Mucha gente que vive en la ciudad fantasea con irse a vivir al campo algún día en busca de tranquilidad y de una vida más saludable. Por el precio de un pequeño piso en una gran ciudad podrían comprar una casa grande en el campo, con una cocina amplia en la que cocinar productos frescos a diario obtenidos de su propio huerto. En genera imaginan una vida idílica, en la que podrían tener un perro y dar largos paseos con él por el campo a diario. Sin embargo, la realidad no siempre es tan apacible. Básicamente, realizar un cambio de entorno tan drástico como ese, requiere cierta adaptación…
1. Hay tanto silencio…
Lo primero que te llamará la atención es el silencio. Hay mucho silencio… Al principio resulta agradable, pero cuando estás acostumbrado al ajetreo y ruido constante de una gran ciudad, de pronto tanto silencio, día tras día, puede llegar a resultar agobiante. Un consejo: pon música. Desaparecerá el silencio y te tranquilizará, al menos por un tiempo…
2. La noche es endiabladamente oscura
En el campo no hay luces de neón, ni ninguna otra luz en absoluto, así que, salvo que haya luna llena (en cuyo caso podrás ver algo), en general, por las noches la oscuridad es TOTAL.
3. Pero las estrellas son increíbles
Como en todo en la vida, lo negativo también tiene su parte buena. Levanta la vista hacia el cielo y lo verás: ¡Un cielo estrellado! Una de las imágenes más hermosas que probablemente hayas visto nunca. ¿A que no sabías que pudiera haber tantas estrellas en el firmamento?
4. No pararás de toser durante las primeras semanas
No te preocupes, es como cuando dejas de fumar, solo estás limpiando la contaminación de tus pulmones.
5. Hay animales por todas partes
En el campo hay animales por todas partes, de granja y salvajes. Si te sientes observado en algún momento, mira a tu alrededor, seguro que hay alguno mirándote.
6. Puede que algunos de estos animales corran a por ti
En general, todas las hembras se vuelven muy protectoras cuando tienen crías, así que ten cuidado si pasas cerca de un nido de aves con crías o te acercas a alguna oveja que haya parido. En el caso de las vacas, no es necesario que haya un ternero, si alguna se te queda mirando fijamente mejor que te alejes despacio y sin quitarle el ojo de encima. De lo contrario podrías descubrir que las vacas también corren. 😉
7. Seguirás sin poder vestir de blanco, aunque por otros motivos
En las grandes ciudades la contaminación estropea la ropa blanca enseguida; en el campo, la tierra, el barro y la bosta de vacas y caballos no dejarán una prenda de ropa blanca con vida. En realidad, ni blanca ni de cualquier otro color claro.
8. La gente te hablará por la calle
Al principio te parecerá raro; incluso puede que te resulte incómodo. Y tardarás un tiempo en perder el hábito de agarrar la cartera o cambiar el bolso de sitio cuando se te acerque un extraño. Pero tarde o temprano acabarás confiando.
9. Conocerás los nombres de tus vecinos
Y no sólo sus nombres, también de quién son hijos y hasta con quién se acuestan.
10. Hace muuuuucho frío
En las ciudades la distribución de las calles y los edificios nos protegen del viento y la lluvia. En el campo, en cambio, lo más que podrás hacer será refugiarte bajo un árbol bien frondoso, siempre y cuando no haya viento, claro, de lo contrario te lloverá por todas partes.
11. Tus nuevos vecinos se reirán de lo abrigado que vas
¡Y ellos aún en camiseta! No puedes entender cómo lo soportan, pero en realidad es que lo llevan bien. Ya te acostumbrarás. Mientras tanto, haz caso al refrán… ¡Ande yo caliente, ríase la gente!
12. Finalmente, llega la nieve
Todos los lugareños se quejan de la nieve, pero a ti te encanta. El primer día sales sonriente a hacer un muñeco de nieve y tirarte por alguna ladera… Después, seguirá nevando un día y otro día… Y otro día… Ya has hecho muchos muñecos de nieve y no queda ninguna ladera de la que no te hayas tirado. Y ¡sorpresa! Las máquinas quitanieves no siempre llegan a las zonas rurales. ¿Por qué no llegará ya la primavera…?
13. Hay un montón de bares e iglesias
Pero apenas museos o teatros.
14. Te verás torpe para algunas cosas
Montículos de tierra, raíces de árboles, caminos de piedras… Claro, estás acostumbrado a las aceras…
15. Verás a tus amigos con menos frecuencia
Tu nueva casa les queda un poco a desmano; ya no pueden acercarse un momento a tomar un café. Un consejo: haz una piscina. Al menos los verás en verano.
16. No volverás a enfadarte por unos minutos de retraso en el metro nunca más
Si le preguntas a alguien que vive en el campo a qué hora pasa el autobús, probablemente se encoja de hombros o incluso puede que le de la risa. No es por mala educación. Pronto te darás cuenta de que en el campo los autobuses pasan cuando cuadra. Pueden llegar a retrasarse más de media hora e incluso, a veces, simplemente, no pasan, en cuyo caso tendrás que armarte de paciencia y esperar a que aparezca el siguiente.
17. Los tomates tienen sabor
En serio, tienen sabor. Te los podrías comer hasta solos, como si de una fruta se tratara.
18. Los huevos son rojos
Bueno, la yema es la que es roja. Sí, has leido bien: ROJA. Lo verás cuando descubras los huevos de casa. En el campo puedes tener tus propias gallinas y sino, siempre habrá algún vecino dispuesto a venderte los de las suyas por un módico precio.
19. Internet y la cobertura móvil no llegan a todas partes
Dependiendo de a qué zona te mudes, tu smartphone podría no ser de mucha utilidad…
20. Tarde o temprano acabarás por comprarte unas botas de agua
No te resistas. Es el único modo de recorrer los caminos en el campo cuando llueve y sobrevivir al barro. Aunque ahora también están de moda en la ciudad. Si tienes unas Hunter, todo solucionado.
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