Cada vez que decido realizar un viaje, en uno de esos afortunados viaductos con
que nos regala el almanaque, su preparación suscita
las imágenes, la memoria y la riqueza paisajista de los lugares a elegir. En este
sentido, suelo preferir las de la montaña valenciana y especialmente las del Maestrazgo
y sus aledaños, esos territorios a trasmano de todo cuya historia y gentes perviven en
el fragmentado ámbito de las sierras ibéricas que unen las provincias de Castellón y
Teruel.
Mis razones electivas se basan en mi aprecio y valoración del estado actual
del patrimonio edilicio y ambiental de las comarcas interiores de la región a pesar de que la
regresión poblacional y la pobreza de esas zonas es agudísimo y augura, de no ponerle coto, la
desaparición de toda actividad económica y residencial que no vaya más allá del mero carácter
residual.
El Maestrazgo un territorio excepcional
Y es, en efecto, verdad que los conjuntos edificados de la montaña valenciana poseen
una riqueza patrimonial de primer orden, adaptada al territorio en que se mantienen y que, en
buena medida, conservan las trazas de tradiciones constructivas seculares. Además, constituyen
un sistema articulado de poblamiento, con un carácter propio, en el que muchos de sus edificios
mantienen su estructura original y sobre los que la ausencia de presión demográfica no ha hecho
necesario procesos de sustitución ni alteraciones que impidan reconocer, en la actualidad, su
función, formas o usos originarios.
La calidad constructiva, sus materiales y las formas de entender la arquitectura aportan
un valor añadido a un patrimonio en el que edificios públicos, civiles o eclesiásticos, los
palaciales, así como las meras viviendas o las instalaciones funcionales para las actividades
económica y defensiva, ofrecen un vasto catálogo de excepcional belleza y singularidad que
no debería presentar, en una sociedad desarrollada, el aspecto decadente o el abandono que la
ausencia de políticas de regeneración han provocado hasta ahora y cuya casuística trasciende
más allá de los límites de la Comunidad Valenciana y es afín a la que se observa en autonomías
vecinas, con singulares grados de identidad en las provincias de su entorno.
Son territorios poseedores de un patrimonio dormido que debe ponerse en valor para
articular sistemas complementarios a los del espacio costero urbano y desarrollado que, a su
vez, permiten la vida en la montaña y ofrecen al viajero, al consumidor de ocio, al turista, o al
habitante de la ciudad, el disfrute de un territorio ignorado, pleno de valores medioambientales y
ecológicos; en el que sus hermosos pueblos y ciudades presentan, por encima de su abandonada
faz actual, la expresión de una recuperada armonía, el sosiego y el silencio de los lugares
recoletos. En suma, la perduración secular de un modelo de asentamiento con una impronta
común que se caracteriza por una neta localización topográfica asentada, normalmente, en
niveles abruptos o espolones de difícil acceso, coronados por colosales relieves calizos, las
llamadas Muelas y defendidos por profundas barrancadas sobre las que hierguen murallas, o
lienzos de casas-muro que cierran los conjuntos, a los que se penetra muchas veces, tan sólo por
portillos o puertas en excelente estado de conservación.
Los pueblos y las comarcas del Maestrazgo
Su enumeración sería prolija, pero de entre todos merece destacarse, sin ningún género
de dudas, Morella, dada su excepcional y arrogante posición. Pero tanto la Comarca de Els
Ports, como el Alto y Bajo Maestrazgo, con Culla, Catí o San Mateo, o como el Alto Mijares o
el Alto Palancia, con Jérica y Segorbe, y como en el Alcalatén o los Serranos, existen también
lugares de similares características y valor. Si la separación entre el núcleo y los campos
circundantes es clara; a veces, ésta se acentúa más al erigirse los pueblos como el único vestigio
humano en medio de la naturaleza vegetal o rocosa del entorno. Tal es el caso de la Tinença de
Benifassá.
Además de esta característica diferenciación entre el medio y los pueblos, otra nota
de identidad define la organización del espacio construido. El interior de los núcleos presenta
grados de complejidad y organización que varían según su antigüedad y sus etapas expansivas.
Quedan conformadas, de esta manera, unas poblaciones en las que es posible identificar los
primitivos lotes de parcelación gótica y muchos de sus edificios originales, más o menos
reformados. La existencia de arrabales o morerías es, asimismo, atestiguada por la morfología
urbana, que delata su composición característica. A su vez, las etapas sucesivas del crecimiento
urbano generarán parcelaciones simétricas, entre calles paralelas, de mayor amplitud que las
anteriores, en las que resulta palmaria la preocupación higienista.
Excepcionalidad arquitectónica de algunos edificios
Pero no es únicamente la traza de los espacios públicos lo que merece un destacado lugar
en la composición de estos municipios; será necesario aludir, también, a la excepcionalidad
arquitectónica de ciertos edificios: Castillo e Iglesia Arciprestal de Santa María en Morella,
Catedral de Segorbe, Torre mudéjar de Jérica, Iglesia de San Mateo, murallas de Benassal
y Culla, el castillo y la parroquial de Ares … permiten identificar el homogéneo carácter
estilístico de la mayor parte de estas agrupaciones.
A pesar de que se hayan producido algunas intervenciones de dudoso gusto y que en la
renovación se incurra en la moda del revival, es importante destacar que no se ha roto, por lo
general, la volumetría tradicional y que las viviendas mantienen sus direcciones, perspectivas y
skylines, conformes con la tradición. La construcción, con mampostería o sillares, de indudable
antecedente gótico en muchos casos, se mantiene vigente en edificios en los que perduran los
característicos modelos constructivos de puertas, ventanas, balcones y aleros de madera,
voladizos, balconadas y porches.
