LA CULTURA Y EL EMPRESARIO

Hace un mes mi amigo José Antonio me citó para que hablásemos de su jubilación. Envidiaba mi optimismo y la alegría con la que yo llevo lo que, para él, se le avecina como un trauma ante el que está aterrorizado. J.A. y yo ya habíamos hablado de lo que, para mí, ha supuesto el alejamiento de todas las actividades anteriores y el descubrimiento de una nueva vía llena de ilusión y sobre todo llena de actividad que me resulta sumamente gratificante.

Él tiene setenta años, es empresario y mentalmente sabe que debe retirarse del campo de batalla, pero…

Después de dos horas de amigable charla, le di mi opinión. «Jóse no te retires«. Equivalía al diagnostico «José no tienes solución» Se lo dije con absoluta sinceridad pero me marché con pena.

La cultura y las diversas culturas

Aclaremos qué entendemos aquí por CULTURA con mayúsculas.

La Real Academia española la define en su acepción 3ª Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grados de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social etc.

Lo cierto es que debemos admitir, según esta definición, que existen diversas culturas según al grupo social al que nos refiramos. Así es lícito hablar de cultura física académica, artística, política, económica etc. etc.

La cultura empresarial

Existe una cultura común a todos los empresarios; la que llamo Cultura Empresarial. Yo la definiría como el conjunto de los conocimientos que, adquiere el empresario acerca de su propio negocio, de las actividades mercantiles, industriales, o comerciales en el que está inmerso.
Esta cultura la adquiere el empresario por experiencia personal, estudios, técnicas, intercambio de conocimientos etc. Como todas las culturas, se resumen en una acumulación de experiencias que van dejando, con el tiempo, un poso de sabiduría.

Es la “sabiduría” que le capacita para tomar decisiones que comportarán no sólo la supervivencia del proyecto que alumbró a su empresa sino la expansión de la misma en un entorno competitivo cada día mas complicado y difícil.

Pero no que quiero extenderme en esta cultura porque daría lugar a todo un tratado que se aparta de mis propósitos y de mis posibilidades.

Mi intención es hablar de otras culturas a las que en general, y con todas las excepciones que cada uno puede conocer, el empresario presta muy poca o ninguna atención.

La curiosidad por conocer

El hombre es curioso por naturaleza. El afán por saber y conocer se le manifiesta claramente desde la primera infancia y son los padres y los educadores quienes deben canalizan esa inclinación para saciar la curiosidad que, con los años, les llevará no sólo a desenvolverse en la sociedad que les toque vivir si no, y sobre todo, a que durante su juventud y su madurez siga aumentando esos conocimientos para su propio desarrollo y con vistas a alcanzar una vejez en plenitud.

Los empresarios no son una excepción. Pero ese deseo por aumentar sus cono- cimientos se va canalizando, inconscientemente, hacia la empresa hasta el punto de que la vida sólo tiene sentido si se enfoca unidireccionalmente hacia sus negocios. Soy testigo de lo que digo por mi experiencia personal de más de cuarenta años metido hasta el último cabello en ese mundo.

La empresa absorbe, esclaviza y obnubila hasta el punto de anular cualquier iniciativa personal que te aparte de tu negocio.

Y esto trae consecuencias tan perjudiciales que pueden marcar huella de por vida e incluso a afectar a la propia salud. Ejemplos abundantes hay.

La familia, primera victima y, a la par, las amistades, las ilusiones, las aficiones y hasta el propio optimismo de vivir, pueden verse afectados por ese tremendo ofuscamiento…

Nos guste o no, esa es la realidad del pequeño y mediano empresario. Es muy fuerte en la especialización de su cultura, pero extremadamente débil en las otras que yo considero indispensables para su crecimiento como persona.

Dos generaciones dos culturas

Yo pertenezco a la generación que vivió una escasez endémica durante años.

La falta de comunicaciones, de transportes, de carreteras adecuadas, de obreros especializados, de maquinaria y herramientas, y, sobre todo la falta de información, era agobiante porque, entre otras amarguras, imposibilitaban cualquier atisbo de exportación y, frecuentemente, de la posibilidad de colocar sus productos incluso fuera del entorno geográfico propio.

Pero no era esto lo más grave. La más grave era la falta, casi absoluta de acceso a la cultura..

Es esta cultura a la que quiero referir y que Maria Moliner define como
“ Conjunto de los conocimientos no especializados, adquiridos por una persona mediante el estudio, las lecturas, los viajes etc.”

Las ultimas estadísticas, señalan que entre los empresarios que hoy tienen más de cincuenta y cinco años sólo el 5% tuvo acceso a la Universidad. Me gustaría saber cuantos de los restantes hicieron el bachillerato completo.

Sólo en su madurez llegaron, muy pocos, a tiempo de coger el tren de la formación en las elementales técnicas para dirigir sus empresas. Pero el daño irreparable que sufrieron fue la anulación de su natural necesidad de saber su inquietud por conocer de otros mundos, de otras maneras de ver la vida, de los conocimientos no. especializados que forman la cultura del hombre.

Los empresarios de hoy

Hijos de aquellos empresarios son los que hoy toman la iniciativa.

En su mayoría han tenido acceso a estudios superiores o complementarios. Las nuevas tecnologías a su alcance y los innumerables medios de que disponen han debido servirles como cauce para racionalizar su trabajo y buscar con más facilidad el tiempo dedicado al ocio y la cultura.

La globalización del conocimiento a través de Internet, y la dirección más racionalizada que proporcionan los avances tecnológicos, es de esperar que vayan produciendo un efecto beneficioso frente a la vida irracional y absorbente sin piedad, que tuvieron sus mayores, y que deberíamos considerar como ya pasadas definitivamente.

Me hago a mí mismo unas preguntas cuyas respuestas, pueden ayudar a definir si la puerta de los despachos está o no abierta a una modernidad deseable:

  • ¿Aprovechan los nuevos empresarios las oportunidades que le brinda el mundo actual para convertirse en ilustrados hombres de negocios?
  • ¿Se percibe, con la incorporación de la mujer al trabajo, un ambiente mucho más humanizado que sea capaz de aparcar definitivamente, la sombra siniestra de la empresa en su cara mas esclavizadota y aberrante. ?
  • ¿Podemos esperar del nuevo empresario un mayor compromiso con la sociedad y, por tanto más solidario, como consecuencia de esa cultura que ya debería haber activado sus facultades humanas más elementales?
  • El empresario en activo ¿se plantea seriamente que algún día debe dejar el timón de su empresa aunque ahora se sienta fuerte y vigoroso?
  • El nuevo empresario ¿ tiene una actitud más abierta hacia la cultura, que venimos calificando como humana, con el fin de ampliar el horizonte de sus conocimientos de cara a la felicidad del día en que se libere de su empresa?

Dejo ahí las preguntas como puntos de reflexión personal porque las contestaciones se me ofrecen tan dudosas que se salen de mi propósito que no es otro que el de estimular a pensar.

De todas formas y como guía para los transeúntes por la empresa, como lo son todos los empresarios, me permito seguir pensando con los pies en la tierra.

Un futuro seguro

Las dudas de mi amigo José Antonio las sufren la mayoría de los empresarios que se plantean seriamente abandonar el quehacer de toda su vida. También yo las sufrí en su día. El cambio es traumático, cruel, y duro, aunque por otra parte comprensible si el dimisionario nunca se planteó que llegaría un día en que necerariamente tendría que preguntarse cómo llenaría su vida cuando se cerrara la puerta sus espaldas.

Y esto es válido para todo empresario, sea joven o viejo, antiguo o moderno. El momento del cese de actividades por la edad es irremediable como lo es el paso del tiempo.

Advierto, no obstante, que no pretendo convencer a nadie para que se ilustre, para que sea más culto y ni siquiera para que lea algo mas que los titulares de los periódicos o la prensa deportiva. Nada más lejos de mi intención. Simplemente pretendo dar pistas, para quien las quiera tener en cuenta, con la buena intención de intentar que ese futuro inevitable no se convierta en una sensación de vida fracasada, o de decepción que haga camino hacia una depresión dramática e irreversible.

Las Claves

PRIMERA: La preparación mental es trascendental. La jubilación no sólo es la puerta que se cierra sin otra puerta que se abre. Y… ¿Por qué hablar de dos?.

Para un empresario profesional la vida tiene dos grandes etapas: La del trabajo, que ocupa probablemente tres cuartas partes de su vida, y la del descanso que se suele identificar con la vejez.

Yo, en cambio las denomino: La etapa del trabajo, del sacrificio, y la etapa del premio, de la gloria.

Que alguien me contradiga si no es un contrasentido, que clama al cielo, considerar que la jubilación es un arrumbamiento, un pasaporte al desván de los muebles inútiles.

¿ Es esa la consideración que merece ante sí mismo, quien consumió su vida en un proyecto del que ahora y gracias a su esfuerzo, se benefician socios, hijos, clientes, y, al fin y al cabo toda la sociedad?

