Se lo oí hace poco a un Rector de la UNED, Juan Antonio Gimeno, y a los pocos días a un empresario. «Yo no le tengo miedo la competencia, por fuerte que sea, le tengo miedo a la incompetencia«.
Si en ámbitos tan diferenciados se escucha la misma cosa quizás tenemos que preocuparnos. Así que esta segunda vez vez me interesé por el detalle… Me vino a la mente que los empresarios siempre aluden a la «hipercompetencia» que se deriva de unos mercados globales. ¿De dónde surgía tanta animadversión a la incompetencia?
Cogí papel y lápiz… y esta fue la lista de las incompetencias a las que se enfrentan muchas empresas:
- No encuentro el personal formado que necesito. Tengo que pagar la formación en la empresa. Su formación curricular no me aporta casi nada.
- La mayor parte de los servicios que pago son para burocracias de las administraciones públicas sin sentido.
- No puedo ajustar mi plantilla adecuadamente,
- Si voy al concurso de acreedores, es para cerrar la empresa.
- Las administraciones me ve fundamentalmente como sujeto imponible, una fábrica de generar ingresos para ellas.
- Se dictan regulaciones que no se adaptan a la realidad de las pequeñas empresas. La normativa de prevención de riesgos y otras similares es absolutamente inconcebible.
- Si solicito alguna ayuda, subvención relacionada con el I+D, las tecnologías de la información, etc. es tal la complejidad y burocracia de las solicitudes que desanima por el solo el hecho de tener que tramitarlas.
- El clima de confianza que me rodea está por los suelos… ¿tan difícil es restablecer la confianza económica?
- En términos generales, percibo cada vez menos profesionalidad, eficiencia y más burocracia,
- Noticias sobre corruptelas muy diversas.
- Hay un ambiente empresarial escasamente estimulante y motivador..
Créditos imagen: Chiste de Forges