Thomas W. Geisbert |
El virus del Ébola bloquea la respuesta inmune del cuerpo para luego desmantelar todo el sistema vascular. Acaba provocando hemorragias internas, caída en la presión sanguínea y finalmente un fallo multiorgánico que desencadena en la muerte.
¿Cómo actúa el virus del Ébola?
- Cuando el virus del Ébola entra en la sangre, infecta a las células del sistema inmune que se encargan de la primera defensa del organismo contra las infecciones (las células dendríticas), y evita que el organismo produzca anticuerpos para combatir el virus.
- Una vez que el organismo está sin protección, el virus comienza a replicarse, a crecer rápidamente sin control y a infectar múltiples órganos.
- Infectan a otras células del sistema inmune llamadas macrófagos que comienzan a liberar proteínas que activan la coagulación. Esto hace que se formen pequeños coágulos en los vasos sanguíneos, y por tanto que se reduzca el suministro de sangre a los órganos.
Los macrófagos infectados también producen señales relacionadas con la inflamación (citoquinas) y óxido nítrico, que dañan el revestimiento de los vasos sanguíneos, haciendo que sean más permeables y que se produzcan fugas de sangre (uno de los principales síntomas de la infección).
- El virus daña las células del tracto intestinal, lo que provoca graves diarreas que deshidratan rápidamente a los pacientes.
- La pérdida de sangre acaba desencadenando una insuficiencia renal y hepática.
- Se produce una caída de la presión arterial hasta niveles peligrosos.
- Los pacientes mueren de shock y fallo multiorgánico.
¿Cómo se propaga el ébola en el organismo?¿Cuál es la patogénesis del virus?
En las etapas iniciales de la infección, el virus prefiere replicarse en células del sistema inmunológico como son los monocitos, los macrófagos y las células dendríticas. Estas células parecen tener un papel fundamental en la difusión del virus ya que propagan el virus a los ganglios linfáticos cercanos al lugar en el que se ha producido la infección inicial.
Después desde los ganglios, a través del sistema linfático, llegan al hígado y al bazo, y desde allí a través la sangre migran fuera del bazo y los ganglios linfáticos a otros tejidos, infectando el resto de órganos.