Cómo influye el espacio en el que vivimos en nuestras relaciones de amistad

¿Puede influir negativamente el espacio en el que vivimos en nuestras relaciones de amistad? 

Para los investigadores, la amistad es un tipo de relación curiosa. A diferencia de las relaciones familiares, la amistad se elige y entabla de forma voluntaria, pero, a diferencia de otras relaciones voluntarias, como la pareja, en ocasiones podemos estar mucho tiempo sin ver a un amigo sin que la relación se deteriore (y en otras muchas no).

En cualquier caso, sin duda, las relaciones de amistad varían a lo largo de nuestra vida, pero el concepto es siempre el mismo, tengamos la edad que tengamos: básicamente, un amigo es “alguien con quien hablar, en quien apoyarnos y con quien divertirnos”.

Algunas relaciones de amistad se mantienen intactas o se refuerzan con el paso del tiempo y otras, en cambio, simplemente se van difuminando y desaparecen, aún sin ningún motivo aparente. Pero puede que aunque no seamos del todo conscientes de ello, sí haya motivos o ciertos factores que confluyen para que eso suceda.

Igualmente, casi todo el mundo coincide en que a medida que nos hacemos mayores es más difícil entablar amistades nuevas e incluso conservar las antiguas. ¿Pero por qué?

En este artículo describimos algunos de los principales factores que generalmente influyen (o han influido de forma circunstancial) en nuestras relaciones de amistad, entre los que destaca, especialmente, «el espacio en el que vivimos».

Ciudad y amistad

La importancia de la amistad para la felicidad y el bienestar 

Todas y cada una de las encuestas realizadas hasta la fecha denotan lo importante que son los amigos para nuestra felicidad y bienestar general.

Cuando somos niños, los amigos suelen ser otros niños con los que jugamos y nos divertimos. En la adolescencia, adquieren más importancia y pasan a ser el centro, por delante incluso de la familia, pero muchas son relaciones superficiales, dado que todavía estamos tratando de averiguar quienes somos y aprendiendo a intimar.

Más adelante como jóvenes adultos ya tenemos más seguridad y solemos rodearnos de personas con valores similares a los nuestros en las cosas importantes. Es en esta época, que suele coincidir con la universidad, cuando resulta más sencillo hacer amigos.

Los motivos son muchos: Los pisos y habitaciones compartidas, las clases con compañeros diferentes en función de las asignaturas que hayamos elegido, las fiestas… Además tenemos mucho tiempo libre para compartir con los amigos.

Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores parece que cada vez nos resulta más difícil entablar nuevas amistades y conservar las antiguas. Debido a su carácter voluntario, el éxito o fracaso de una amistad está sujeto, a menudo, a las vueltas que da la vida. A medida que nos hacemos mayores nuestras prioridades y responsabilidades cambian.

A veces nos centramos demasiado en la pareja, los hijos, el trabajo… Nuestros padres al envejecer se vuelven dependientes… todo eso nos resta tiempo para estar con nuestros amigos.

El espacio físico en el que vivimos y su impacto en las relaciones de amistad

No obstante, hay otros factores además de la falta de tiempo y quizás uno de los más determinantes sea, curiosamente, uno que nadie suele mencionar: el espacio físico en el que vivimos. El hecho de vivir en una zona rural o una urbana, en un pueblo o en una gran ciudad, en el centro o en las afueras, etc.; determina nuestro comportamiento y nuestra forma de relacionarnos socialmente, influyendo considerablemente en nuestras relaciones de amistad.

Sin duda, el entorno menos amigable es el de las grandes ciudades.

Ciudad de Valencia, España.

La vida en las grandes ciudades

Según los sociólogos, hay tres ingredientes fundamentales para entablar una amistad: la proximidad, un contacto espontáneo continuado y un entorno que anime a la gente a bajar la guardia y confiar en los que lo rodean. Por eso es tan fácil hacer amigos en la etapa educativa: nos encontramos a diario con la misma gente día tras día en clase o en las múltiples actividades extraescolares en las que estamos anotados, compartimos piso con compañeros, etc.

A medida que nos hacemos mayores esto cambia y, en general, la proximidad y los encuentros espontáneos reiterados disminuyen, pero en las grandes ciudades es mucho peor.

La vida en las grandes ciudades dificulta especialmente que se den esos ingredientes fundamentales para forjar nuevas amistades y conservar las que ya tenemos: los encuentros espontáneos son prácticamente inexistentes y no suele haber proximidad, dado que las distancias son enormes y todo queda muy lejos.

En los pueblos es habitual encontrarte a diario con la misma gente, conocidos y amigos, con los que te paras a charlar.

