, es duro tener que renunciar a ello. Es cierto para Gosling quien, en lo que él consideraba su vejez, continuó haciendo alguna locución; y es cierto también para otras personas nada famosas y dotadas con un talento mucho más modesto, como yo.
Hay varios problemas: qué decir, a quién decírselo y si tiene algún sentido decirlo en definitiva. ¿Qué decir? La edad trae consigo una desconexión. Nosotros y nuestros valores y creencias estaban de moda hace medio siglo, más o menos. El mundo ha cambiado desde entonces. El culto del individualismo y el poder del comercio reivindican y definen las actitudes sociales de muchas personas. La religión se ha visto empujada a los márgenes del pensamiento, y la política se ha convertido en una palabra fea. ¿Tenemos los viejos que volver a caer en el papel de protestones congénitos o llevamos con nosotros cierta sabiduría relevante para la época en la que vivimos todavía?
Sin embargo, ¿con quién compartimos nuestros pensamientos? La desventaja de ser viejo es que todas nuestras amistades (y gracias a Dios por ellas) tienden a estar con personas que también son viejas. La gente de mediana edad suele estar ocupada tratando de pagar sus hipotecas, mantener su lugar en la sociedad y criar a su familia; y, si bien los jóvenes a menudo son amables con las personas mayores, los consideran desfasados. Y los políticos están más interesados en campañas que en el diálogo.
Yo todavía quiero decir algo. Los viejos hábitos tardan en morir. Frente a las desgarradoras injusticias que hay en el mundo y en nuestro propio país, con una religión que ante la indiferencia masiva se ve tentada a refugiarse en el formalismo y el ritual, y unos medios de comunicación que carecen de juicio moral, sin duda es una traición guardar silencio.
Bryan.