La dura vida en el campo

Unas vacaciones en el campo se convierten hoy en algo muy lúdico para cualquier familia. Casi todas las comodidades de las casas de las grandes urbes son accesibles en una casa rural. No solamente porque estén equipadas con los más modernos electrodomésticos y equipamientos.

En los primeros días de estancia en Nailey Cottages fuimos conscientes de que el servicio de entrega a domicilio de Sainsburys traía, en una gran furgoneta que apenas cabía por el estrecho camino de entrada, un pedido realizado a través de Internet, al que accediamos a través de una red wifi que daba cobertura a todas las casas de la granja. Al día siguiente dos empresas de catering se ofrecían para servirnos una magnífica cena en nuestra casa a un precio realmente módico.

La dureza de la vida en el campo

Así que la vida en una granja inglesa puede parecer muy cómoda y lúdica. Pero esto es irreal. La vida en el campo incluso en nuestros días es dura, y sobretodo lo fue mucho más hace tan solo unas décadas. Una tormenta de granizo, una enfermedad del ganado, una helada a destiempo… te podían arruinar el trabajo de todo un año y dejarte prácticamente sin nada. E incluso, aunque hoy los seguros tratan de cubrir este tipos de riesgos, no siempre compensa asumir su coste.

Una de las actividades que es muy instructiva para los jovenzuelos es realizar actividades relacionadas con el quehacer de la granja o del campo. Y todavía lo es más si se cogen algunas herramientas tradicionales como una azada o un pico y se trata de cultivar una pequeña parcela de tierra.

Hoy la agricultura dispone de maquinaria moderna hasta para cultivar una parcela, pequeños tractores, riego por aspersión, riego por goteo, aportación de nutrientes para los cultivos informatizada, fumigación, etc. No se trata de eso. Hay que volver al pasado para instruir y tomar conciencia del esfuerzo del hombre en hacer productiva la tierra y ganar de ella nuestros alimentos.

Cultivar la tierra

Lo instructivo es coger una azada y plantar unas zanahorias, patatas, remolachas, ajos, cebollas, judías y sacarlas adelante con riego tradicional, cuidarlas y recolectarlas finalmente. Eso es lo que hicieron los pequeños con Brian, su abuelo que, a unas cuantas millas de nuestra granja, posee el equivalente a una tahulla de tierras municipales cedidas para cultivo personal de interesados residentes que lo soliciten.

Personalmente creo que ese contacto con la tierra es imprescindible para el hombre urbano. Es imposible reconocerse como especie si el hombre no mezcla su sudor con tierra seca y huele la tierra mojada sintiendo el barro en su piel. Una tarea pendiente para muchos adolescentes que tratan de identificarse con las tribus urbanas de piercings y tattoos.

La dureza de la vida en las áreas rurales también venía de terminada hace décadas o siglos (dependiendo de los países) por la conformación de las clases sociales que surgían de su relación con el acceso o no a la propiedad de la tierra. Esa faceta también intentamos transmitirla a los más jóvenes de la familia con algunas visitas a las impresionantes casas históricas británicas.

Señores y sirvientes

Para esto una tarde visitamos una de las casas históricas señoriales cercanas a la granja hoy llamada Dyrham Park. Antes de acceder a la gran casa señorial, se aparca a unas dos millas el coche y se va descendiendo por una ladera hasta el reencuentro visual progresivo de una gran mansión del siglo XVII, ubicada en un antiguo parque de ciervos y que sirvió para rodar la película «Lo que queda del día» interpretada por un mayordomo de excepción, Anthony Hopkins.

Aproveché el tiempo para inventar una historia que reprodujera algunas de las injusticias sociales que tal desproporción de acumulación de riqueza provocaba en la mayoría de la población…

Una vez allí, los pequeños olvidaron la historia y, en el cesped de los jardines de la mansión se entregaron a emular a Ronaldiho, Messi, Raúl y Guti. El entrenamiento dio sus resultados. Al volver a la granja se improvisó un partido de fútbol que los nuestros ganaron 14-3. Mi mujer tuvo que hacer unas palomitas para endulzar la derrota de nuestros vecinos y amigos.

Bueno, así son las cosas, al menos, el pre-entrenamiento en Dyrham Park sirvió para algo.

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