En las grandes ciudades, en cambio, es más difícil. Podemos vivir en la misma ciudad que varios de nuestros amigos y no encontrarnos con ellos en años, si no es de forma planificada, quedando a una hora en un sitio determinado. 

En este entorno, incluso para los niños es más difícil entablar amistades, porque sus compañeros de colegio no tienen por qué vivir necesariamente cerca de su domicilio (falta de proximidad) y salvo que sus padres se pongan de acuerdo con los padres de alguno de sus compañeros para quedar en algún sitio o los lleven a su casa y luego los vayan a buscar, no pueden verse fuera del entorno escolar. Y, por desgracia, los padres suelen estar muy ocupados.

Tampoco suele haber un entorno seguro para que los niños vuelvan a casa andando desde el colegio o salgan a jugar a la calle con sus vecinos como antiguamente.

En general, las ciudades están diseñadas para los coches. En los últimos años, ha habido un repunte en España de las denominadas “humanizaciones”, con aceras mucho más amplias, y la creación de zonas peatonales, pero son principalmente zonas comerciales o cascos antiguos en los que cada vez es más habitual ver señales que prohíben el uso de balones, patinetes y otros juguetes varios.

De este modo, los niños se ven relegados a los parques infantiles, a los que habitualmente deben ir acompañados por un adulto, ya sea porque no quedan cerca o por la inseguridad que suele haber en las grandes ciudades hoy en día, o bien acaban por quedarse en casa jugando a la consola o viendo la tele.

Otros factores curiosos

1. La burbuja inmobiliaria

El mercado inmobiliario en España también ha influido considerablemente en todo esto. La burbuja inmobiliaria y la constante escalada en los precios de la vivienda hasta alcanzar cifras en muchos casos desorbitadas, llevó a muchas familias de jóvenes con hijos a comprar vivienda en las afueras o incluso en otros pueblos aledaños más pequeños, completamente alejados de su familia y amigos, básicamente porque era más barato y, en aquel momento, según ellos, “era lo que se podían permitir”.

La mayoría no se dieron cuenta en su momento de cómo iba a afectar eso a su vida diaria y sus relaciones personales con familiares y amigos. Muchos lamentan ahora su decisión, pero están atados a esas casas con hipotecas prácticamente de por vida.

2. La crisis

La crisis también ha influido en las relaciones de amistad, aunque no todo ha sido negativo.
Por una parte, como consecuencia de la falta de trabajo, especialmente sangrante entre los jóvenes, muchos se han visto obligados a emigrar a otros países, lejos de sus familiares y amigos, aunque finalmente acaben por hacer nuevos amigos en el extranjero. Por otra, mucha gente dejó de salir a cenar o a tomar algo por falta de dinero, con lo que los encuentros espontáneos se redujeron considerablemente, al menos al principio.

Desesperación por la crisis

Después, al alargarse la situación, hubo que agudizar el ingenio para encontrar opciones de ocio alternativas más asequibles y empezaron a proliferar las actividades gratuitas o “low cost”. También se crearon numerosos “bancos de tiempo” en los que das algo a cambio de lo que recibes, es decir, en lugar de pagar por algo con dinero pagas con tu tiempo y habilidades o conocimientos. Todos estos cambios favorecieron, en muchos casos, las oportunidades de conocer gente nueva y, así, también de llegar a entablar nuevas relaciones de amistad.

3. El teletrabajo

Al igual que en la época educativa el entorno académico facilita el hacer nuevos amigos al proporcionarnos un lugar de encuentro diario obligado, dependiendo de las características de nuestra profesión puede que acabemos entablando amistad con algún compañero de trabajo con el que tenemos trato a diario en la empresa. Sin embargo, con la llegada de las nuevas tecnologías, cada vez hay más profesiones en las que se está poniendo de moda el teletrabajo, una modalidad que impide prácticamente cualquier tipo de contacto con otros compañeros o la posibilidad de conocer gente nueva, al no salir de casa.

4. La temporalidad laboral

Antiguamente, en España era habitual entrar a trabajar en una empresa y quedarse en ella muchos años, algo que, a la larga, favorecía el establecimiento de sólidas relaciones amistad entre compañeros de trabajo. Sin embargo, en los últimos años, la temporalidad ha ido aumentando de forma progresiva en prácticamente todos los sectores.

Incluso trabajadores que hacen falta prácticamente todo el año como el personal sanitario encadenan un contrato tras otro, a veces de apenas un día, cambiando continuamente de servicio y lugar. Ese ir y venir continuo, pasando poco tiempo en cada sitio o empresa, impide que llegue a generarse el entorno de confianza suficiente como para bajar la guardia e intimar con los compañeros y dificulta, así, la posibilidad de hacer amigos en el trabajo.