Casonas y Palacios
Además de los inmuebles para viviendas no faltan excepcionales casonas y palacios.
También son frecuentes las lonjas de solemnes arquerías, como la de la Lana de Olocau o la de
Catí; hornos góticos como los de Olocau y Forcall; cofradías de primitivas asociaciones como
las de Castellfort y Zorita; conventos de grandes proporciones; hospitales; antiguos estudios,
como los de Segorbe y Morella, y monumentales iglesias de amplia variedad estilística. Todo
este enorme patrimonio urbano se alza sobre viarios, de característico empedrado, en los que se
construyeron fuentes o lavaderos para el servicio de las poblaciones, como los de Catí, Morella,
Segorbe, Viver o Jérica.
Puente góticos, acueductos, ermitas, santuarios….
Fuera de las ciudades, en las vías de acceso, son dignos de mención, también, puentes
góticos y de época posterior, como el de Olocau, Todolella y Vilafranca; acueductos como los
de Begís, Segorbe, Chelva o Morella; ermitas de enorme significado local desde el siglo XIII,
o excepcionales santuarios comarcales como los de San Pedro, Santa María y Virgen de la
Fuente en Castellfort, el de San Cristobal , en La Todolella , el de Vallivana o el de la Balma,
en Zorita, cargados de gran sentido simbólico y constructivo, y todos ellos en un territorio en el
que la impronta de la religiosidad se afirma en innumerables calvarios, humilladeros y cruces de
término de excepcional belleza, como las de Morella, La Mata, Cinctorres o Zorita.
El terrazgo agrícola
Por otra parte, el terrazgo agrícola conserva, asimismo, innumerables vestigios, dignos
de consideración etnológica, del pasado agrario de la zona. Norias y antiguos sistemas de
conducción de agua, en Atzeneta o en La Tinença; cañadas y azagadores, como el de Cinctorres
y el de Vilafranca, para el trasiego del ganado; rediles, cucos, chamizos y refugios y, sobre todo,
un inmenso sistema de terrazas que expresa el denodado esfuerzo de una sociedad campesina
y ganadera de la que nos hablan los innumerables vestigios de masías abandonadas en los más
recónditos e inaccesibles lugares del territorio.
Concluiré la relación con la mención de los antiguos molinos que aprovechaban la
energía hidráulica para batanear la lana o moler el grano. Son el antecedente de las primitivas
fábricas textiles de la región, de las que la de Palos, en Forcall, Vilá, en Zorita y, sobre todo,
la de Giner, en Morella, expresan los intentos de esta vieja sociedad para no quedar fuera de la
industrialización.
Resulta evidente que esta apresurada y prieta presentación del interés global que pueda
suscitar el viaje al Maestrazgo requeriría una cierta selección de temas e itinerarios. Dadas
las dimensiones territoriales, la abundancia de poblaciones, la eficacia de la red viaria o
las preferencias de cada cual, podrían escoger o intercambiar rutas de Naturaleza con rutas
paleontológicas, u otras que incluyan visitas gastronómicas y compras.
Pintura rupestre mediterránea
A mi entender sería muy estimulante, como inicio de sucesivos encuentros con estas
tierras, recorrer alguna de las numerosas estaciones del importantísimo Patrimonio Cultural
de la Humanidad que comporta la pintura rupestre mediterránea y que afortunadamente aún
perdura en los abrigos del Barranco de la Valltorta, entre Albocacer y Tirig (a los que se
puede solicitar visita guiada) o, acercándose a Ares, el abrigo de La Viuda, en el barranco
de la Gasulla (acompañan la visita desde la Venta de la Montalbana). Hay otros muchos
yacimientos, pero la facilidad de acceso me inclina a estos, que nos pueden mostrar una enorme
cantidad de signos de la civilización mas antigua que aquí habitó actuando como cazadores,
pastores y oteadores del mar desde sus atalayas montañosas.
Por Ares, Vilafranca e Iglesuela
Ares y su poderosa Muela dominante nos permite el recorrido por uno de los
microtesoros locales y a la que en el siglo XVIII se refería el botánico Cavanilles situándola
sobre ”barrancos de angustia”. La sagacidad y constancia de algunos, dedicados a la búsqueda
de la trufa negra ha permitido la mejora de la renta local, de este idílico lugar ,el primero
del reino conquistado por el amado Rey Jaime I, del que se conserva ayuntamiento, cárcel y
lonja. Después de atravesar Vilafranca, a la que otro día visitaremos y dedicaremos merecido
tiempo, nos acercaremos a Iglesuela donde se puede optar por una magnífica y excepcional
cocina tradicional (y reparadora) y disfrutar de un maravilloso y sensato paseo entre casas de
inmenso fuste (si no hay suelta de toros) oyendo el traqueteo de antiguos telares artesanales y si
la hora o la reserva lo permite disfrutar del alojamiento en flamante hotel. Los amantes del cine y
de Faye Dunoway recordaran un film rodado por ella aquí en una de las infinitas construcciones
de piedra seca, de propiedad municipal y laso uso litúrgico y romero, existentes en su campo y
que son objeto de protección por la UNESCO, y en la que evocaba un sucedido sentimental de
su pasado. Pero conocido el hecho, fue impedido el rodaje por la autoridad episcopal. ¿Se habrá
inmatriculado la ermita?
Con la duda a cuestas proseguimos la ruta hacia la impar Cantavieja, pero la hora, la caída
de la noche y el radiante atractivo de Morella cambian la intención del viajero y conduce nuestro
vehículo hacia la multicoronada testa de la enhiesta Morella.