Cito el siguiente párrafo de J. L. García Delgado en el blog de Alde:
«...cuando el gobierno balear anuncia el propósito de suprimir 92 empresas públicas, lo que de verdad impresiona es que existan 192 en esa Comunidad (¡2.388 suman los organismos dependientes de las administraciones autonómicas!); cuando el Gobierno de Esperanza Aguirre ajusta el número de liberados sindicales en la administración de la comunidad madrileña, suprimiendo 1.930, lo que impresiona ciertamente es la cifra de la que se parte: 3.500; cuando en Extremadura se reduce en un 50 por ciento el número de altos cargos, lo que sobrecoge es que haya 500 de tal categoría, y sobran los ejemplos.»
Y me viene a la mente:
- La competitividad de las empresas privadas españolas y su capacidad para
producir y generar empleos depende de sus precios. Estos dependen de sus costes, impuestos incluidos.. A mayores impuestos (con servicios ineficientes), mayores precios, menor competitividad. - Las empresas españolas compiten globalmente. Se enfrentan a empresas homólogas estadounidenses con una tecnología muy superior o a chinas con costes / precios muy inferiores. Estados con servicios más eficientes o menores impuestos, dan ventajas muy sustanciales a sus respectivas empresas nacionales.
- Un estado eficiente da buenos servicios al menor coste. Un educación / formación de la mayor calidad, unas prestaciones de salud, cobertura social, servicios regulatorios para la empresas…
- Un estado ineficiente grava con impuestos y por tanto con mayores costes para los ciudadanos y las empresas, sin fomentar la competitividad de la empresas y la generación de empleo.
- Un elevados impuestos y una ineficiencia pública no sólo repercuten en las empresas nacionales sino en aquellas empresas /capitales extranjeros que buscan sitios atractivos para ubicar sus sedes. Irlanda en menos atractiva que España como ubicación. Pero sus incentivos con bajos impuestos, una educación buena, vuelos baratos, etc.. la convierten en un referente mundial para la atracción de empresas de nuevas tecnologías. Google, Facebook, Linkedin, ahora, Twitter, Zara…
La ineficiencia del sector público español no sólo abarca lo citado
por el prof. García Delgado. En los últimos años, al hilo de un boom especulativo inmobiliario y con créditos de bajo coste, se han financiado obras públicas faraónicas sin cuantificar su rentabilidad real: aeropuertos sin aviones, autopistas sin apenas tráfico, parques de ocio en la ruina, amén de un número ingente de empresas públicas, televisiones regionales, etc. que no revierten en beneficios reales a las empresas o a los ciudadanos.
En la era del ladrillo, hemos vivido en los últimos 16 años: una Administración derrochadora, poco eficiente en la administración de los recursos cuando estos eran abundantes; escasamente incentivadora de empresas, emprendedurismo, start-up; una regulación laboral ineficiente, unos servicios de formación y educación por debajo de la media europea; un I+D raquítico en términos relativos…
Todo esto se puede sintetizar una cifra a la que al parecer estamos condenados sin remedio: 5 millones de parados.