Smart city humana y saludable

La primera idea que nos evoca el concepto de smart city es la del uso intensivo de la tecnología. Desde esta vertiente puramente tecnológica, la inteligencia de una ciudad dependería de la potencia de su «cerebro central», que debe recoger, integrar, analizar y procesar, todo en tiempo real, la ingente cantidad de datos provenientes de los sensores electrónicos correspondientes a las infraestructuras básicas municipales de agua y energía, transporte, contaminación, recogida de residuos,… así como los que transmiten continuamente sus ciudadanos, a modo de sensores móviles, en su interacción con el entorno.

Las tecnologías de la información, el Internet de las cosas, el big y el open data, la realidad aumentada, la geolocalización, … son palancas imprescindibles para sustentar los proyectos de smart city, dentro de modelos que requieren de la acción coordinada de la Administración, del sector empresarial, de la academia y de la sociedad para alcanzar su máxima efectividad como ecosistema innovador que pretende ser.

Smart city humana

La inteligencia, como atributo esencialmente humano, es la facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar y tomar decisiones. Desde este punto de vista cabe concebir a una smart city como una ciudad humana, centrada en las personas.

Las smart cities deben ser ciudades innovadoras, que contemplen todos los servicios municipales bajo una visión general e integradora, y que, bajo el prisma de la eficiencia y de la sostenibilidad económica y medioambiental, persiga como objetivos prioritarios:

  • Mejorar la calidad de vida, el bienestar y la prosperidad de sus habitantes
  • Crear un entorno que fomente la cultura de la innovación como concepto transversal..
  • Crear las condiciones para que proliferen en su territorio las empresas de tecnología avanzada
  • Atraer inversiones
  • Convertirse en polos de creatividad y cultura
  • Realzar su atractivo turístico
  • Fortalecer su gobernanza democrática, fomentando la transparencia, la participación ciudadana y la reutilización de los datos públicos como fuente de eficiencia y de creación de riqueza y empleo.

Smart city saludable

“La salud no lo es todo pero sin ella, todo lo demás es nada.” A. Schopenhauer

Para la OMS, la salud es el estado completo de bienestar físico, mental y social de una persona..Como dijimos en el post anterior, la genética puede condicionar nuestra salud, aunque en la actualidad sabemos que en dolencias tan frecuentes como la diabetes o la obesidad nuestros hábitos de vida pueden modificar la función de los genes responsables de que se desarrolle la enfermedad, evitando su aparición. Este es el campo de actuación de la epigenética.

La visión ideal de una smart city incluye a ciudadanos que se cuidan, en un ambiente saludable, ausente de ningún tipo de contaminación (acústica, lumínica, atmosférica,….), con espacios verdes, con instalaciones deportivas y carriles bici, que apuesta por la cultura y por un turismo de calidad. Ámbitos de actuación en los que los Ayuntamientos tienen mucho que decir.

Aunque las competencias de salud las detentan las Comunidades Autónomas, los Ayuntamientos colaboran en la atención primaria y dentro de un proyecto de smart city tienen la posibilidad de convertirse en laboratorios de pruebas que permiten observar, de forma controlada, los resultados de la implantación de proyectos de eHealth o de mHealth, o los efectos de las actuaciones municipales en materia de prevención de la salud.

.Es evidente que la buena salud es importante a título individual, pero también es considerada como un potente motor de crecimiento económico por la sencilla razón de que sólo una población sana puede desplegar todo su potencial productivo a la vez que contribuye a la sostenibilidad de los sistemas sanitarios.

En un contexto de crisis económica, de descenso de la natalidad, de envejecimiento de la población y de aumento de las enfermedades crónicas que hacen disminuir la esperanza de vida laboral activa, es fundamental el despliegue de todos los mecanismos que puedan evitar las enfermedades y mejorar los tratamientos curativos, ámbitos en los que las TIC, la nanotecnología y la biotecnología.tienen una relevancia creciente.

La eficacia de un sistema de salud no se mide por la cantidad de stents cardíacos que implanta sino por los infartos que evita. La dieta inadecuada, las adicciones (alcohol, tabaco, drogas,…), el sedentarismo y el stress son factores que están en la base de la mayoría de enfermedades.

Los datos que arrojan los estudios especializados son abrumadores pero no parece que nos alarmen demasiado por lo que cabe aplicar esfuerzos de cara a que los ciudadanos entendamos, razonemos y tomemos las decisiones adecuadas, siendo más inteligentes en suma, en nuestro propio interés:

  • Tabaco: Si no se fumara se eliminarían el 30% de los cánceres y de las enfermedades cardiovasculares y el 80% de las afecciones pulmonares.
  • Alimentación: Con una dieta saludable se evitaría el 50% de las enfermedades cardiovasculares, el 20% de los cánceres y el 60% de las enfermedades metabólicas.
  • Ejercicio físico: Su práctica frecuente evitaría el 50% de las enfermedades cardiovasculares y el 50% de las depresiones

La mejora en los estilos de vida es fundamental, pues, para disfrutar de una buena salud, y desde los ayuntamientos se puede hacer mucho por culturizar a la población en materia de prevención, desde edades tempranas, mentalizándola de que los hábitos de vida saludables son la clave del bienestar personal. Un ejemplo a seguir es el municipio murciano de Molina de Segura, que también acaba de comenzar el desarrollo de un proyecto de smart city.

El City Protocol

Por todo lo antedicho, no se concibe una smart city que consista sólo en un despliegue tecnológico, sino que, desde una visión de conjunto, integre las dimensiones o bloques de Gobierno, Movilidad, Sostenibilidad, Población y Economía, como recoge el Libro Blanco de las Smart Cities, y que esté abierta a aprender de las mejores prácticas y a establecer mecanismos de colaboración con otros municipios de los que se pueden derivar sinergias de interés. Para facilitar este proceso colaborativo se ha creado la City Protocol Society.


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