Cuenca. Paisaje y contrastes

A principios de Enero hice un viaje en tren a Cuenca. Por aquello de que acababan de inaugurar la línea de alta velocidad entre Madrid y Valencia con parada en Cuenca, por lo que me resultaba más fácil realizar una visita a la ciudad, a la que no iba desde hacía muchos años. La recién construida estación de ferrocarril está situada a unos 4Km. del centro de la ciudad y lleva el nombre de Fernando Zóbel, famoso pintor nacido en Manila y gran amante de la ciudad de Cuenca, donde está enterrado. Zóbel, junto con otros artistas y amigos, como Gustavo Torner y Gerardo Rueda, y aportando los fondos de su colección personal, fundó el Museo de Arte Abstracto Español que abrió sus puertas en Julio de 1966 en las llamadas Casas Colgadas, las que se asoman al rio Huécar.
Cuenca ha crecido mucho, con la construcción de bloques de viviendas y la aparición de zonas industriales en las afueras de la ciudad nueva, pero afortunadamente, gracias a que su casco antiguo está declarado Patrimonio de la Humanidad desde el año 1996, la ciudad antigua, situada en lo alto de un cerro bordeado por los ríos Júcar y Huécar, sigue conservando su encanto y su riqueza arquitectónica, alojando además unos museos muy interesantes. Realizar un recorrido por las estrechas y a veces empinadas calles que circundan la ciudad antigua te permite disfrutar de unos paisajes relajantes, asomarte tanto al rio Júcar como al Huécar o contemplar la ciudad nueva desde las alturas. La Plaza Mayor, con edificios tan emblemáticos como la Catedral y el Ayuntamiento, la calle San Pedro con sus casonas señoriales o acercarse a ver la Torre Mangana, situada muy cerca del Ayuntamiento, en lo que fue el barrio judío, pueden completar un agradable y sano paseo.
Visité dos de los museos que me parecieron más atractivos, el Museo de Arte Abstracto Español y el Museo de las Ciencias de Castilla La Mancha. Sus contenidos contrastan enormemente con el entorno religioso de los conventos, las iglesias y sobre todo de la catedral y sus dependencias. Sin embargo están perfectamente integrados en la ciudad antigua, ocupando edificios emblemáticos cuyos interiores se han adecuado para albergar tanto las obras de arte de uno como los materiales y exposiciones de divulgación científica del otro. El primero está ubicado, como ya he mencionado, en las Casas Colgadas, existentes ya en el siglo XV, y el segundo en lo que fuera Asilo de Desamparados frente al Seminario de San Julián y la iglesia de la Merced, muy cerca del Convento de las Esclavas.
A la hora de comer tienes en la ciudad antigua bastantes sitios donde elegir, y en casi todos ellos puedes degustar los platos típicos conquenses como el morteruelo, las migas del pastor, el pisto manchego y la paletilla de cordero. Por aquello de la nostalgia yo elegí el mesón Los Arcos, situado al lado del Ayuntamiento, pues había estado allí hacía ya bastantes años. No me defraudó. La barra de su bar seguía acogiendo a gentes del barrio a la hora del aperitivo o del café y su restaurante, aunque ampliado a más salas debido al incremento del turismo, seguía ofreciendo unos buenos platos regionales elaborados además con bastante esmero.
Estuve alojado en un hotel en la calle de San Pedro, cerca de la Plaza Mayor. Ya de noche, cuando desaparecieron los visitantes ocasionales y la zona se quedó desierta, pues estábamos en pleno invierno, bajé a la ciudad nueva a tomar unos vinos. La zona de tascas está muy cerca del centro, en una calle con terrazas justo al lado de la Diputación Provincial. La única parada de taxis de la ciudad está allí mismo, alrededor de un parterre triangular. Cuando llegué había varios, pero cuando decidí retornar al hotel no pude encontrar ninguno y tuve que subir caminando hasta la Plaza Mayor. El día siguiente le comenté el hecho al taxista que me llevó a la estación y éste me informó de que en la ciudad tan sólo hay treinta taxis y que a partir de las nueve de la noche ninguno acude a la parada por lo que hay que solicitar el servicio por teléfono, marcando un número publicitado en todos los hoteles y que yo no tuve la precaución de anotar.
Ya en la estación, tuve que esperar un largo rato pues el tren que debía tomar llegó con media hora de retraso. Supongo que sería una excepción pues una alta velocidad con retrasos y esperas, deja de ser alta y vuelve a ser, como antes, “normal”.

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