A lo largo de la historia, los juegos olímpicos siempre han significado una fecha importante en la vida de amantes y curiosos del deporte, periodistas y atletas profesionales que trabajan durante toda su vida para poder plasmar en su palmarés una (o varias) medallas olímpicas de alguna modalidad.
Sin embargo, no todo es oro, plata o bronce. Las olimpiadas siempre han tenido algo especial, inexplicable. Ese algo que atrae a todos los públicos y enamora hasta a los más desentendidos del deporte. De hecho, los Juegos Olímpicos han sido capaces de deleitarnos con numerosas anécdotas y curiosidades que a veces ni siquiera tienen que ver con el deporte o la modalidad en sí, sino con factores externos que hacían de algo ordinario, extraordinario.
La extraordinaria hazaña de Jesse Owens, para recordar.
Las olimpiadas de 1936 en Berlín estaban marcadas por estar en medio de lo que parecía ser un conflicto político que amenazaba con estallar en cualquier momento, y que en efecto, en 1939 estallaría y sería la causa de lo que hoy denominamos la segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, en medio del tumulto de acontecimientos que amenazaban con poner en peligro al mundo entero, las olimpiadas de 1936 pasaron a la historia al ver como un afroamericano, Jesse Owens, consiguió ganar cuatro medallas de oro de atletismo (100m, 200m, salto de longitud y 4x100m relevo equipos) y dejar en la sombra a un Hitler que pretendía que Alemania dominase y mostrase su poderío al mundo.
Derek Redmond, ejemplo de superación e insistencia.
Las olimpiadas no siempre son gloria, alegría y victoria. También hay tristeza, devastamiento y derrota. Sin embargo, no se necesita una medalla para saber que eres un ganador, y claro ejemplo de esto es Derek Redmond, un ex-atleta británico que compitió -y era favorito para ganar el oro de los 400 metros- en los juegos de 1992 en Barcelona.
El atleta comenzó la carrera bien, veloz y constante como siempre y dejando ver lo bien que se había preparado para la prueba. Pero, desafortunadamente, a 175 metros de la meta, el corredor sufrió un pinchazo en el tendón de la corva, conocido como el músculo de los atletas, y se desplomó al suelo con muestras de gran dolor. La carrera parecía que había acabado, los demás participantes ya habían llegado a la meta y los médicos se dirigían hacia el británico para ayudarle a retirarse de la pista y poner fin a su dolor. Fue aquí cuando el atleta demostró al mundo sus valores, se levantó, con grandes muestras de dolor y sufrimiento, y procedió a cojear por la pista, con un solo objetivo: llegar a la meta.
En este momento, un hombre saltó desde las gradas, se quitó de encima a los responsables de seguridad que intentaban pararle y empezó a ayudar a Redmond a llegar a la meta. Este hombre era su padre. Juntos, llegaron hasta la meta, ante la increíble ovación de 65.000 personas que, atónitos, eran testigos de la perseverancia y convencimiento del atleta y el amor y apoyo del padre.
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Betty Robinson, resurgió de los muertos para competir.
La atleta americana, que debería ser conocida no por esta curiosa historia sino por ser la primera mujer en ganar una medalla de oro en los 100 metros (el primer año de la categoría femenina), siempre será recordada por una anécdota curiosa y de película.
Tras ganar esta medalla, unos pocos años después sufrió un accidente aéreo y la persona que la recogió, presumió que estaba muerta y la metió en en su maletero y la llevó a la funeraria.
Por suerte, se dio cuenta de que la atleta no estaba muerta, sino inconsciente y gravemente herida, y la llevó al hospital más cercano. Cinco años después, la atleta “resurgió de los muertos” al ganar otra medalla olímpica en Berlín 1936.
El atleta con la peor marca olímpica de la historia.
Eric Moussambani, el atleta con la peor marca de 100 metros de natación de la historia de las olimpiadas: 1:52:72. En los años 90’, el COI decidió mejorar sus lazos con los países menos desarrollados, llevando atletas de ciertos países como invitados. Uno de estos “invitados” fue Eric Moussambani Malonga, que venía de Guinea Ecuatorial y que nunca en su vida había competido en una competición de natación. De hecho, el apodado
Eric La Anguila, empezó a entrenar tan solo 8 meses antes del evento, en una piscina de 22 metros de un hotel. Antes de las olimpiadas, el hombre nunca había visto una piscina de 50 metros.
Sin embargo, tras las olimpiadas de 2000 en Sydney, el deportista de Guinea Ecuatorial empezó a entrenar duro, determinado a mejorar su marca y convencido de que no iba a volver a pasar lo mismo. Tiene mucho mérito, ya que el nadador consiguió rebajar su marca hasta 57 segundos, a tan solo 9 segundos del récord mundial. Estaba listo para competir en las olimpiadas de 2004, en Atenas, pero por un problema en su pasaporte no pudo viajar.
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Seúl 1988, el año que acabó con las palomas.
Hasta el año de las olimpiadas de Seúl, en 1988, existía una tradición olímpica en la que en la ceremonia de inauguración, la gente soltaría palomas como mensaje de paz mundial. Las palomas volaban un poco por los alrededores y luego se marchaban a hacer sus nidos y buscar su comida.
Sin embargo, esta costumbre bonita y con un mensaje positivo acabó al ver como, tras soltar a las palomas, unas 10 se pusieron justo encima de la estructura que formaba la antorcha olímpica, exactamente en el momento que dicha antorcha estaba siendo encendida. Las palomas murieron calcinadas, y se decidió acabar con la costumbre para que no se volviese a repetir un suceso como ese.
El desastroso equipo de pentatlón de Túnez.
En los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, el equipo de pentatlón de Túnez protagonizó una de las anécdotas más curiosas y vergonzosas de la historia de las olimpiadas. El pentatlón consiste en una mezcla de, como su propio nombre indica, cinco modalidades entre las que se encuentran la equitación, esgrima, natación, tiro y atletismo.
Éste equipo de Túnez, fue descalificado numerosas veces tras hacer el ridículo y tener conducta temeraria en varias pruebas. En equitación, tres del equipo se cayeron del caballo. En tiro, fueron descalificados por disparar muy cerca de los jueces (¡que peligro!). En natación, un deportista del equipo casi se ahoga. Y, lo más gracioso de todo, en esgrima, solo uno de ellos sabía de esgrima, así que se puso la careta y se hizo pasar por todos su compañeros. Fue descubierto y el equipo fue descalificado, dejando una participación que pasaría a la historia, pero por ser tan sumamente mala.
Abebe Bikila, el hombre que ganó una maratón descalzo
El maratonista, de Etiopía, es toda una leyenda del atletismo y siempre será recordado por su increíble hazaña de recorrer -¡y ganar!- una maratón descalzo, ya que no encontraba zapatillas que le gustasen. Así es, el atleta recorrió los 42 kilómetros de la carrera descalzo, y aún así la ganó. Realmente espectacular.
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