Energías renovables en Alemania

Esta semana Technology Review publicó un interestante artículo sobre el gran experimento alemán de la energía.

En el 2010, el gobierno alemán declaró que llevaría a cabo lo que popularmente ha dado en llamar Energiewende,  una auténtica revolución energética. Este cambio de combustibles fósiles a energías renovables es el más ambicioso que ha intentado jamás un país altamente industrializado: el objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 40% desde los niveles de 1990 para el año 2020 y un 80% para mediados de siglo.

El objetivo era todo un reto, pero de algún modo lo facilitaba el hecho de que Alemania ya generaba más del 20% de su electricidad a partir de la energía nuclear, que casi no produce gases de efecto invernadero. Sin embargo, el año pasado, en respuesta a la preocupación pública por el desastre tras el tsunami nuclear en Fukushima, Japón, la canciller Angela Merkel, ordenó el cierre inmediato de las ocho plantas nucleares alemanas más antiguas. Unos meses más tarde, el gobierno finalizó un plan para cerrar las nueve restantes para el año 2022.

Ahora, el Energiewende incluye un alejamiento de la mayor fuente de electricidad baja en carbono de Alemania.
Alemania ha puesto en práctica sobre sí misma un gran experimento que podría tener repercusiones en toda Europa, la cual depende en gran medida de la fortaleza económica alemana. El país debe desarrollar y utilizar tecnologías de energías renovables a una escala sin precedentes, a un coste enorme e incierto, al tiempo que reduce el consumo de energía. Y tiene por si fuera poco, todo ello sin perjudicar su industria, que depende de una energía fiable a un precio razonable.

Los principales actores de la industria alemana de la energía están llevando a cabo varias estrategias a la vez. Para ayudar a reemplazar la energía nuclear, se están apresurando a instalar enormes parques eólicos lejos de la costa alemana, en el Mar del Norte; y están planeando una nueva infraestructura de transmisión para llevar la energía a las regiones industriales de Alemania.

Al mismo tiempo, empresas como Siemens, GE y RWE, el mayor productor de energía de Alemania, están buscando maneras de mantener las fábricas en funcionamiento durante los bajones de las energías eólica y solar, en forma de medios de almacenamiento de energía baratos a gran escala, esperando que los ordenadores puedan coordinar de forma inteligente lo que podrían ser millones de fuentes de energía distribuidas.

Las estimaciones sobre el coste que tendrá la transición varían ampliamente, dependiendo en parte de la rapidez con la que se puedan introducir las nuevas tecnologías y se reduzca su precio. Varios grupos de expertos económicos predicen que el país invertirá entre 125.000 millones y 250.000 millones de dólares en expansión de infraestructuras y subsidios en los próximos ocho años.

Alemania ya ha incurrido en importantes costes. Cada factura mensual de electricidad conlleva un recargo de energías renovables de alrededor del el 15% (la industria pesada está exenta). Los precios de electricidad al por mayor han subido alrededor de un 10% desde el cierre de las ocho plantas nucleares.

A pesar de los costes, Alemania podría beneficiarse mucho de este gran experimento. En la última década, el país no sólo ha invertido en las energías eólica y solar, sino también en otras tecnologías menos conocidas, como el software de gestión y los procesos industriales eficientes. En conjunto, estas tecnologías verdes han creado una industria de exportación valorada en 12.000 millones de dólares y que está destinada a crecer aún más.
Las políticas gubernamentales podrían proporcionar más incentivos para desarrollar e implementar nuevas tecnologías.
Si Alemania logra hacer la transición con éxito, podría proporcionar un modelo viable para otros países industrializados, muchos de los cuales probablemente deberán afrontar también presiones para transformar su consumo de energía. «Este Energiewende está siendo observado muy de cerca. Si funciona en Alemania, será un modelo para otros países», señala Graham Weale, economista jefe de RWE. «Si no, será muy perjudicial para la economía alemana y la de Europa».
Fuente: The Great German Experiment

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