Confusión al envejecer

Aunque las personas que nos rodean no lo han notado (y es que intentamos esconder nuestra confusión lo máximo que podamos), los que envejecemos sí nos damos cuenta. A veces solo trata de una mala memoria, que describiremos más adelante, pero muchas veces es como un zumbido mental temporal, o una interrupción en la cadena de nuestros pensamientos. ¿Dónde estoy? nos preguntamos. Incluso, a veces, ¿Quién soy?

Un amigo me dijo el otro día: «Cuando me miro en el espejo últimamente, apenas reconozco mi cara. Me parezco más a mi padre que a mí». Yo reconozco la misma sensación. El otro día tuve que luchar para intentar identificar un fragmento de un recuerdo que me estaba preocupando: ¿había sido un sueño? o ¿había sido un hecho real? Mas tarde pude comprobar que había sido un hecho real. Esto puede ocurrir a cualquiera de mi edad, pero conforme nos hacemos mayor, cuando nos ocurre nos preocupa especialmente. Tememos que son signos de un deterioro mental, y tendemos a buscar más signos, incluso cuando no existen.

Nuestro gran miedo evidentemente es que empezamos a sufrir senilidad, demencia o incluso Altzeimer. Pero normalmente, es simplemente que estamos envejeciendo, el pasado siente a veces más real que el presente, y tenemos menos capacidad que antes para adaptarnos a distintas circunstancias. Puede haber otros motivos: tal vez una mala alimentación, un tratamiento médico que no nos sienta bien, un consumo excesivo de alcohol, nuestro cuerpo necesita más calor (somos más propensos a coger una hipotermia) o más agua (somos más vulnerables a deshidratación). O, sobre todo, puede ser que pasamos demasiadas horas solos.

Si la confusión se convierte en un estado más o menos permanente, entonces ha llegado el momento de buscar ayuda médica. Puede ser menos grave de lo que tememos; tal vez sea causado por un problema de nutrición o infección que es tratable. Si estamos realmente preocupados, la bien intencionada ayuda de nuestra familia o amigos que nos aseguran que estamos bien a pesar de todo puede suponer un obstaculo para averiguar la verdad sobre nuestro problema real.

Es preferible comentar su preocupación con un conocido o un amigo cuya respuesta no esté condicionada por el cariño que nos tiene. También puede ayudar si habla con personas que están pasando también por la experiencia de envejecer. Dos veces cada año me reuno con un grupo de mis amigos de la epoca en la que fui estudiante. Nos tambaleamos hacia nuestros reencuentros siempre imaginando que vamos a ver de nuevo aquellos jóvenes que eramos una vez, y sustituyendo rapidamente al llegar la realidad de otra época lejana por aquellos chicos divertidos en los que nos hemos convertido. Y mientras rebuscamos en nuestras memorias, intentando recuperar un nombre o un acontecimiento del pasado, nos miramos atentos, a veces consolados que otros están envejeciendo con menos éxito que nosotros mismos!

En distintos grados y a distintos pasos, todos envejecemos.

Tal vez el mayor antídoto contra la confusión cuando envejecemos es aceptarla (¡lo que personalmente no me resulta nada fácil!). De acuerdo, procesos como vivir y pensar con lucidez ya no son tan fáciles o sencillos como lo eran en el pasado, y tal vez tengamos que inventar estrategias para convivir con ello.

Pero después de todo, ¡supongo que no nos debería de importar tanto!

Bryan

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