¿’La próxima pandemia’?

El otro día, un amigo me dijo: «No quiero seguir viviendo». No había autocompasión en ello, se refería a una cuestión de hecho: está discapacitado debido a un accidente cerebrovascular; su esposa ya no está con él; la tarea de vivir se ha vuelto cada vez más complicada; su memoria, incluso cuando funciona, le juega malas pasadas… Lo vi en su cara, además de oírselo decir con palabras.
Él articuló lo mismo que varias personas me han dicho recientemente, todas ellas rondando los ochenta o noventa tardíos. No parece tener sentido vivir por más tiempo. Pero al menos él sabe cómo se siente, triste, aunque pueda resultar frustrante. Hay otras personas que podrían pensar lo mismo, pero padecen de demencia y pueden no saberlo.

A medida que vivimos más tiempo, no sólo la longitud de la vida es notable, sino que es la calidad lo que importa. Qué hacer con respecto a eso es un problema sobre el que no hablamos con facilidad y es una justificación para estos blogs: hacer frente a la realidad del envejecimiento. No obstante, para algunos de nosotros lo peor de envejecer es este miedo a la confusión mental que en definitiva nos persigue.

Hubo una cumbre del G4 sobre la demencia en Londres esta semana, que recibió alguna publicidad por parte de los ministros del gobierno, pero no he visto ningún informe con las conclusiones a las que podrían haber llegado. Hubo mucha retórica frenética de antemano, utilizando un lenguaje de combate, con palabras como explosión, contraataque y bombas de relojería.

Durante mucho tiempo, éste ha sido un problema oculto, señala Peter Piot, director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Él se ha pasado cuarenta años investigando las enfermedades más mortales del mundo y en una entrevista para The Guardian, afirmó que la demencia es la próxima pandemia. Las mayores potencias del mundo deberían abordar juntas este problema, argumentó. Según Alzheimer’s Disease International, en el futuro, uno de cada tres de nosotros va a desarrollar la enfermedad, lo que podría significar 135 millones de personas en 2050, aunque seguramente eso es sólo una suposición-estimación.

Se están haciendo afirmaciones extravagantes, como la de que se podría hallar una cura para la demencia en 2015. Richard Ashcroft, un profesor de bioética, afirma que es bueno fijarse metas, pero no hay ningún indicio de que ésta se pueda lograr. Si bien hay una enorme necesidad de investigación que atraviese las fronteras nacionales, hay algo bueno que ya está ocurriendo. Las iniciativas locales existentes en el Reino Unido están allanando el camino para hacer que los pueblos y ciudades sean más amigables con las personas que padecen esta enfermedad, haciendo que deje de ser un tema oculto, y que los que la padecen, se sientan menos solos e incomprendidos.

Bryan

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