Una nueva amiga

Visite a la Señora B el otro día. Había celebrado su cumpleaños aquella semana. Ahora tiene cien años. Fui a visitarla en el asilo para ancianos donde vive. Me dijo que el día de su cumpleaños había sido maravilloso. Ella se sentó en la esquina de su habitación ordenada y confortable y había recibido visitas de varios miembros de su familia. Al final del día me dijo que se sentía bastante cansada. El asilo donde vive también celebro con ella porque es la mayor de las 32 personas que viven allí. Cuando le pregunte si eran todos mujeres me dijo que hay un hombre y con un aire de desaprobación añadió que tiene un trato especial por ello.

La Señora B es una de nueve hermanos. Su padre fue un cura Metodista cuando en aquella época era normal para los curas metodistas y sus familias cambiar de lugar donde vivían cada 3 años. Así que conocía la geografía de Inglaterra muy bien. Me dijo que ella y sus hermanos nunca tenían ropa nueva y su madre solía hacer milagros con la casa y los muebles heredados de la casa donde tenían que vivir.

Nació poco después de principios del siglo pasado. La Señora B ha vivido las dos guerras mundiales y muchas otras después. También ha visto el carácter y la cultura de la sociedad en que vive cambiar totalmente. No le gusta mucho ver la tele porque lo encuentra intruso pero en cambio escucha un poco la radio. Le encanta estar con la gente pero también le gusta estar en su habitación asolas. Tenia la sensación que ella era tanto un observadora del mundo como una participante.

Durante la visita alguien entro en la habitación con una lista de comidas. La Señora B le pidió con firmeza pero educadamente que volviera en otro momento porque estaba ocupada. La persona se retiro en seguida. Sentí mucho respeto por esa mujer, a quien había conocido por primera vez aquel día. Volveré a verle el mes que viene. Es una mujer digna y es una fuente fascinante de nuestra historia además de la suya.
B.R.

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