El expreso de La Robla III. León-Espinosa de los Monteros

Vana ilusión. El tren se puso en marcha a las 6,05h de la mañana y no paró hasta las 9,35h, hora en que llegamos a Guardo, en la provincia de Palencia, ya en el itinerario de vuelta. Durante el desayuno, esta vez la conversación giró en torno a cómo se las había arreglado cada cual para ducharse y realizar su aseo personal con el tren en marcha. Algunos comentarios bastante jocosos sirvieron para estrechar, aún más, los lazos de amistad entre los viajeros.
El sábado tocaba románico y así a las 10h el autobús nos llevó hasta Carrión de los Condes, en Tierra de Campos, cuna del Marqués de Santillana. Allí vimos las portadas de dos iglesias, magníficos ejemplos de arte escultórico románico. Primero, la portada meridional porticada de la iglesia de Santa María del Camino. Construida en el siglo XI, en ella destacan las figuras que representan la adoración de los Reyes Magos aunque unos arbotantes, construidos en el siglo XVII para evitar que se desplomara la iglesia, interrumpen el friso dejando decapitadas algunas figuras. La otra portada es la de la iglesia de Santiago que afortunadamente se salvó de un incendio que a principios del siglo XIX arrasó casi completamente el templo. La portada, junto con el friso perfectamente conservado que contiene un pantocrátor con los apóstoles, está considerada como obra maestra de la escultura románica.
Terminada la visita, nos llevaron a Villalcázar de Sirga, pequeño pueblo situado muy cerca de Carrión y en el camino de Santiago, entre Frómista y Carrión de los Condes. Allí vimos otra portada románica muy bella en la iglesia-fortaleza de Santa María la Blanca, aunque lo que más me llamó la atención fue la grandiosidad del templo en un pueblo que no llega a los 200 habitantes, aunque bien es cierto que debió ser un enclave muy importante en tiempos de Alfonso X el sabio, hasta el punto de que la ruta del camino de Santiago fue desviada para hacerla pasar por allí. Otro sitio interesante en Villalcázar de Sirga es la pastelería “La perla alcazareña”, famosa por sus almendrados y amarguillos que naturalmente la mayoría de los viajeros nos apresuramos a comprar y a degustar de inmediato.
Terminamos nuestro periplo románico en Frómista, no sin antes hacer una pequeña parada para admirar un tramo con algunas esclusas del Canal de Castilla. El canal, obra importante de la ingeniería civil hidráulica, fue realizado entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX y se utilizó para facilitar el transporte de los cereales desde la meseta hacia las tierras del norte de España. En Frómista visitamos la iglesia de San Martín, construida en el siglo XII y restaurada a principios del siglo XX, que está considerada como uno de los prototipos del arte románico europeo. Después de admirar durante un largo rato su interior y sobre todo el exterior con sus dos grandes torres en la fachada principal, nos llevaron al restaurante Villa de Frómista donde nos dieron de comer una menestra de verduras, que algunos viajeros insinuaron que era congelada, y después lechazo al horno con etiqueta incluida, cocinada también, que acreditaba su denominación de origen.
Terminada la comida, otra vez al autobús, a Mataporquera a coger el tren. Mataporquera, situada en el extremo sur de Cantabria está aproximadamente a mitad de camino entre León y Bilbao. Allí se cruzan los dos únicos trenes de viajeros que, uno en cada sentido, hacen diariamente este trayecto. En la estación de FEVE tiene su sede la asociación de amigos del ferrocarril de Mataporquera. Una amplia exposición, muy bien documentada, te muestra todos los pormenores sobre el origen, desarrollo, decadencia y posterior recuperación en los años noventa de la línea León-Bilbao. Muy amablemente, un miembro de la asociación y antiguo trabajador de FEVE nos explicó muchos detalles y contestó a todas las preguntas que le hicimos. Nos contó que en la actualidad, paradójicamente, el mayor tráfico de mercancías que tiene la línea es de carbón, pero ahora el transporte se realizaba en sentido contrario, desde el puerto de Santander a las centrales térmicas del norte de León y de Palencia.
El tren emprendió su marcha y antes de las nueve de la noche estábamos en Espinosa de los Monteros. Cenamos en el restaurante La Mantequería, situado en el mismo centro de la localidad y muy cerca de la estación. Ante nuestra sorpresa fuimos recibidos por las camareras vestidas de faralaes y bailando sevillanas. Luego nos explicaron que estaban de fiesta flamenca en el pueblo y de ahí la vestimenta y el baile. Después de cenar y aprovechando la fiesta y la proximidad de la estación, un grupo de viajeros nos quedamos un rato paseando por el pueblo y tomando alguna copa para ver si por lo menos esa noche podríamos conciliar mejor el sueño.

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