A pesar de los inestimables progresos de la medicina en los últimos 100 años, la cirugía todavía puede dejar cicatrices más propias del monstruo de Frankenstein que de un paciente de una operación moderna. Ahora, según este artículo publicado en Technology Review, Irene Kochevar y Robert Redmond, del Centro Wellman de Fotomedicina (Wellman Center for Photomedicine) del Hospital General de Massachussets (Massachusetts General Hospital), han desarrollado un método que podría llegar a reemplazar a la aguja e hilo del cirujano. Utilizando láseres quirúrgicos y un tinte activado por la luz, los investigadores están induciendo al tejido a curarse a sí mismo.
La curación por láser no es una idea nueva. Durante años, los científicos han intentado encontrar el modo de utilizar el calor generado por los láseres para hacer que la piel se vuelva a unir, pero les ha costado descubrir el equilibrio adecuado. Si no se aplica el calor suficiente, la herida no se cierra; y demasiado provoca la muerte del tejido. Hace ocho años, uno de los colegas de Kochevar y Redmond estaba examinando diapositivas patológicas de células eliminadas por tipo de calor térmico cuando se le ocurrió que se podría utilizar sólo la luz de un láser, en lugar de su calor.
Aunque la idea de la piel volviendo a unirse sola puede sonar más a algo típico de los superhéroes que a una habilidad quirúrgica, la ciencia es asombrosamente simple. El equipo sacó partido del hecho de que algunos tintes se activan en presencia de luz. En el caso del Rosa de Bengala –un tinte utilizado en prácticamente todas las consultas de oftalmologías para detectar lesiones de la córnea–, los investigadores creen que la luz ayuda a transferir los electrones entre la molécula del tinte y el colágeno, el principal componente estructural de los tejidos. Esto produce radicales libres altamente reactivos que hacen que las cadenas moleculares del colágeno formen enlaces químicos entre sí. Basta pintar los dos lados de una herida con Rosa de Bengala e iluminarla con una luz intensa y ambos lados se volverán a unir por sí solos. «A esto lo llamamos nanosutura», señala Kochevar, «porque lo que hacemos es unir las pequeñas fibras de colágeno; es mucho más de lo que puede hacer un hilo».
Los beneficios de esta nanosutura son múltiples. En casi todos los casos, parece dar lugar a procedimientos más rápidos, menos cicatriz y, posiblemente, menos infecciones, dado que sella la abertura por completo sin dejar ningún espacio por el que puedan penetrar las bacterias. Esto hace que sea especialmente adecuado para cerrar, no solo incisiones superficiales en la piel sino también las realizadas en operaciones de los ojos y el nervio ocular. En operaciones oculares, como el transplante de córnea, a veces es necesario dejar durante meses en el sitio los puntos (que pueden causar irritación e infecciones), pudiendo agravarse las complicaciones. En las operaciones del nervio óptico, el daño del tejido de la cicatriz puede disminuir la conducción de los impulsos neuronales. «Si se pasa una aguja a través de la piel, no pasa nada», señala Redmond. «Pero pasarla a través de un nervio, puede ser un problema, ya que se está destruyendo parte del nervio».