El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano.
Tengo una gran fe en los tontos, auto confianza le llaman mis amigos.
El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella.
Todo lo que vemos desfilar ante nuestros ojos, todo lo que imaginamos, no es sino un sueño dentro de otro sueño.
El poder analítico no debe confundirse con el simple ingenio, porque mientras el analista es necesariamente ingenioso, el hombre ingenioso está con frecuencia notablemente incapacitado para el análisis.
Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.
La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.
Es dudoso que el género humano logre crear un enigma que el mismo ingenio humano no resuelva.
A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita una copa.
La belleza de cualquier clase en su manifestación suprema excita inevitablemente el alma sensitiva hasta hacerle derramar lágrimas.
Sueño, esos pedacitos de muerte. ¡Como los odio!
Nací insano, con grandes momentos de cordura horrible.
No tengo fe en la perfección humana. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más inteligente, de lo que lo fuera hace 6000 años.
En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural.
El hombre que quiere contemplar frente a frente la gloria de Dios en la tierra, debe contemplar esta gloria en la soledad.
Lecturas relacionadas: