Pocos políticos sostendrían que los principales intereses de España no están unidos a Europa. No solamente intereses comerciales o económicos, sino políticos y de todo tipo. La historia de España siempre ha estado ligada y condicionada por hechos y aconteceres que venían de Europa. No es una novedad. Como tampoco lo es que hayamos tardado más de 50 años en formalizar una unión que no fue posible en dos mil años a través de la imposición o de esfuerzos bélicos. Por tanto, coincidiríamos que votar una Constitución Europea es una oportunidad histórica. ¿Pero por qué despierta un muy limitado entusiasmo en los ciudadanos españoles esta oportunidad histórica?
Referéndum Constitución Europea
Pese al apoyo del PSOE y el PP, y como aliciente la oposición de Carod Rovira, mañana 19 de febrero no se espera una participación masiva de los ciudadanos españoles para apoyar la Constitución Europea. Conocido es que el fuerte sentimiento nacionalista de los países europeos va en detrimento de la ilusión y entusiasmo que arropa a los movimientos europeístas. En muchos casos, la idea de Europa se ve incluso como mecanismo útil para reforzar los nacionalismos más pequeños, diluidos en una dimensión territorial mayor y políticamente más débil.
Cabría preguntarse si los líderes políticos están enfocando bien la construcción de Europa. La respuesta debiera ser afirmativa si nos atenemos a la atracción que provoca en los países no miembros, los palpables beneficios que ha llevado consigo para el crecimiento y la estabilidad de los países miembros, etc.
¿Pero se podría hacer mejor?
La Europa que debería defender Zapatero
Es un hecho que en vez de abrirse paso la «Europa de las ciudades, los ciudadanos» más bien se ha impuesto una Europa de funcionarios, refugiados en Bruselas y con elevados sueldos potencian unos pocos programas que escasamente llegan a los ciudadanos.
La Europa de los investigadores se reduce a un insuficiente y mal repartido Programa Marco, incapaz de aglutinar el liderazgo que en Ciencia, Tecnología, Innovación… le corresponde de forma natural a los países. Algo que tiene que ver muy directamente con la calidad de los empleos, el progreso, el futuro y el bienestar de los ciudadanos. Europa se sitúa no solo por detrás de Estados Unidos sino cada vez más distante de países asiáticos que le superan en estrategia y resultados.
La Europa del Superjumbo A380 recuerda al Titanic. Un esfuerzo de imagen política muy por detrás de las líneas de futuro que convienen impulsar, tales como la nanotecnología, la biotecnología, la sociedad de la información…
En la misma línea, todos nos sentimos orgullosos de pertenecer a una culturalidad realmente impresionante a los ojos de cualquier visitante externo.
Pocos ciudadanos estadounidenses que predican el chauvinismo escapan de sentirse rendidos al visitar Europa a través de ciudades como París, Londres, Roma, Bucarest, Praga, Madrid o cientos de ciudades históricas con un patrimonio e historia impresionantes.
Pero esta culturalidad, este patrimonio común se ve seriamente desdibujado para los ciudadanos europeos en un marco donde caben monopolios de prensa, restricciones relevantes a la acción de la justicia (la Italia de Berlusconi), movimientos de signo facistoide en diversos países (Austria, Francia…), la escasa coordinación en la defensa de una política exterior común, o en la lucha contra el terrorismo. Europa no es vertebrable sin sólidos principios de conviviencia común.
España en Europa
Zapatero ha dado un giro importante al cambiar radicalmente la política de alianzas de José María Aznar orientada hacia Estados Unidos. Parecería un giro correcto. Pero será poco productivo si los países con mayor capacidad de liderazgo (Alemania, Francia, Inglaterra…) no le dan a España un estatus político especial que no le corresponde (por ejemplo más allá de Italia) por población o Producto Interior Bruto. Y esto no parece fácil. Al menos, no es un asunto sólo de diplomacia.
España en Europa y en América Latina
Zapatero tiene que darse cuenta que la dimensión relevante de España en Europa, la que puede ilusionar a las empresas, las universidades, los ciudadanos… se logrará a través de un peso e influencia internacional en otras partes del mundo. Más concretamente, España ganará un protagonismo natural en Europa, en la medida en la que logre influir en América Latina. Quizás ambas partes, Europa y América Latina vayan muy unidas para España.
Bien estará votar en el referéndum de mañana. Pero sea cual sea el resultado en términos de participación, Zapatero tendrá una asignatura pendiente y urgente. Esto es, recuperar políticamente un cierto liderazgo en América Latina a través de Europa y de la empresas españolas y europeas que ayudan al desarrollo de esta región del mundo, en una decisiva lucha contra la pobreza.
De lo contrario España quedará en una posición dentro de Europa cada vez más marginal, una vez que el epicentro geográfico y político dista mucho de nuestro territorio y con cada ampliación todavía se irá más lejos (ejemplo con Turquía), a no ser que España se «estire» hacia América, siguiendo también, su tradicción histórica.
REFERÉNDUM EUROPEO / La abstención superó ayer el 57%
Sí, pero…
(LV).- Zapatero afirma que han ganado España y Europa, y no ha perdido nadie. Rajoy juzga la elevada abstención como un fracaso del Gobierno socialista. Extremadura registra la máxima participación y Baleares la menor. País Vasco y Cataluña, las dos comunidades con mayor porcentaje de noes (La Vanguardia 21/2/2004)
Los titulares de primera son toda una declaración del editorial que podemos leer en páginas interiores. A saber, podemos ir desde el positivo de EL PAÍS: “Sí rotundo a la Constitución europea con una participación del 42%” al titular crítico de LA RAZÓN: “Zapatero sufre la mayor abstención de la historia de la democracia”. Claro que entre uno y otro hay un amplio espacio que ocupa, por ejemplo, ABC: “Una abstención sin precedentes empaña el sí de los españoles a Europa”; EL MUNDO: “Rotunda victoria del sí a la Constitución con una participación baja pero aceptable; EL PERIÓDICO: “Sí, pero…La abstención devalúa el claro triunfo del voto positivo”. Y por último reseñemos la portada de LA VANGUARDIA: “Sí rotundo a la Euroconstitucón pese a una abstención récord” (Periodista Digital 21/2/2004)