En el Reino Unido actúan entre 20.000 y 40.000 inversores (business angels) que realizan entre 3.000 y 6.000 inversiones en las PYME con un volumen de financiación de entre 800 y 1.600 millones de euros. Mientras tanto en España los business angels no tienen antecedentes de actividad formal. Esto queda recogido en el muy recomendable estudio coordinado por Esban (red española de Business Angels) y patrocinado por la Secretaría General de Industria (Los business angels en España: una nueva vía de financiación para la PYME).
Me he interesado por el tema tras mi artículo sobre la Ley de Ciencia de hace un par de días. Mientras que en el Reino Unido, y en menor medida en otros países Alemania, Francia. Holanda. puede hablarse de mercados maduros en materia de business angels, en nuestro país todo el mérito se centra en unos pocos pioneros, muy valiosos, como el interesante caso de SeedRocket. El desarrollo de nuevas empresa en sectores de presente y futuro como las TIC, nanotecnología, biotecnología, etc. requieren de canales de financiación especializados y ajenos a los circuitos convencionales.
Lo que la Ley de la Ciencia ha olvidado
Una ley de la Ciencia promulgada en el grave síndrome actual de la economía española tiene que dejar de obsesionarse con el estatus de los investigadores y cosas por el estilo y centrarse en un eje principal: la transferencia efectiva de conocimiento competitivo para las empresas y todas aquellas variables que contribuyan a su éxito.
En las duras y costosas condiciones de refinanciación de la deuda española, la sociedad tiene derecho a exigir eficiencia y productividad a la actividad investigadora desarrollada en nuestro país. Para esto la legislación tiene que amparar y promulgar puentes imaginativos y sólidos entre lo público y lo privado como principal objetivo. Sin complejos ideológicos o de otro tipo.
Esto significa hablar de ecosistemas de innovación (parques científicos y tecnológicos, clusters…) fomento intensivo del emprededurismo con base científica o tecnológica, apoyos fiscales y ayudas de todo tipo al capital aventura y al business angels, incentivar al máximo la movilidad de investigadores entre las universidades y las empresas, etc.
Para una gran parte del profesorado español sería importante pasar unos años en una empresa. Esta experiencia, y hablo por experiencia propia, supondría un cambio de mentalidad muy positivo. Y para la otra parte, las empresas, la captación de capital humano de las universidades puede abrir grandes oportunidades en el incremento de su capacidad de innovación. Habría que incentivar extraordinariamente estos travases, aparte de dar facilidades legales.
Hoy la mayor parte de universitarios (especialmente en el sector público) y los empresarios viven en gran medida en compartimientos estancos separados o divorciados entre sí. Hablan idiomas muy distintos, a veces ostentan intereses contrapuestos, e incluso ideológicamente no suele haber mucha sintonía entre sí. Esta situación representa un derroche de capital humano y un elevado coste de oportunidad derivado de escasez innovadora en las empresas. Un país con la tasa de desempleo de España y su nivel de endeudamiento, no se puede permitir esta situación.
España, ligada a una comunidad hispanohablante de más de 400 millones de personas no ha sabido impulsar empresas líderes en TIC que tomen dicho mercado como referencia, al tiempo que empresas presenciales se mostraban muy capaces de hacerlo. Quizás, a diferencia del los Estados Unidos, el Reino Unido, nuestros emprendedores carecen de una financiación que podría tener su base en el desarrollo de los mencionados business angels o capital aventura especializado. Y también las universidades deben formar un capital humano que no tenga atrofiada ideológicamente su capacidad de emprender e innovar.
Sin «ángeles en los negocios», estamos condenados a que la vieja economía del turismo y de la construcción sea el modelo sin alternativas sólidas a medio plazo para nuestro país. Cuántas veces tendremos que seguir escuchando que si Larry Page, Sergie Brin, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, etc. hubieran nacido en España, estarían condenados a desistir de sus proyectos o de sus ideas. Definitivamente, necesitamos huir de «Españistán«.
Siempre me he sumado a los que sostienen que el valor de los blogs son en muchos casos las aportaciones y reflexiones vertidas en los comentarios que suscitan. Recibo por correo un comentario de una de las personas que más sabe de estos temas en la Universidad española que, con su autorización, añado:
Hola Andrés.
Me han gustado mucho los dos artículos.
Completamente de acuerdo. Ha sido un “parto” muy largo para alumbrar algo tan pequeño ( ¡¡¡Aunque personalmente no es esperaba nada mejor!!!).
Necesitamos cambios mucho más profundos y estos cambios deben estar acompañados por unos recursos económicos que no tienen porque, ni creo que deban, venir exclusiva ni mayoritariamente del sector público. Las “grandes innovaciones” nunca han nacido del consenso, sino de aquellos visionarios/lideres/emprendedores que han sabido ver más allá de la situación actual y tener arrestos para cambiarla por otra mejor. Como dijo G. Bernard Shaw: “El hombre sensato se adapta al mundo; el hombre insensato persiste en intentar que el mundo se adapte a él. Por lo tanto todo progreso depende del insensato”
En fin, iba a decir “mucho ruido para tan pocas nueces”, pero, desgraciadamente esta Ley no ha hecho ni “ruido”. ¡Mira sino la repercusión que está teniendo en los medios de comunicación! Otro dato …… Eso de que se apruebe casi por consenso de los grupos parlamentarios, ¿no será más por “dejadez” (¡¡¡pa lo que sirve esso de la investigació!!!) que por tener una visión estratégica común? Que nadie se acalore y discuta por estos temas me suena más indiferencia que a consenso………………
De las “nueces” para que hablar. Si acaso han sido “avellanas” y pocas.
Un saludo.
Jose