El casco histórico es un barrio muy tranquilo, casi peatonal, con las calles en forma de óvalo que se cierran sobre sí mismas siguiendo la forma de una almendra. En la parte más alta, a la que se puede acceder bien caminando o bien utilizando unas escaleras mecánicas situadas en las calles laterales de la almendra, todavía se puede observar, en algunos sitios, restos de la muralla que protegía a la ciudad en la edad media. Allí se encuentra la Catedral de Santa María de Vitoria, en continua restauración desde hace casi diez años. Se ha estado hundiendo desde hace siglos y las sucesivas obras de mejora que se realizaron a lo largo de los años no han hecho más que debilitar sus cimientos ya que está construida sobre la ladera de la colina, habiendo estado apoyado uno de sus lados en la propia muralla defensiva de la ciudad. Afortunadamente la política turística municipal permite que se la visite bajo el lema “Abierto por Obras” y aunque la visita se debe concertar con bastante tiempo de antelación pues es una visita guiada con grupos de pocas personas a las que hacen colocar un casco protector en la cabeza, vale la pena conocer las entrañas de esta esplendida catedral medieval. En la pequeña plazoleta donde está habilitada la entrada al recinto para los visitantes se encuentra una estatua de Ken Follett como homenaje al escritor y con motivo de que fue aquí, en Vitoria-Gasteiz, donde presentó su libro “Un mundo sin fin”, segunda entrega de su historia sobre catedrales medievales y que algunos dicen que está inspirado en Santa María de Vitoria.
Una mañana estaba yo paseando por las inmediaciones del Palacio de Montehermoso, haciendo tiempo hasta que comenzara en el jardín de Falerina, anexo al palacio, el concierto de Jazz Terrace que todos los días estaba programado con distintos grupos jóvenes y noveles. Se me acercó entonces una señora para pedirme que firmase un manifiesto en defensa del albergue para gatos del casco histórico. Me quedé un tanto sorprendido y entonces la señora me contó la historia del albergue para gatos: Parece ser que hace unos años, ante la protesta de algunos vecinos por la proliferación en el barrio de los mencionados mininos, el Ayuntamiento habilitó un solar en donde pudieran estar recogidos bajo el cuidado de unos voluntariosos amigos de los animales. Los gatos seguían realizando su misión, que era la de mantener al barrio limpio de ratas y ratones, y a la vez tenían su refugio o morada propia sin molestar a nadie. Pero, hete aquí que en el solar asignado habían aparecido vestigios y restos de la muralla medieval de la ciudad y el Ayuntamiento había previsto trasladar a los animales a otro lugar para que no entorpecieran las labores de excavación y restauración de la muralla. A partir de ese momento los vecinos se habían dividido en dos grupos, los que defendían que se llevaran a los gatos de allí y los que, como la señora que recogía firmas, defendían que el albergue continuara en su sitio inicial. En mi visita de este año he comprobado que ha ganado el Ayuntamiento. El albergue ha sido trasladado y unas maquinas excavadoras estaban trabajando en el solar donde había estado ubicado.