Aracena, la cuna del jamón

El día siguiente de haber estado en el parque de Doñana hicimos una excursión a Aracena. Estando en la provincia de Huelva, ¿cómo no te vas a acercar al centro neurálgico de la cría del jamón ibérico de bellota? La ciudad, en lo alto de la serranía que lleva su

nombre, está un poco alejada de Mazagón, en cuyo Parador pernoctábamos. A algo más de cien kilómetros. Pero la excursión vale la pena. Después de atravesar los campos de fresas de Palos de la Frontera y de Moguer hay que coger una carretera que pasa por Rio Tinto, ya casi en plena serranía, que te lleva directamente a Aracena. La ciudad no me gustó demasiado. Está desarrollada en torno a un cerro en cuya cima hay un castillo del siglo XIII. En sus folletos turísticos el Ayuntamiento promociona, fundamentalmente, unas cuevas de las que también nos hablaron algunos vecinos que se llaman “Gruta de las Maravillas” y el Museo del Jamón. De las cuevas pasamos, pues las fotos que aparecían en el folleto no nos resultaron nada atractivas y tampoco íbamos preparados para hacer espeleología, pero del jamón no. Habíamos ido a eso. A comprar jamón. Sin embargo, el museo resultó un poco fiasco. Aunque bien montado, es pequeño, con no demasiada información y lo que es peor, faltaba al final de la visita una pequeña degustación del jamón de la zona, que al fin y al cabo todos los visitantes habían ido allí a eso. A comer jamón de bellota.
Lo que sí estuvo bien de verdad fue el almuerzo. Fuimos al restaurante José Vicente, recomendado también por mi amigo Antonio y como siempre que le hago caso fue un gran acierto. Está situado en la avenida de Andalucía a la entrada de la ciudad cuando vienes de Sevilla, frente a un parque municipal. Comimos un revuelto de setas y jamón y después una presa de paleta ibérica y un lomo ibérico que estaban para chuparse los dedos. Al terminar de comer bajamos a la tienda de productos de la tierra que el restaurante tiene en la casa de al lado y compramos una jaula para guardar grillos, que este verano ha utilizado Rubén pero para guardar saltamontes y un licor de guinda fabricado en Higuera de la Sierra, que todavía no he probado.
Por supuesto antes de efectuar el regreso a Mazagón compramos unos surtidos de ibéricos de bellota en la primera tienda que encontramos y que no abrió sus puertas hasta casi las seis de la tarde.

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