El jueves a las dos de la tarde estábamos puntualmente en el Centro de Visitantes El Acebuche. El Centro está situado a pocos kilómetros de Matalascañas en dirección a Ayamonte y es conocido porque allí es donde se realizan todos los esfuerzos por recuperar y mantener al lince ibérico que hasta hace poco ha estado al borde de la extinción. La excursión comenzaba a las tres de la tarde por lo que nos dio tiempo a comer en la cafetería unas deliciosas gambas blancas de Huelva que hasta ese momento no habíamos tenido oportunidad de tomar. También comimos pijotas que es como llaman por allí a las pescadillas y chocos fritos, que son tiras más o menos finas de sepia, fritas o rebozadas al estilo de los calamares a la andaluza. Todo estaba delicioso.
Minutos antes de las tres se procedió a ubicar en cinco autobuses todo terreno, verdes, con una capacidad de veinte pasajeros cada uno, a todos los visitantes que habían hecho previamente la reserva, cómo nosotros que la habíamos hecho hacía ya un mes. Nos tocó el que llevaba el número 47 y coincidimos con un grupo de personas procedentes de Lorca que resultó que eran amigos del guía conductor. Esto hizo que la visita tuviera un añadido de simpatía y amabilidad por parte del guía que incluso nos sacó del circuito para subirnos a la duna más alta del Parque donde nos aseguró que desde allí contemplaban las puestas de sol José Luis Rodríguez Zapatero y sus acompañantes que habían pasado las vacaciones de Semana Santa en el palacio de las Marismillas, lugar utilizado habitualmente por los sucesivos presidentes de gobierno desde Felipe González, para pasar algunos días de descanso. El autobús entró al Parque por un paso vigilado por guardas en la playa cercana a Matalascañas. Recorrimos treinta kilómetros de playa virgen en la que de vez en cuando nos encontrábamos con algunos pescadores llamados coquineros y que según nos explicó el guía procedían de familias humildes y tenían que reunir ciertos requisitos para poder conseguir una licencia que les permitiese coger coquinas, aprovechando la marea baja. Eso sí, estaban obligados a devolver al mar las coquinas que no pasaran de un determinado tamaño, que seleccionaban con un tamiz, tal como tuvimos oportunidad de observar. Se podía reconocer a los pescadores que procedían de Sanlúcar de Barrameda porque estos venían en motocicleta, pues tenían que cruzar el Guadalquivir en una barcaza y el transporte de la moto les resultaba más barato. Llegamos al final de la playa, ya en plena desembocadura del rio Guadalquivir. Al otro lado del rio se veía la playa de Sanlúcar, donde se celebran las tradicionales carreras de caballos durante el mes de Agosto y desde donde salen las barcazas que comunican las dos orillas, y el barco Real Fernando en el que habíamos navegado hacía unos años. Casi en alta mar, a la altura de la desembocadura, se divisaba un barco casi hundido partido en dos mitades. El guía nos explico su historia. Era un barco cargado de arroz que se dirigía a Sevilla y que se había salido de las balizas que marcaban la zona navegable del rio por lo que había encallado. Al entrar el agua en sus bodegas el arroz se había ido hinchado poco a poco provocando al aumentar de volumen la ruptura de su contenedor, el barco. Esto ocurrió a finales de la década de los noventa y según el guía, aparte de que ese año los peces pescados estaban más gordo dio origen a la leyenda que se transmite entre los sanluqueños cuando a uno no le van bien las cosas: “estás más perdido que el barco del arroz”. A continuación fuimos rio arriba hasta llegar al poblado de La Plancha y desde allí por el interior del Parque hasta las marismas, atravesando la zona más boscosa y con mayor cantidad de animales como gamos y jabalíes que pudimos divisar e incluso fotografiar. Pasamos por el palacio de Las Marismillas y atravesamos los sucesivos frentes de dunas, separados por las zonas verdes denominadas corrales hasta llegar nuevamente a la playa. Según nos informó el guía un frente de dunas puede tardar más de cincuenta años en llegar desde la playa, lugar donde se forma, hasta la marisma, en el interior del parque, que es su destino final. Después de hacer una breve parada en la playa para reponernos de los sustos provocados por los vaivenes del coche al subir y bajar por las dunas, nos dirigimos al punto de partida para dar por finalizada la excursión a eso de las ocho de la tarde.
Gracias por la información sobre una excursión por el parque Doñana. Éxitos con tu web!
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