Cultivo para autoconsumo

Sí, esos sabores perdidos de la infancia. Ocasionalmente me he vuelto a reencontrar con ellos en algún ámbito rural, pero difícil, difícil en contrarlos… ¿Por qué no recuperar el cultivo de autoconsumo?

Coger la fruta verdura y la verdura de las «matas»

Parece que fue ayer y han transcurrido más de 40 años. Una tahulla de tierra (1.110 m2) en zona de secano de tierras murcianas, nos surtía de excelentes productos durante todo el verano: tomates, cebollas, berenjenas, pimientos de bola, pepinos, calabazas, melones de agua (sandías), melones de año (se les llamaba así por que podían conservarse durante un año)… Sandías y melones que se «refrijeraban» en los aljibes, introduciéndolos en un cubo dentro del agua fresca del aljibe y cuyo sabor dejaba una huella imborrable..

Productos recién cogidos de la mata (planta) y cuyo sabor era inigualable. Aquellos pimientos en la sartén inundaban de una aroma inigualable toda la casa. Aquellos tomates que engalanaban ensaladas, gazpachos, los huevos recién cogidos del nido del corral y que se hacían fritos con tomate…

La pega era la gran cantidad de agua que se gastaba en regar (riego por inundación) nuestra «tahulla» de secano con agua que se sacaba de un pozo artesano a tan sólo unos 70 metros de profundidad. Todavía recuerdo mi iniciación de en este arte de riego. El agua que salía de la balsa ya de noche y discurría por boqueras hasta llegar a las parcelas de la «tahulla de verano» allí se inundaba cada parcela, dejando un peculiar perfume, mezcla de las agradecidas plantas revividas y la propia tierra mojada.

Cultivar hoy para autoconsumo en el campo

Desde entonces la tecnología ha facilitado mucho las cosas. Para empezar el derroche de agua que se producía con el riego por inundación ha sido muy superado a través de los nuevos sistemas de riego. Hoy es una constumbre que merecería ser recuperada por los urbanos que colonizan las áreas rurales. Sería una forma auténtica de comprender la importante dimensión de la actividad humana en contacto con la naturaleza que prolongamos durante siglos y hemos perdido en pocas décadas.

Hay muchos atractivos en estas tareas. Recuperar el cultivo orgánico, intentar hacerse con algunas semillas autóctonas no contaminadas con los cultivos de los últimos 30 años, trabajar la tierra un poco cada día: quitar malas hierbas, ver crecer las plantas y los frutos… Son cosas sencillas que realmente merecen la pena. Me emociona pensar que mis hijos tengan el privilegio algún día de probar uno de esos sabores auténticos, como el dulzor de la sandía que no evoca en lo más mínimo a las de ahora.

En fín, algo más para añadir a los árboles frutales de la casa, a los que me refería en el post anterior.

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