La empresa familiar

La sucesión

Entre las numerosas y siempre complejas perspectivas posibles, me voy a limitar a dos de los supuestos más habituales.

  • A) La empresa la fundó el padre, y los candidatos a sucederle pueden ser cualquiera de los hijos.
  • B) La empresa la fundó el líder con el apoyo económico de otros (sus hermanos o primos, socios capitalistas o industriales etc.). En otros casos pudiera ser que todos, en común, recibieron un brote desarrollado más tarde por el líder en solitario con anuencia de los demás.

En ambos casos nadie ha discutido nunca la eficacia del Líder-Fundador. Es decir, los resultados hasta el momento de la sucesión son y han sido rentables y satisfactorios para todos.






 






Llegados este punto es oportuno recordar algunos aspectos básicos de la empresa que, sin dejar de ser obviedades, no siempre son tenidos en cuenta a la hora de la sustitución del Fundador.

  • El objetivo de toda empresa es su rentabilidad, dar beneficios.
  • Los resultados -beneficios- son la consecuencia de una buena gestión.
  • La buena gestión, dadas las actuales circunstancias de globalización y de competitividad, no es posible sin un buen equipo de profesionales.
  • Un buen equipo no será eficaz sin un Líder coordinador y responsable de que todo lo anterior sea posible.


Para mí tiene especial relevancia que la Empresa es un ente independiente, comparable a un ser vivo que está en constante evolucion y crecimiento. El Fundador, como los padres respecto a los hijos, hace que nazca y cuida su desarrollo, pero debe respetar sus necesidades y su vocación de rentabilidad y de perpetuarse en el tiempo por encima de él mismo. El padre es el origen y el que hace posible su crecimiento pero debe respetar la singularidad de sus propias características y necesidades para poder crecer y generar beneficios.

El instinto de protección de los padres es irrenunciable pero deben aceptar el momento en que los hijos viven sus vidas porque son suyas y no de los padres. Respetar la vida de la empresa implica necesariamente aceptar su constante crecimiento para el que nuevos recursos, equipos de profesionales y la aceptación de nuevas técnicas, son absolutamente indispensables.

Amar a la empresa no es considerarla como un bien personal a disposición del criterio único del Fundador o del Líder. Es aceptar con sinceridad que la empresa debe seguir el ritmo de los nuevos tiempos y los cambios que le va marcando la sociedad a la que sirve y de la que se alimenta. Aquí se hace inevitable la pregunta clave: ¿Está capacitado el fundador, después de tantos años de estilo propio, para detectar los cambios sociales, a veces vertiginosos, que antes o después afectarán a su empresa? La no-adaptación a la modernidad, el no reconocer esos cambios que la sociedad demanda; es más, pensar que su visión (hasta hace poco acertada) sigue siendo válida a pesar del tiempo, puede ser letal para el futuro del negocio.

El buen olfato del viejo líder le hará sensible a los cambios que se avecinan para que la empresa continúe su camino de éxito. Un buen síntoma para estos momentos sería la capacidad de ver nítidamente que estamos en una sociedad donde prima el conocimiento, la creatividad y la adaptación a nuevas tecnologías, la utilización de la informática como base para un mercado global que ya está aquí y en fin: asumir el cambio de época que le supera porque él ya es etapa pasada. El no reconocer estas realidades por su parte sería caer de bruces en la trampa de la involución.

El panorama que se presenta ante sus ojos dependerá de la opción de empresa ante la que tendrá que lidiar su último toro.

José Orts Serrano

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