Un drama desagradable

Un drama desagradable

Recientemente me di cuenta de que estaba cansado. De camino a la iglesia un domingo, al subir una cuesta pequeña (apenas una colina), tuve que parar varias veces y, aunque realmente no llegué a quedarme sin aliento, sin duda alguna respiraba de forma agitada. ¿Sería sólo otra señal de edad avanzada o habría algo mal que se podría corregir? Concerté una cita con el médico con el fin de averiguarlo, pero el día en que debía acudir a su consulta, estaba acostado en una cama del hospital.

Acababa de llegar del huerto, estaba en el pasillo de casa, hablando con mi esposa mientras me cambiaba el calzado y, luego, todo parece haberse quedado en blanco. «Bloqueo cardíaco completo», dice en la hoja de diagnóstico con la que llegué a casa cuatro días después. La llamada inmediata de auxilio de mi esposa, la ambulancia y los enfermeros que llegaron enseguida y el personal de urgencias del hospital local me trajeron de vuelta. Sin saber nada de esto, una hora más tarde me desperté en la planta de cardiología con diversos apéndices brotando de mi cuerpo, que ayudaban a sostener la vida que, al parecer, había estado a punto de perder.

La experiencia en el hospital fue interesante. Visitar a personas que se encuentran en el hospital ha formado parte de mi trabajo y mis observaciones, así como las observaciones de los pacientes sobre la atención, ha variado de buena a mala. Sobre todo me impresionó la forma en que me trataron. El consultor que supervisaría la pequeña operación necesaria antes de la implantación del pequeño marcapasos («un poco más pequeño que una caja de cerillas»), me dio la mano, se presentó, y se agachó junto a la cama para explicarme las cosas… Era necesario. De lo contrario, según él, corría el riesgo de sufrir otro ataque, que podría ser mortal.

Las enfermeras también fueron eficientes, aunque en ocasiones me habría ayudado que me dijeran un poco más acerca de mi situación en ese momento y las probabilidades de mi futuro; quizá no es su trabajo, pero tampoco el de otro. No obstante, sedado y, quizás, todavía afectado por el shock, tal vez me hubiera resultado difícil de entender, de todas formas. El consenso parece ser: vive como lo haces normalmente. Si la atención hospitalaria fue en general buena, la comida era terrible; y eso es una locura, porque los alimentos nutritivos deberían, sin duda, formar parte del proceso de curación.

Pasaron cuatro semanas desde el día en el que sucedió el pequeño drama. La eliminación de los puntos de sutura no me dolió. La pequeña incisión bajo la clavícula izquierda ya tiene mejor aspecto. La próxima semana me pasan al servicio ambulatorio de cardiología y, entonces, quizá me den permiso para conducir de nuevo. Ya estoy retomando mi vida normal, pero solo con la experiencia podré descubrir la diferencia que marcará esta pequeña máquina en mi pecho. Todavía estoy falto de energías y supongo que debo tener paciencia con este nuevo soplo de vida.

La gente se ha preocupado y ha sido muy amable; sobre todo mi familia.

Bryan

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