Creo que una de las cosas más difíciles de hacerse -o haberse hecho- viejo, es sentirse cansado gran parte del tiempo. Puede que sólo sea mi experiencia y no algo típico de las personas de ochenta y tantos, pero a las diez de la mañana me siento listo para irme a la cama. No literalmente, pero sí que me sentí un poco así esta mañana.
Me gusta leer y disfrutar de más novelas que nunca porque cuando trabajaba no tenía tiempo, pero tras unas cuantas páginas me quedo dormido. Hacia el final del día, raramente puedo ver un programa de TV hasta el final. Uno de los regalos que me hace mi querida esposa es contarme más tarde cuál fue el final de la película de suspense que habíamos estado viendo. Incluso pueden ser las últimas palabras del día, al murmurar desde las profundidades de la duermevela: «¿quién lo hizo?»
Supongo que parte de esto tiene una causa biológica. La sangre no circula igual por el cuerpo y ya no oxigena el sistema como lo hacía antes. Los huesos no tienen la fuerza que solían tener, pero sobre todo, me imagino que puede ser la falta de exigencias sobre mí. No hay un diario completo que llevar a cabo. Ni llamadas telefónicas de gente pidiéndonos que actuemos. Ni conflictos que resolver. Ni discusiones con personas con puntos de vista políticos menos iluminados que los míos. Cuando el cartero llega a mediodía, por lo general, trae peticiones de dinero o catálogos de ropa y calzado, sin que nada sea directamente personal y, por lo tanto, imposible de ligarlo al resto de mi vida.
Sobre todo debe ser esta falta de estímulo, supongo. Yo solía quejarme de tener que estar a la entera disposición de muchas personas, pero ahora apenas disfruto de la interacción que eso proporciona. Una llamada que requería mi tiempo y atención resultaba, por aquel entonces, energizante. Mi queja más bien patética es que ahora muy pocas personas me ven en ese tipo de papel.
La difícil pregunta, entonces, es: ¿Sería capaz realmente en este momento de mi vida de cumplir las expectativas de la gente? ¿Me volvería a poner a cubierto si las mismas responsabilidades que ahora lamento perder, volvieran a recaer sobre mí una vez más? Creo que probablemente no, o espero que no. Es el momento en el Reino Unido en el que los partidos políticos celebran sus congresos anuales. No tendré ningún efecto sobre ellos, pero ellos probablemente tendrán un considerable efecto sobre mí, que puede no ser positivo. Tengo que mantenerme al tanto de eso. ¡La ira puede ser un estímulo para el pensamiento creativo!
Bryan