Me sorprende que la encuesta revele que unos países que yo hubiera imaginado que tienen una estructura familiar y social más definida que Gran Bretaña, en realidad, sean más propensos a la discriminación por edad que nosotros. Es estructura lo que nos falta; un consenso social unificador está ausente en gran parte de la vida cívica y política. Tal vez siempre haya sido así, pero en la actualidad es especialmente notorio.
Es difícil tener una visión equilibrada sobre la discriminación por edad, porque hay muchas razones para ello, y sospecho que muchas de estas razones derivan de las actitudes de las propias personas mayores. Es tan fácil cerrar las puertas de tu vida a medida que envejeces… Hay tantas cosas que ya no puedes hacer, tantos apetitos que no puedes satisfacer, tantos hitos de tu vida en los que siempre te has reconocido y que ya no están ahí… Y algunas de las personas que te han amado y que has amado ya no están a tu lado, acompañándote.
No es de extrañar que nos comportemos fácilmente como caracoles, más a gusto en nuestras concha que fuera de ella. Y algo tiene que ver con utilizar toda la energía que tenemos para seguir adelante en lugar de llegar a los demás. Constantemente me sorprende la enorme fortaleza de algunas personas mayores mientras realizan sus compras en la ciudad o se suben a los autobuses, aquejados a menudo de discapacidades, además de la edad. «Aún tomando las pastillas», me dijo ayer alguien cuando le pregunté cómo estaba. Hay una especie de estoicismo en el envejecimiento que es realmente maravilloso. Pero puede, como sugiero, encerrarte en ti mismo.
La gente de todas las edades puede ser muy amable, pero siento que hay cierta desconfianza hacia las personas mayores -o falta absoluta de interés- entre los jóvenes, y en lo que respecta a las familias jóvenes… bueno, están demasiado ocupados a menos que haya algunos abuelos para cuidar de los niños. Después de haber pasado gran parte de mi vida laboral entre los jóvenes, esa alienación resulta dolorosa. Me gustaría disfrutar de su compañía, pero sus intereses y su forma de comunicarse crea una división entre nosotros. ¿De qué podemos hablar?
Esto es algo que tiende un puente sobre la brecha: la protesta de la gente, principalmente los jóvenes, contra el capitalismo sin sentido de los banqueros de la City de Londres. Están acampando (¡horror!) fuera de la catedral de San Pablo (St. Paul’s Cathedral), cuyo personal no ha sabido, lamentablemente, gestionar la situación. Su causa ha hecho que la división generacional ya no sea importante. Muchos de nosotros, los más viejos, los apoyamos totalmente. Sus adversarios son también los nuestros; la codicia que denuncian y contra la que acampan es un pecado contra la sociedad que afecta a toda la clase política.
Así que, en contra de la discriminación por edad que rechazamos, ¡rendimos homenaje a los jóvenes!
Bryan