ETAPA DE LA MADUREZ –

LA JUBILACIÓN DEL EMPRESARIO

Probablemente no haya una etapa en la vida del empresario más preocupante y dramática como la que supone abandonar el trabajo activo. Renunciar al puesto de mando.
Para unos es la incertidumbre que conlleva romper la rutina diaria sin saber cómo se van a adaptar a otro estilo de vida.
Para otros será la terrible sensación de que la madurez se ha hecho patente no sólo ante el espejo sino ante la realidad ; de que el paso del tiempo impone la retirada del campo de batalla para ceder el puesto a quienes están en la edad y con las capacidades más idóneas para seguir en primera línea.
Probablemente a todos les aflore un fuerte impulso de rebeldía, de ser objeto de una lamentable injusticia al comprobar su impotencia ante la incuestionable verdad de haber cumplido su ciclo de actividad laboral, y sentirse en la obligación de tener que otear el futuro de la empresa, de “su” empresa, sin su presencia.
Seguramente hay otras actitudes que sería prolijo seguir enumerando y que nos llevarían a la misma conclusión: pesimismo y sensación de derrota ante lo inevitable, es mas , pánico solapado a pasar de la vida de estrés a la del aislamiento respecto a la empresa.

BATIRSE EN RETIRADA
Este impuso de rebeldía ante una realidad que no tiene componendas hará que el empresario que no padezca ningún deterioro físico o enfermedad degenerativa, busque argumentos, incluso invente razones para retrasar “sin die” su retirada.
Los argumentos de «aun estoy en forma, todavía necesitan mi experiencia, nadie como yo conoce el negocio, o quiero irme pero no encuentro el momento…» llegan a forjar un autoconvencimiento de ser imprescindibles. Esta actitud les vacuna contra todo pensamiento sensato de afrontar la realidad de que su tiempo está vencido y seguirá pasando sin remedio. No caen en la cuenta, probablemente por ignorancia, de que la vida se les puede escapar sin gozar de la última etapa que puede ser la del máximo disfrute.
Para ellos es inútil el consejo. Son incapaces de ver que la empresa necesita una renovación o, lo que es peor, que su presencia está obstruyendo involuntariamente otros desarrollos de un futuro que ya no les pertenece. No adivinan, o no se creen , que les aguarda una fase mucho más satisfactoria, si son capaces de dar el paso hacia la jubilación llenos de vida y conscientes de que se acaba una etapa y comienza otra que también deben protagonizar.
Dan la impresión de haberse unido religiosamente al negocio hasta que la muerte los separe. A mí, que por mi edad y mi condición de empresario, he sido ya victima de estas cavilaciones, me recuerdan a aquellos héroes del FARWEST que se batían en retirada hasta morir sin paliativos…con las botas puestas.

LOS NO RESISTENTES
Por otro lado existen, aunque sean pocos, los que enfocan la escena desde el ángulo opuesto; los que no ofrecen resistencia, antes al contrario, planifican con ilusión un descanso anhelado. Estos son los que ven claro que tantos años de esfuerzo, de sinsabores y de continuo riesgo merecen el premio del sosiego y el disfrute de una vida sin la sumisión obligada al trabajo de responsabilidad que les ha aprisionado tantos años de su vida. Consideran acertadamente que ha llegado el momento de recoger la cosecha de una semilla que llevan cultivando año tras año, sin regateos de esfuerzo, y sacrificando sin duda familia, aficiones, deseos y proyectos. Son los que enfocan la jubilación como la entrada al mundo apasionante de ser autores de su propia biografía. Son los mismos que entregan voluntariamente, el bastón de mando para que otros sean los protagonistas. Son los que renuncian al control porque ya no son ellos los que deben controlar.
Se sienten liberados porque han sido capaces de renunciar a cuanto perturbe su merecida paz.
Siendo pocos debo decir que son los que más alargan su vida en cantidad y en calidad de años.

CERRAR LA PUERTA
A fuer de ser sincero debo decir que a cuantos empresarios, ya pasados de edad pero enrocados en la postura resistente, trato de convencer para que den el paso se parapetan en el «…ya trabajo menos, de hecho estoy jubilado, sólo voy unas horas….ya llegará el día». Y… naturalmente siguen, se baten incansables ignorando que algún accidente o el paso irremediable del tiempo les obligará a tomar la decisión que , sin duda, llegará tarde para afrontar con ilusión un mañana todavía prometedor.

Yo tengo para mí, aunque humanamente lo justifico, que padecen en sus propias carnes el síndrome de algunos políticos: pánico a la pérdida del poder.
Reconozco y comprendo que dejar la mesa donde tantas horas has consumido, donde tantas decisiones trascendentales, en su trágica soledad, han tenido que tomar y cerrar la puerta para no volver la vista atrás es muy duro.

LA SEGUNDA PUERTA:
Abrir la segunda puerta, la puerta de la libertad, es imprescindible para emprender el nuevo camino donde no existen responsabilidades angustiosas y donde se abandona de una vez el filo de la navaja por donde han transitado hasta ahora.
Sólo dando el portazo con serenidad pero con valentía y cediendo la llave, se puede aspirar a emprender con ilusión la nueva tarea de llenar la nueva vida de nuevas ilusiónes, de nuevos menesteres, y de nuevos disfrutes.
¿ Quien ha dicho que la capacidad productiva acaba con la jubilación?.


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