Excursión a Laguardia en el Enobus

Este mes de julio viajé, como desde hace años, a Vitoria-Gasteiz para asistir a los conciertos de jazz. Aproveché mi estancia para realizar una excursión en el “Enobus” a Laguardia, capital de la Rioja Alavesa. El “Enobus” es un autobús que realiza recorridos enoturísticos los sábados por la mañana y algún que otro viernes por la tarde. Recoge viajeros desde distintos puntos del País Vasco y los conduce a Laguardia, desde donde comienza la ruta turística que consiste en realizar un recorrido por algún pueblo de la zona para después visitar una bodega, con cata de vinos incluida. El pueblo y la bodega elegidos son distintos cada sábado, lo que permite al viajero elegir la excursión más de su gusto e incluso repetir en otra ocasión.
Cogimos el autobús en la parada Marianistas de Vitoria-Gasteiz, que es una parada provisional utilizada por muchos autobuses, situada frente a la fachada principal del colegio Santa María, en la acera de la catedral nueva a la entrada de un Parking público. Llegados a Laguardia, iniciamos el recorrido por carreteras que discurren entre viñedos mientras el guía nos iba explicando las características especiales que hacen la zona propicia para el cultivo de la vid. La sierra de Cantabria al norte, actuando de barrera de los vientos y de las inclemencias del tiempo y el rio Ebro al sur, son los límites de la comarca alavesa que a veces alterna y se confunde con la rioja alta logroñesa. Mientras el guía nos explicaba las diferencias entre los cultivos de la vid, en vaso o en espaldera, llegamos a la localidad de El Villar en cuya entrada todavía está bien conservada la picota como símbolo de la autonomía concedida a la villa el año 1667 y en donde visitamos el monumental dolmen “La Chabola de la Hechicera” que se encuentra en sus afueras y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida a principios del siglo XVI aprovechando los muros de un castillo defensivo de los que habitualmente existían en tierras fronterizas durante la edad media en previsión de ataques y disputas, en este caso entre los reinos de Castilla y Navarra. La iglesia estaba cerrada y el guía recogió las llaves en una casa del pueblo. Al entrar y encender las luces pulsó inadvertidamente el interruptor que pone en marcha el toque de arrebato de las campanas y a los pocos instantes medio pueblo, alertado por el sonido de las campanas, estaba en la puerta de la iglesia preguntando qué demonios había pasado.
A continuación fuimos a Bodegas Arabarte en Villabuena de Álava, muy cerca de Samaniego. Allí nos explicaron la historia de las Bodegas, cómo elaboran las distintas variedades de vino, la importancia de las barricas en el proceso del envejecimiento, etc. Después visitamos la bodega propiamente dicha y pasamos a las catas. Nos dieron a probar un vino blanco, un vino joven y un crianza al que le habían puesto el nombre de Cesc Fábregas, ¡qué cosas! Repetimos varias veces la degustación siguiendo siempre las indicaciones del sumiller y al terminar, raro fue el viajero que no salió de la bodega con más de una botella bajo el brazo.
Pasadas las dos de la tarde, el Enobus nos dejó en Laguardia para que pudiéramos comer y visitar la villa (actividades no incluidas en el precio de la excursión ,15€) hasta la hora de iniciar el regreso. Laguardia es una villa cuyo núcleo urbano tiene forma de óvalo y está rodeado por una muralla con cinco puertas de acceso. En las estrechas calles de su interior se conservan algunos edificios blasonados y casas con cierto aire medieval. En la parte alta domina la iglesia de Santa María de los Reyes con un bello pórtico policromado y en la parte baja se encuentra la iglesia de San Juan, la de los pobres, según una vecina del lugar a la que pregunté. Comimos en el restaurante de La Posada Mayor de Migueloa, un edificio del siglo XVII muy bien conservado, donde nos dieron unas pencas y unas patatas a la riojana esplendidas acompañadas, como es de rigor, con un vino crianza procedente de las bodegas de la propia casa. En Laguardia, muchas de las casas disponen de su propia bodega en los sótanos. Se pueden visitar y se puede catar y comprar directamente el vino. Esa fue nuestra perdición. Ya que estábamos allí… Cargamos un montón de botellas y luego nos las vimos y nos las deseamos para trasladarlas desde el autobús hasta el hotel, ya en Vitoria-Gasteiz, a la vuelta de la excursión. Pero valió la pena.

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