5. El “mal uso” que últimamente hacemos de las nuevas tecnologías

Cada vez es más frecuente dejar un mensaje en Facebook para felicitar a nuestros amigos por su cumpleaños, en vez de llamarlos por teléfono y hablar un rato con ellos. O enviar un whatsapp de felicitación, que a veces ni siquiera enviamos directamente a la persona en cuestión sino a un grupo. 

Por otra parte, las nuevas tecnologías también impiden cada vez más la comunicación en los pocos encuentros espontáneos de nuestro día a día. Ya no conversamos con los vecinos ni con un desconocido en el ascensor; es más fácil sacar el móvil y ponernos a ver cualquier cosa para evitarlo. En el metro, en la parada del autobús… incluso caminado por la calle, vamos como autómatas mirado la pantalla de nuestro teléfono, hasta el punto de que no enterarnos de que nos acabamos de cruzar con algún conocido o amigo.

El uso que hacemos de los teléfonos móviles no solo dificulta el conocer gente nueva sino también la comunicación con nuestros amigos y pareja. Si nos fijamos un poco en nuestro entorno, nos daremos cuenta de que cada vez es más habitual ver a una pareja o un grupo de amigos en una mesa que no se dirigen la palabra porque cada uno de ellos está centrado en la pantalla de su móvil.

Espacios para vivir alternativos: la vida en comunidad

Todo esto ha originado el surgimiento, en los últimos años, de diversos movimientos que buscan mejorar la vida de las personas y las relaciones interpersonales, fomentando la vida en comunidad y la construcción de un entorno más saludable y amigable.

Aunque todavía son iniciativas muy pequeñas en comparación con lo que se considera “normal”, cada vez hay más arquitectos e ingenieros que investigan en diseños y materiales alternativos, más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente y centrados en las personas, en lugar de en obtener el mayor dinero posible.

Un modelo de este estilo es el de los baugruppen en Alemania: consiste, básicamente, en un grupo de personas que se reúne para trabajar directamente con los arquitectos y diseñadores urbanos, dejando a un lado a los promotores, para construir una vivienda compartida y de propiedad colectiva; es decir, todos los miembros del grupo son copropietarios de la vivienda.

Dejar fuera a los promotores permite ahorrar una importante cantidad de dinero -entre un 25% y un 30% en Berlín, en donde este modelo de construcción es bastante común- y abre un espacio para el desarrollo de una arquitectura mucho más ambiciosa, innovadora y sostenible. Además, fomenta la cooperación y el espíritu de comunidad entre los miembros del colectivo. En la práctica este tipo de construcciones son como condominios, pero con más espacios comunes y de propiedad colectiva.

Ecobarrio Vauban en Freibourg, Alemania

Ecobarrio Vauban en Freibourg, Alemania / Autora: Claire7373 Andrewglaser

En los últimos años, ha surgido todo un movimiento de retorno al rural y a una vida más sencilla, como la campaña “Abraza la tierra”, que busca repoblar las zonas rurales que han quedado abandonadas en España; o las “ecoaldeas”, un proyecto similar pero que pone el acento en la vida en comunidad, fomentando la convivencia con los demás y con la naturaleza de forma sostenible. Este tipo de comunidades, muy frecuentes en latinoamérica, han ido ganando impulso en España en los últimos años.

También hay “ecoaldeas urbanas”, aunque son menos frecuentes. Las más destacadas: Christiania, en Copenhague (Dinamarca), Ufa-Fabrik en Berlín, Wilhelmina Terrein en Ámsterdam o Understenshöjden en Estocolmo. En España, está Valdepiélagos, en la comunidad de Madrid, que se define como “ecoaldea periurbana”. En el siguiente vídeo puedes ver un reportaje sobre esta ecoaldea:

Todos estos proyectos pretenden retomar muchos valores humanos que han tendido a perderse en las sociedades modernas, como compartir, agradecer, colaborar y ayudarse y apoyarse mutuamente o el respeto por la naturaleza y por los demás.

Esta vida en comunidad, con un espíritu similar al de las tribus ancestrales, favorece la comunicación y las relaciones interpersonales y hace que sea más fácil llegar a establecer relaciones sólidas de amistad.

Está comprobado que reducir nuestras relaciones sociales estrechas a la familia más inmediata, tiene consecuencias en nuestra salud e identidad social, causando ansiedad y soledad. Necesitamos amigos para ser felices.

amistad-entorno-urbano

Necesitamos estar rodeados de gente que nos conoce y se preocupa por nosotros. Y podemos empezar por cambiar los espacios en los que vivimos, hacerlos más humanos creando un entorno que favorezca las interacciones sociales espontáneas y la sensación de comunidad.

Sabemos cómo hacerlo, basta con llegar aun acuerdo sobre lo que necesitamos y, con una estrategia común, cambiar las políticas en consecuencia para lograrlo.

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