La crisis actual puede estar perjudicando a infinidad de compañías de todo el mundo, pero el mes pasado Google anunció otro trimestre de crecimiento, con un incremento de beneficios del 26%. Cuando presentó unos resultados similares hace dos trimestres, los titulares del New York Times proclamaron: «Google desafía la economía»; pero según un interesante artículo publicado ayer en The Guardian, deberían haber dicho: «Google define la economía».
En esta crisis, estamos siendo testigos de algo más que del fracaso de las hipotecas, los derivados, los bancos y la regulación; estamos viendo el nacimiento de una nueva economía, que se visualiza y se comprende mejor a través de las gafas de Google, la única compañía que, ya sea por diseño o por suerte, está preparada para el orden mundial emergente.
La primera ventaja de Google es ser digital. ¿Quién quiere ya estar en negocios relacionados con cosas (construcción de vehículos, impresión de periódicos, venta de CDs, cultivo de alimentos, etc.)? Antes, poseer y controlar objetos era la base de la mayoría de los negocios, y la respuesta reflexiva a un colapso financiero y de la bolsa solía ser volver a lo real: comprar propiedades. Pero ya no es así. Ahora el mejor refugio está orientado hacia el valor de conocimiento.
En cierto sentido, Google está construido a partir de un derivado: es información de informaciones. Y al igual que los derivados que nos han metido en este lío, los de Google están basados en la creación de abundancia, pero a diferencia de esos productos financieros corruptos, el metaconocimiento de Google crea valor nuevo y real.
En la economía de Google, lo pequeño es lo nuevo grande. Por supuesto, lo grande continúa siendo grande; Google en sí es gigantesco, pero no crece pidiendo prestado capital para adquirir compañías (algo que probablemente ya nadie hará durante algún tiempo). En su lugar, Google creó una red para un raudal de nuevos anunciantes y una plataforma para innumerables nuevas empresas, todas ellas independientes de Google. De hecho, Google no quiere poseer los activos (contenidos para comerciar) sobre los que ha construido su imperio.
Para triunfar como Google, las compañías construirán redes y plataformas al igual que lo hace ella. La plataforma de eBay permite que miles de comerciantes vendan más que la principal cadena de centros comerciales de EEUU, Federated. En la era de Google, el mercado masivo es sustituido por un montón de nichos. De modo que si se continúa realizando un seguimiento y valorando sólo a las empresas más grandes, como lo hacen la FTSE, el Dow Jones Average o Nielsen, perdemos la perspectiva de la pequeña economía.
Otro distintivo de la economía de Google es la transparencia. Aunque Google se mantiene opaco en cuanto a los detalles de cómo hace sus negocios (su comisión de publicidad, por ejemplo), demanda transparencia de todos nosotros. Sin franqueza, no obtenemos la optimización del motor de búsqueda, ni el jugo más preciado de Google. Seguramente, los organismos reguladores, clientes y ciudadanos pedirán también más transparencia en los negocios ahora que nos hemos visto tan perjudicados por la información oculta en los llamados activos tóxicos. En línea, a menudo, la verdad se encuentra apenas un enlace más allá.
Esta economía de enlace, verdadera base del éxito de Google, puede ser beneficiosa también para otros sectores. Por ejemplo, los periódicos se pueden especializar, es decir: un periódico local se puede volver más local todavía y enlazar a otro que de cobertura nacional. Básicamente, se trata de hacer lo que hagamos mejor y enlazar al resto.
Los vendedores también están empezando a aprender que con enlaces directos y relaciones con los clientes, pueden reducir su gasto en publicidad. Pero las relaciones entre empresas y clientes se deben construir sobre una base de confianza y ésta surge de entregar el control.
La confianza en sí se está convirtiendo en la base de los nuevos negocios. Los sistemas de eBay permiten a los clientes valorar a los vendedores en términos de confianza; Amazon demuestra que confiamos en las opiniones de otros clientes; PayPal y Prosper nos permiten realizar transacciones de confianza; Google sabe en qué sitios confiamos a través de nuestros enlaces y clics. Ya no confiamos en los bancos; es más, ellos no confían entre sí. En Google sí confiamos.
Fuente: The Guardian