Zamora. Románica y modernista

Viajé a Zamora en un tren de media distancia que procedente de Valladolid tiene su destino final en Puebla de Sanabria. Era el último lunes del mes de febrero y tan sólo nos apeamos dos muchachos y yo en la estación de Zamora. El tren no transportaba muchos más viajeros, tres o cuatro. Según uno de los chicos es lo habitual. En fin de semana, me dijeron, viajan algunas personas más que van al pueblo para ver a la familia. Zamora es una ciudad castellano-leonesa, pequeña y sobria, con una gran historia. Es la ciudad de Viriato. La de Doña Urraca. “La bien cercada”, como la denominó el rey Fernando I. La que no fue nunca del rey Sancho II, muerto por Vellido Dolfos cuando la estaba asediando, y la ciudad en la que todavía está en pie la casa donde dicen que vivió El Cid Campeador y que es uno de los pocos edificios civiles que se conservan del románico. Zamora está en plena meseta castellana, cerca de la frontera con Portugal. Su casco antiguo, dominado por su espléndida catedral románica está situado en la parte más alta de la ciudad. Es alargado y está bordeado por las murallas y el castillo al norte y por el rio Duero al sur. Allí, en pleno centro, en la Plaza de Viriato, me dejó el taxista que me había traído desde la estación. Ya había anochecido y aunque hacía fresco era la hora del paseo. Los paseantes, entre los que enseguida me incluí yo, provenían de la parte más comercial de la ciudad, de la calle Santa Clara. Después de atravesar la plaza del Ayuntamiento o plaza Mayor, llegaban hasta la plaza de Viriato para, siguiendo la Rúa de los Francos y después la Rúa de los Notarios, llegar hasta la catedral. El retorno se producía haciendo un pequeño rodeo a la izquierda para, pasando por delante de la iglesia de San Pedro y San Idelfonso, coger otra vez la Rúa de los Francos y deshacer el camino andado. Por la mañana, ya con la luz del sol, pude apreciar en la calle de Santa Clara y sus aledaños como se van entremezclando las iglesias románicas con los edificios modernistas de principios del siglo XX. Así, al repetir el paseo de la noche anterior, pero desde el principio de la calle santa Clara, pude darme cuenta del contraste que produce el emplazamiento de las iglesias de Santiago del Burgo y de San Juan con su modernista entorno urbanístico. El Casino, o la casa de Norberto Macho en la plaza de Sagasta son algunos ejemplos de la arquitectura modernista que abunda en la zona. Entre las callejas, detrás de la Plaza Mayor, la Iglesia de San Vicente con su magnífica torre parece como si ahogara la pequeña y bonita fachada del Teatro Principal. Siguiendo la ruta, marcada también por las tiendas de venta de productos zamoranos, llegué otra vez a la plaza de la catedral. La catedral es grandiosa por fuera y pequeña por dentro. Su única torre domina el paisaje, dejando apenas ver la maravillosa cúpula recubierta de escamas de piedra que le configura un marcado aspecto bizantino. El interior del templo estaba muy oscuro lo que me impidió ver la magnífica sillería del coro en la que algunos de sus asientos están adornados con motivos profanos e incluso irreverentes. Si pude ver el luminoso cimborrio de 16 ventanas que se levanta en el crucero y sobre el que está construida la cúpula externa. También pude ver, en el museo, los grandes y bellos tapices flamencos que son el tesoro más preciado de la catedral. A la salida hice un pequeño recorrido por las murallas del exterior del castillo que está junto a la catedral para después, y antes de ir a comer, asomarme a uno de los miradores que dan al rio Duero y contemplar durante un rato el discurrir tranquilo de sus aguas. Hay bastantes sitios para comer en el casco antiguo de Zamora pero ese día no me apetecía tomar arroz a la zamorana, que es lo que suelen dar en casi todos los restaurantes que se precian y que prácticamente es de obligada degustación. Así es que me dirigí a El Portón, una casa de comidas fuera del circuito turístico en la que comí unos chipirones muy aceptables a un precio módico de verdad y en un ambiente muy agradable. Al terminar de comer, recogí el equipaje y me dispuse a tomar un tren talgo con destino a Galicia. Si el día anterior llegamos a Zamora tres personas, hoy nos marchábamos cinco. Se ve que por estos lares el tráfico de pasajeros no es hacía la periferia del país. Debe ser el centro, Madrid, lo que de verdad prima en el desplazamiento de los castellano-leoneses.

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2 Respuestas

  1. Anónimo 12 años ago
  2. manuelballes 12 años ago

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