Dejamos el equipaje en el hotel donde íbamos a pasar la noche y rápidamente salimos a conocer la ciudad antes de que anocheciera. El hotel me lo recomendó mi amigo Antonio y lo cierto es que cumplió con las expectativas que me había formado, gustándonos muchísimo, sobre todo a Rubén. Se llama la Casona de Calderón. Es un hotel rural muy bonito que ocupa un edificio del siglo XVIII rehabilitado para tal fin con unas dependencias que tienen bastante de museo etnográfico y está situado en la parte norte de la ciudad, en la plaza de Cervantes cerca de la salida hacía Écija. Fuimos hacia abajo, por la calle que atraviesa la ciudad y que era la antigua carretera, en dirección a la Plaza Mayor. Nos desviamos por la calle de San Pedro para después coger la calle Sevilla que desemboca en la Plaza.
Fue un paseo muy agradable pues pudimos observar tranquilamente los múltiples edificios con fachadas barrocas que allí existen y los miradores que las casas tienen a ras de calle, tan típicos de la zona y que recuerdan la época en que las chicas eran cortejadas por sus novios a través de las rejas de las ventanas.
Después subimos por una cuesta peatonal hasta la Colegiata Nuestra Señora de la Asunción desde donde se divisa toda la ciudad. No pudimos conocer su interior pues ya era una hora avanzada y estaba cerrado para las visitas turísticas. Nos dirigimos entonces al Colegio-Universidad de la Purísima Concepción, que se encuentra justo detrás de la Colegiata. La Universidad es un edificio rectangular con cuatro hermosas torres en sus esquinas construido en 1548 y que fue Universidad hasta 1824. Actualmente es una sede de la Universidad de Sevilla y se imparten varias titulaciones. Empresariales, Contabilidad, Relaciones Laborales y Enfermería, según nos comentó una amable estudiante ante nuestro requerimiento. No pudimos visitar en su interior la capilla o el paraninfo. Tan sólo pudimos asomarnos al sobrio claustro cuadrado, de dos plantas, situado en el centro del edificio y que debe ser el centro de encuentro de los actuales estudiantes.
Acabado el paseo y al bajar por la misma cuesta peatonal hacia la Plaza Mayor pudimos contemplar una bonita placa, bajo un balcón en la calle de San Antón, dedicada a Carmen Torres, famosa cantaora de flamenco, que desde allí cantaba sus saetas dedicadas a las imágenes de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores las madrugadas de los viernes santos de hace más de cincuenta años.
Cenar en Osuna
Ya se había hecho la hora de cenar así es que nos dirigimos a la zona de los bares de tapas y pinchos, que está en la Avenida de Alfonso XII, pasado un arco de piedra que la separa de la plaza de Cervantes y en la acera opuesta a la plaza de toros. Pero nos pasó como en Guadix. Casi todos los bares estaban cerrados por descanso semanal, de la Semana Santa, claro, o por lo menos lo parecía. Afortunadamente un amable dependiente de una tienda de ultramarinos nos indicó el bar El Sitio, donde además de tomar unos pinchos bastante aceptables pudimos disfrutar al contemplar por la tele el primer tiempo del partido que jugaba el Barcelona frente al Arsenal y que al final ganó por cuatro a uno, consiguiendo el pase a las semifinales de la Champions con lo que además de alegrar enormemente a Rubén sirvió de colofón a nuestra breve estancia en la bella ciudad de Osuna.