El sabor de las hierbas aromáticas

Las hierbas aromáticas constituyen la diferencia

El sabor de las hierbas aromáticas

Lo bueno que tienen las plantas, como los vientos, es que ignoran las fronteras. Y mejor si son silvestres o casi domesticadas, como ocurre con el romero, a quien tanto sentimos y olemos en los guisos, asados e infusiones de los pueblos del norte de Africa, como aromatizando el humo al cocer una paella en Levante, o tapando con sus ramas las orzas de los encurtidos en cualquier parte del mundo, sin cuyo aroma perderían su frescura y su picante encanto. Lo mismo ocurre con la menta o la marialuisa (hierbaluisa, hierba cidrera, por el aroma a limón, o de la princesa).

Estas hierbas tienen la virtud de no ser alimentos básicos, pero sí imprescindible, porque sin ese sentido final que ofrecen, el comensal siente que algo le falta. Constituyen la diferencia.

Y sino prueben a poner en una hermosa copa de cristal, simple agua ─mejor mineral─ un cubito o dos de hielo, un par de tallos de menta fresca, una hoja de marialuisa y bautíce el invento con un atractivo nombre. Cuando se acerque ese fresco cristal a los labios y perciba el delicado perfume de las hierbas, la simple agua fresca con recuerdo a limón le sabrá a gloria en un día de calor.

Si usted está enamorado/a y es muy cursi, puede llamar a esa bebida un «Cuchi-Cuchi», pero si no es dado a las cursilerías, llámele simplemente «Agua Fuerte»;  al menos sorprenderá a los amigos.

A las hierbas aromáticas no hay que echarles nada, sólo imaginación. Se prestan a ello.

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One Response

  1. claudia lulkin 14 años ago

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