El príncipe de Cambridge

Esta ha sido la semana en que Gran
Bretaña, si creemos lo que dicen los medios de comunicación,
enloqueció por el nacimiento de un bebé. Y no fueron sólo los
ciudadanos del Reino Unido los que se obsesionaron. Había setenta
cámaras preparadas en el ala Lindo del hospital privado St. Mary de
Londres a la espera de noticias del nacimiento sano y salvo del
primer hijo de los Duques de Cambridge, con comentaristas de todo el
mundo trabajando duro para mantener el interés en el esperado
evento, aún cuando durante varios días no hubo noticias que contar.

Los periódicos de hoy muestran, en primera página, fotos de
los padres del bebé acunando en sus brazos al pequeño apenas unas
horas después de su nacimiento, con otras páginas de
características especiales. El tilular del Daily Mail sobre una foto
a toda página con lo poco que se puede ver del niño, da por hecho
que la visión de la mano es en realidad una «ola real».
Incluso The Guardian, habitualmente racional, se mostró inusualmente
deshinibido con todo el evento (un corresponsal lo lamenta en la
edición de hoy). Ha habido toques de ironía en la cobertura de la
radio y la televisión (los británicos pueden reírse de sí mismos,
pero en este caso sólo en voz baja) y referencias a la dinastía
real (el bebé es el tercero en la línea sucesoria) frente a la
democracia.

Se ha dado tantísima atención a un evento tan
normal, aunque en este contexto sea una anomalía, porque este bebé
va a crecer en un gueto social altamente privilegiado, como parte de
una gran familia que supuestamente representa a la nación y viviendo
una clase de vida a la que la gran mayoría de sus «subditos»
no pueden optar. Nadie los ha nombrado para disfrutar de este
peculiar estatus; son accidentes de la historia que nos han venido
impuestos.

Guillermo y Kate parecen ser una pareja
encantadora y se han ganado el interés e incluso el afecto de muchas
personas, y nadie -ni siquiera un anciano resentido como yo- puede
negar su evidente placer al ser padres por primera vez. Nosotros
también hemos estado allí, al igual que los muchos otros padres que
han tenido hijos en esta época. Estos dos merecen cierta
tranquilidad de las expectativas poco realistas acumuladas sobre esa
pequeña vida, a la que ya se le conoce como príncipe.

A
pesar de estar muy acostumbrado a apoyar las causas perdidas, he
celebrado la ocasión firmando como nuevo miembro de la Campaña por
la República.

Bryan

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