Mojácar en invierno

A orillas del Mediterráneo, en el norte de la provincia de Almería, se encuentra Mojácar. Pueblo blanco que se asoma al mar encaramado a una colina y cuyo desarrollo turístico ha originado un espectacular crecimiento de la zona costera del municipio que se extiende a lo largo de casi diez kilómetros en los que se alternan las playas de arenas grises, de arenas doradas o de grava, con espacios rocosos muy apropiados para practicar el buceo submarino. Centros comerciales, hoteles, apartamentos, bares y restaurantes jalonan la carretera que recorre la costa dándole durante el verano un marcado aire cosmopolita a esta zona llamada Mojácar-Playas. El pueblo, a pesar del auge turístico, no ha perdido su encanto si bien se nota la proliferación de negocios dirigidos a la gran cantidad de turistas que lo visitan. Pubs, restaurantes y tiendas de souvenirs ocupan gran parte de sus calles y de sus terrazas.
En invierno, sin embargo, es otra cosa. La mayoría de los restaurantes del pueblo están cerrados y tan sólo quedan abiertas unas pocas tiendas para dar servicio a los escasos turistas, la mayoría integrantes de excursiones de jubilados, que suben durante el día hasta el pueblo para dar un paseo y comprar algún recuerdo. Casi nadie se va sin llevarse un indalo, figura símbolo de Almería a la que dicen acompaña la buena suerte y también protege del mal de ojo. Si el día sale soleado, es el momento de recorrer las encuestadas calles del pueblo subiendo hasta el castillo, en lo más alto, para asomarse desde su mirador al mar mediterráneo. Las calles estrechas y las casas encaladas, muchas adornadas con macetas floreadas, componen un escenario genuino alejado de las influencias del turismo playero. Por la noche, el pueblo queda desierto. Muchas casas parecen deshabitadas pues apenas se ve luz en el interior de alguna de ellas. Tan sólo quedan abiertos dos o tres bares y no hasta muy tarde. Uno de ellos, el bar Minguito, situado en la plaza del Ayuntamiento, es de los más frecuentados por los mojaqueros que acuden a hacer la tertulia o a ver el partido de futbol de la tele mientras toman el aperitivo o cenan unas generosas raciones de pescado, jamón o albóndigas.
En invierno, las playas se quedan desiertas y el poco movimiento que se aprecia por la carretera de la costa es debido a los vehículos de servicio y abastecimiento y a los desplazamientos de los residentes extranjeros que viven allí todo el año o que vienen al sol mediterráneo huyendo del frio invierno del norte de Europa. Pero la mayoría de los locales están cerrados. Hasta en el quiosco de prensa situado estratégicamente en una zona comercial de gran afluencia un cartel indica que en invierno está cerrado. Pero el sol no cierra en invierno y sentarte a tomar un refresco en alguna de las pocas terrazas que quedan abiertas o dar un buen paseo por la orilla del mar hace que te olvides de trabajos y problemas y de que tu única preocupación sea la de dónde vas a ir a comer ese día: Vera, Garrucha, o ¿me quedo en Mojácar?

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