Evidentemente no hablo de homenajes, reconocimientos, medallas o la foto en la galería de hombres ilustres que ya cumplieron con la empresa. Que todo eso está muy bien y supone un agradecimiento de los demás, ¡¡ faltaría más!!. Pero todas esas fanfarrias sólo satisfacen el ego pasajero.

Si el jubilado es consciente, piensa y recapacita, encontrará que la segunda puerta se le presenta infinitamente más luminosa, con muchas más posibilidades, puesto que, al pasar el umbral, lo primero que encuentra es la recuperación del mayor tesoro que tiene la vida: LA LIBERTAD.

Libertad sin agobios, sin citas obligadas, sin sapos en el desayuno, sin decisiones trascendentales, sin Bancos que aprietan, sin jugarte cada día lo tuyo y lo de los demás, …en fin sin andar siempre sobre el filo de la navaja.

El empresario en activo debe aprender a desear ese primer plato del banquete del disfrute que le aguarda.

SEGUNDA: Pero ese deseo lleva consigo una no menos importante consideración. Ser conscientes de su libertad. Lo que condiciona su futuro es sentirse libres.

Y sentirse libre es no añorar a la empresa; borrar todos los lastres que impidan una mirada limpia hacia el futuro que es la única realidad que para él cuenta.

Las tentaciones de la vista atrás son fuertes, lo sé, pero sin ese condicionante no nos engañemos, no hay libertad. Y el tiempo sigue pasando…

¡ ¡Cuántos se engañan pensando que para algunas cosas aún son imprescindibles y que se les echa de menos…!! Qué desengaño si supieran que los que se sienten liberados, sin su presencia, son los que le continúan.

Y es que no se quiere enterar que la puerta se cerró definitivamente y sin remedio, aunque sea el propietario o el mayor accionista. Que en la empresa no hay amos sino resultados, que sin él, el negocio continua .

TERCERA: La libertad en sí misma no tiene sentido si no se la llena. Si no se la utiliza en beneficio propio. Y en la vejez es lo que toca: preocuparse por uno mismo.

Ni los seres que más te quieren, la mujer, los hijos, pueden sacar a flote tu vida como tú mismo.

En una conferencia a la que tuve la suerte de asistir hace ya bastantes años sobre temas de la vejez, que ya oteaba en mi horizonte, el psicólogo ponente grabó en mi mente una frase que recuerdo todas las mañanas «Aquel que al despertar le da lo mismo levantarse que quedarse en la cama está comenzando a cavar su propia sepultura«. Fuerte ¿no?.

La libertad unida a la esperanza siempre en pie, deben ser los motores que activen la nueva aventura para poder seguir montado en el vagón de la vida que continúa circulando y mostrando al viajero pasajes insólitos por un mundo que sigue siendo suyo y lo seguirá siendo hasta el aparcamiento final.

Y en ese viaje debe estar muy atento para aprovechar los últimos logros de la humanidad, ampliando conocimientos, realizando lo que no pudo hacer antes… en fin no darse por vencido, disfrutar por una vez, y sin reparos, de la vida.

Y aquí encaja perfectamente el título de esta reflexión. Sin esa cultura humana, de que hablábamos antes, esa aventura no puede ser plena. Sin tener viva la curiosidad, sin
mantener ese espíritu de saber, el ánimo de vivir se va apagando.

El cerebro, fuente de la vida, necesita entrenamiento y estar en forma en las capacidades intelectivas no se improvisa, necesita años de ” machaque” y, como tantas cosas en la vida, voluntad. Y el empresario es sobresaliente en voluntad. Me consta.

De ahí mi insistencia desde el principio en que el esfuerzo constante de activar la curiosidad por conocer es promesa segura de una última etapa con premio a una vida donde los sinsabores fueron superiores a las satisfacciones.

No sé si este mensaje llegará a algún joven empresario. Dejo constancia que pensé en mis hijos y sus compañeros, jóvenes empresarios de hoy, más que en mis compañeros de edad.

Los de hoy han descubierto la cultura deportiva como herramienta para su salud. Entrenan a diario y sacrifican su dieta. También practican la Cultura Turística que es una buena fuente de conocimientos. No me atrevería a decir lo mismo de la cultura más que humana humanística. Espero que también la descubran algún día.

En cuanto a mis compañeros, unos viven felices su vejez, otros deambulan como sonámbulos por la vida y, los menos, como mi amigo José Antonio viven alineados con su empresa, mientras el cuerpo aguante o hasta que la muerte los separe.

Y es que el bueno de él… no sabía hacer otra cosa.

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One Response

  1. margarita 18 años ago

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